Dios es como una familia reunida alrededor de la mesa

Francisco explicó en el Ángelus que, "Cuando escuchamos hablar de un Padre y de un Hijo nos hace sentir casa, nos hace saborear la presencia cercana, compasiva y tierna de Dios". Expresó su cercanía a los heridos del accidente de tren en Orissa: “Aseguro mis oraciones a las familias y a los heridos”.

Ciudad del Vaticano (AsiaNews)- “Podemos imaginar a Dios como una familia reunida alrededor de la mesa, donde se comparte la vida”, dijo hoy el Papa Francisco cuando se dirigió a los fieles reunidos en la plaza de San Pedro para rezar el Ángelus en la solemnidad de la Santísima Trinidad.

Comentando el diálogo entre Jesús y Nicodemo (Jn 3, 16-18) que hoy propone la liturgia, el pontífice observó que oír hablar de Dios como la relación entre un Padre y un Hijo "desarticula la imagen que tenemos de Dios". "Porque la misma palabra, 'Dios', nos sugiere una realidad singular, majestuosa y distante, mientras que oír hablar de un Padre y un Hijo nos hace sentir en casa. Por otra parte la mesa, que es al mismo tiempo un altar, es un símbolo que utilizan algunos íconos para representar a la Trinidad. Es una imagen que nos habla de un Dios comunión". Esta imagen - continuó Francisco - "nos hace saborear la presencia de Dios: una presencia cercana, compasiva y tierna. El Espíritu Santo hace con nosotros lo mismo que Jesús hizo con Nicodemo: podríamos decir que nos invita a sentarnos a la la mesa con Dios para compartir su amor. Y eso es lo que sucede en cada Misa".

Pero es también lo que revela la señal de la cruz sobre el misterio de la Trinidad, “el gesto más sencillo, que aprendimos de niños” y que el Papa invitó a hacer a los fieles que se encontraban en la plaza. “Al trazar la cruz sobre nuestro cuerpo – explicó – recordamos cuánto nos amó Dios, hasta el punto de dar su vida por nosotros; y nos repetimos a nosotros mismos que su amor nos envuelve por completo, de arriba abajo, de izquierda a derecha, como un abrazo que nunca nos abandona. Y al mismo tiempo nos comprometemos a dar testimonio de Dios-amor, creando comunión en su nombre”.

Por eso invitó a preguntarse: “¿Damos testimonio del amor de Dios o este se ha convertido en un concepto, en algo que ya hemos escuchado, que ya no moviliza ni provoca la vida? ¿Nuestras comunidades saben amar? ¿Son familias? ¿Mantenemos siempre la puerta abierta, sabemos acoger a todos como hermanos y hermanas? ¿Ofrecemos a todos el alimento del perdón de Dios y el vino de la alegría evangélica? ¿Se respira un aire de hogar o más bien parece una oficina o un lugar reservado donde solo entran los elegidos?”.

“María – concluyó – ayúdanos a vivir la Iglesia como esa casa donde se ama como en una familia, para gloria de Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo”.

Al terminar sureflexión, Francisco renovó su cercanía a las víctimas del accidente ferroviario en la India: “Les aseguro mis oraciones -dijo- estoy cerca de los heridos y de sus familias. Que el Padre Celestial acoja en su reino a las almas de los difuntos". Por último, volvió a confiar a María "los pueblos probados por el flagelo de la guerra, especialmente la querida y martirizada Ucrania".