Economía mundial, en crisis. El fin de una época (I)
Analistas y comentaristas hablan de una economía que se está recuperando. Pero esto es sólo aparente (y quizás falso): el “repunte” es mero fruto de la emisión de moneda por parte de todos los bancos centrales del mundo. En realidad, muchos aguardan el estallido de una enorme burbuja especulativa, mientras la economía real permanece en condiciones que provocan vergüenza. Estamos en el umbral de un cambio de época que podría llegar a arrollar gobiernos en Occidente y en Oriente. De nuestro experto en economía política, hacemos entrega de la primera entrega de este análisis, en cuatro partes.
Milán (AsiaNews) – Hace tiempo que un amigo querido, el director de AsiaNews, me pregunta: “Quien ya desde el 2005 previó la profunda crisis del 2008, cuando en aquél entonces nadie sospechaba ni sugería cautela –¡gracias por eso, director!- ¿acaso no tiene nada que decir hoy?”.
El director insiste, para tener una opinión alternativa. Y tendrá un parecer muy alternativo.
En efecto, quien escribe, hace tiempo que ha dejado de mirar los índices económicos mundiales. El PIB, la tasa de inflación real, el mercado de cambio, el comportamiento de las tasas de interés, los índices bursátiles y los bonos, los niveles de producción manufacturera, los de la construcción, los de la ocupación y la desocupación, la marcha de mercado de las materias primas y de los metales preciosos. Y con más razón, se ha mantenido al margen de los análisis y comentarios de economía política. No se trata de un capricho, sino de un desacuerdo profundo sobre cómo se informan (o, mejor, como se falsean) los datos y los indicadores económicos, y de un repudio absoluto, razonado y de base, por el pensamiento y las doctrinas económicas prevalecientes, sobre las cuales se fundan los análisis y comentarios.
La economía mundial está bien. ¿Será cierto esto?
La mayor parte de los comentaristas económicos concuerdan en que la economía mundial, al menos durante todo el 2018 y el 2019, está atravesando una fase de recuperación, y la atención se centra más bien en los efectos del neo-proteccionismo americano del presidente Trump. Como mucho, hay alguna que otra incertidumbre con respecto a los índices bursátiles.
El Dow Jones, que es el principal índice de la bolsa estadounidense, a principios del 2009 había caído hasta ubicarse en un nivel próximo a 7'000. En cuatro años, éste duplicó su valor, recuperando todas las pérdidas sufridas desde el 2007. Luego subió, y en cinco años pasó de 14'000 a 26'600. En este último período ha vuelto a descender, y ahora se ubica en torno a 23'500. Básicamente, se observa un comportamiento similar en los otros parámetros bursátiles. ¿Acaso se trata de pequeñas e inevitables correcciones, de índices que han corrido sin pausa y ahora, por así decir, se han quedado un poco “sin aliento”? O por el contrario, ¿se trata de las primeras señales de un derrumbe, que preanuncian una gran corrección, similar a la que devino en el otoño del 2008? Como resulta obvio, las siguientes consideraciones, volcadas en este sitio, no están orientadas a brindar asesoramiento para inversiones financieras, sino a entender si hay elementos que hagan presagiar una nueva y gran crisis económica.
Al comentar estas oscilaciones, uno de los economistas asiáticos más pesimistas que me hayan sido presentados, Andy Xie, afirma (y está en lo cierto) que el panorama actual no es el de un retorno de la cotización de las acciones, pero tampoco el de un derrumbe. “El mercado accionario está inmerso en una enorme burbuja (especulativa), mucho más que en el 2007, que en el 2000 o que en 1929, a causa de una política monetaria ultra acomodaticia, que ha sido adoptada a lo largo de todo un decenio”. De una manera muy educada, Andy Xie se refiere al diluvio cotidiano de emisión monetaria que han venido implementando todos los bancos centrales de todo el mundo, a partir del 2009. “Habrá una verdadera explosión, pero ésta probablemente no se producirá en el 2018”. Por lo tanto, siguiendo está línea de pensamiento, se está madurando una crisis, la burbuja terminará explotando, pero esto será saludable y restablecerá el orden y la lógica en el sistema, y después de la gran tormenta, finalmente, se volverá a la normalidad.
Para quien escribe, Andy Xie – y los que como él piensan – también es, por tanto, un normalista sistémico, un pesimista en el corto plazo, pero optimista a largo plazo. El principio que fundamenta esta visión no es algo nuevo, es muy humano, y expresa el carácter cíclico de los acontecimientos mundanos. Es una revisión de Giambattista Vico y del inmanentismo. Es la visión de muchos, que para las previsiones económicas recurren a los gráficos, los “defensores de los cuadros” [1]. Lejos de mí subestimar el valor de estos análisis (mi abuelo perdió todo en la crisis del ’29), porque la mayor parte de éstos son correctos. Sin embargo, este pesimismo también es una reducción, y se basa sobre un asunto no demostrado: el presunto carácter circular de la historia [de lo cual se desprendería entonces el carácter circular] también, de la economía.
