Economía de Francisco: el hombre es la medida del desarrollo
Francisco pide a los jóvenes economistas y empresarios un "pacto" para un nuevo modelo económico, porque "así no podemos seguir adelante". Los tres días de Asís.
Ciudad del Vaticano (AsiaNews) - No estamos condenados a modelos económicos que centren su interés inmediato en las ganancias como unidad de medida, es más "ha llegado la hora de atrevernos correr el riesgo de fomentar y alentar modelos de desarrollo, de progreso y de sostenibilidad en los que las personas, y especialmente los excluidos, "sean protagonistas”. Esta ha sido, en síntesis, la invitación que el Papa Francisco dirigió a casi tres mil economistas y emprendedores -todos menores de 35 años- de 115 países, que participaron en “La Economía de Francesco”, el congreso online que se llevó a cabo con centro en Asís y concluyó el sábado pasado con un mensaje del Pontífice.
Hoy tuvo un pequeño eco en la audiencia que concedió Francesco a una delegación de Fairtrade International, organización que promueve ese comercio equitativo y solidario que es uno de los principios de la Economía de Francesco.
El Papa pidió a los jóvenes un "pacto" para construir un nuevo modelo económico, porque "así no podemos seguir", "es urgente reconocer responsablemente que el sistema mundial actual es insostenible" y "daña a nuestra hermana tierra, tan maltratada y saqueada, y al mismo tiempo a los más pobres y excluidos. Van de la mano: se saquea a la tierra y hay muchos pobres excluidos. Ellos son los primeros afectados y también los primeros en ser olvidados. ”El caso es que el modelo económico actual supone a los excluidos, implica formas de comercio no equitativas y acepta la explotación salvaje de la tierra. En definitiva, es depredador”.
"La gravedad de la situación actual, que la pandemia de Covid ha hecho aún más evidente, exige una toma de conciencia responsable de todos los actores sociales", porque de una crisis, ha dicho varias veces Francisco, no se sale igual, sino mejores o peores. “Después de la crisis sanitaria que estamos atravesando, la peor reacción sería caer aún más en un consumismo febril y nuevas formas de autoprotección egoísta”.
Para construir una alternativa, se plantea el problema de que falta la cultura que se requiere para “permitir y estimular la apertura de diferentes visiones basadas en un tipo de pensamiento, un tipo de política, un tipo de programas educativos, y hasta una espiritualidad, que no nos deje atrapados en una única lógica dominante". “Si hay una necesidad urgente de encontrar respuestas, es indispensable hacer que nazcan y apoyar grupos dirigentes capaces de elaborar cultura, de poner en marcha procesos, trazando caminos, ampliando horizontes, creando pertenencia ... Todo esfuerzo para administrar, cuidar y mejorar nuestra casa común, si queremos que sea significativo, requiere cambiar “los estilos de vida, los modelos de producción y consumo, y las estructuras de poder consolidadas que hoy gobiernan las sociedades”.
La crisis social y económica “no tolera que privilegiemos los intereses sectoriales en detrimento del bien común. Debemos volver un poco a la mística [al espíritu] del bien común". Es necesario "encontrarse más allá de todas las legítimas diferencias" para poder “dar vida a una nueva mentalidad cultural, y por lo tanto económica, política y social; porque no será posible emprender grandes cosas solo desde una perspectiva teórica o individual, sin un espíritu que los anime, sin motivaciones interiores que le den sentido, sin una pertenencia y raíces que den aliento a la acción personal y comunitaria”.
El objetivo es "avanzar en modelos económicos que beneficien a todos, porque el enfoque estructural y de toma de decisiones estará determinado por el desarrollo humano integral, que tan bien ha desarrollado la doctrina social de la Iglesia. La política y la economía no deben someterse a los dictados y al paradigma eficientista de la tecnocracia. Pensando en el bien común, hoy necesitamos de manera ineludible que la política y la economía, en diálogo, se pongan decididamente al servicio de la vida, especialmente de la vida humana. Sin esta centralidad y esta orientación, seguiremos prisioneros de una circularidad alienante que solo perpetuará dinámicas de degradación, exclusión, violencia y polarización”, cuando “todo programa desarrollado para incrementar la producción no tiene en última instancia otra razón de ser que el servicio a la persona”. "Su función es reducir las desigualdades, combatir la discriminación, liberar al hombre de sus servidumbres". "No basta con aumentar la riqueza común para que se distribuya equitativamente".
Como dijo Pablo VI: “El desarrollo no se reduce al simple crecimiento económico. Para ser auténtico, debe ser integral, es decir, promover a todos los hombres y a todo el hombre [...] - ¡a todos los hombres y a todo el hombre! - «Nosotros no aceptamos la separación de la economía de lo humano, del desarrollo de las civilizaciones en que está inscrito. Lo que cuenta para nosotros es el hombre, cada hombre, cada agrupación de hombres, hasta la humanidad entera»”. (FP)
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