Emisión de moneda hasta el infinito
Aclarémoslo sin más ni más: la fe basada en la linealidad del progreso y de la expansión económica de los listados de acciones es quizás mucho más peligrosa que la charlatanería compleja y hasta un poco alquimista de los “defensores de los gráficos”. Pensar que la EC (expansión cuantitativa, en inglés quantitative easing QE, ndt) –eufemismo utilizado para indicar una emisión monetaria desmesurada, orientada a salvar a las bolsas y a los bancos, y no la economía real- el “milagro” (que milagros no hizo, en absoluto) pueda continuar hasta el infinito es algo que no se cree nadie, mucho menos los bancos centrales, el Banco Central Europeo (BCE), el británico Bank of England (BoE), el japonés BoJ, el PBC chino o el BNS suizo. Están de tal manera atrapados en títulos tóxicos, han agrandado de tal manera sus balances con papel carente de valor que, aunque se vean “constreñidos” a hablar con “lengua bífida” en las conferencias de prensa por el deber propio de sus funciones que impone la políticamente correcta “transparencia” –otra falsedad putrefacta- saben bien que con otra EC, sólo se puede morir, e incluso morir antes de lo previsto. Los únicos que aún siguen creyendo en la EC y en la linealidad del progreso de los precios de las acciones y de los mercados monetarios no son más que una patrulla de “expertos”, siempre los mismos, usados para mantener vivo el relato del optimismo. En su mayor parte, se trata de “fieles”, de economistas militantes de la EC al infinito, cueste lo que cueste [2], como los premios Nobel Paul Krugman y Joihn Stiglitz. Al igual que los soldados del ejército imperial japonés, que habiendo pasado treinta años de la guerra, se seguían escondiendo en la jungla para evitar la deshonra de la rendición, de la misma manera, los últimos keysenianos de los gastos alegres, estos reverenciados “comentaristas”, se niegan a rendirse a la evidencia, sobreviviendo, en el mejor de los casos, entre la maleza de alguna redacción económica y “progresista”. Para ellos, no hay nada que hacer, se trata de una fe laica, continúan y continuarán creyendo en ella, siempre. Si se toma el crecimiento real de la economía, depurándola de la inflación –correctamente ponderada- el mismo ha sido negativo, cuando menos desde el 2004/2005 [3]. En aquella época, con varios artículos publicados en AsiaNews, quien escribe ponía en guardia acerca de una grave crisis que estaba a punto de llegar. Por el contrario, la casi totalidad de los comentaristas, en las páginas de los grandes medios de prensa y en las redes televisivas, apaciguaba a la opinión pública afirmando que había llegado la época del desarrollo sin fin. Y luego, llegó la crisis del 2007/2008 (la cual, según dijeron, se detonó por la quiebra de Lehman Brothers). Luego de un pico negativo, con un PIB de -6% en el año 2009, el crecimiento se estabilizó en torno a un -2% anual, que se mantiene incluso hasta hoy. Aún si tomamos los datos oficiales (los cuales fueron oportunamente retocados, con un aspecto más “rosado” que el real), desde el culmen de la crisis hasta ahora, el crecimiento económico ha seguido siendo muy limitado en los EEUU (mientras que en algunos países como Italia, el mismo incluso ha sido inexistente). En efecto la EC, al compás de cientos de miles de millardos no ha servido tan sólo para hacer que repunten los mercados monetarios y bursátiles. El repunte desde el fondo de la crisis es pura apariencia, siendo que nunca antes hubo tamaña disociación entre los índices bursátiles y la economía real, y esto, precisamente, gracias a esta EC (o QE) infinita.
La BCE (sólo) ha salvado a los bancos
Sin embargo, la realidad, tarde o temprano, sale a la luz, y llegado ese punto, sólo queda preguntarse qué caprichos y sofisterías irán a extraerse de la copa del sombrero de los ilusionistas de la economía. Tomemos como ejemplo el BNS, el bastión keynesiano. Ha llegado incluso a cambiar la Constitución Federal helvética y ha vendido el oro acumulado durante generaciones por diligentes trabajadores suizos, para comprar títulos de acciones americanos y bonos de todo tipo. Es bien sabido que Keynes consideraba el oro como una reliquia de los tiempos bárbaros. Pobre, pequeña Suiza, último refugio de la civilización europea durante dos guerras mundiales atroces: serás descuartizada, ya no sirves, ni siquiera, como caja fuerte del continente. Cuando los mercados de acciones y bonos se derrumben, cuando llegues a descubrir lo que verdaderamente se oculta tras el billete de 100 francos, ¿que irá a decirte esa pandilla de ladrones que te tiene en su bolsillo y que te hace marchar ordenadamente, como un reloj?
Que nadie se consuele pensando que en otra parte las cosas son distintas, porque el BNS sirve de mero ejemplo, ya que en todas partes en así. Si se quisiese ser ecuánimes, habría muchas más cosas que recordar.
En efecto, al menos, debiéramos referirnos a la paradojal y hasta ridícula relación –que llega a ser del 250% en el caso de Japón- entre el PIB y la deuda pública. Poco importa si está toda –o casi toda- en manos de acreedores japoneses, lo que cuenta es que se trata de una deuda insostenible, que jamás será pagada.
También deberíamos hablar –y aquí, el discurso se tornaría muy largo- del dirigismo y del desequilibrio económico estructural de la Unión Soviética Europea, el Cuarto Reich modelado según las exigencias de la economía alemana, pero inevitablemente terminaríamos abriendo un capítulo político. En efecto, no podríamos dejar de referirnos a las decisiones económicas del BCE y de la Comisión Europea, que juntos, forman un gobierno conjunto “iluminado” (el lector leerá en ello lo que quiera) pero privado de toda soberanía legítima. De otro modo, resultaría imposible explicar por qué, de un lado, se han empleado cifras colosales para poner a salvo a los bancos, mientras que del otro, en los hechos, no se ha hecho más que oprimir a los pueblos del continente.
(Fin de la primera parte)
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[1] Como ejemplo, véase: Zerohedge, 03/02/2018, Similarities to 1929, 1987, 2000 & 2007 in play says Joe Friday
[2] Es la política del “whatever it takes” (cueste lo que cueste, ndt) de la expansión cuantitativa, del QE, que fuera anunciada por Mario Draghi el 26 de julio de 2012, pero que la FED de Bernanke ya había comenzado a implementar a partir del otoño de 2008.
[3] Véase http://www.shadowstats.com/alternate_data/gross-domestic-product-charts
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