25/07/2024, 11.42
KIRGUISTÁN
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Desgaste de la sociedad civil en Biskek

de Vladimir Rozanskij

En Azattyk, la crítica de Max Gdeorg Meier, coordinador de la Fundación Seidel, que pasó 22 años en Kirguizistán promoviendo la cooperación entre Alemania y el país postsoviético. Al pueblo kirguís nunca le han gustado los gobiernos absolutistas y opresivos", pero el creciente autoritarismo y la ley "sobre organizaciones no comerciales" están poniendo todo en su sitio.

Biskek (AsiaNews) - En una conversación con Azattyk, Max Georg Maier, coordinador de la fundación alemana que lleva el nombre del primer ministro bávaro de los años sesenta Hanns Seidel, hizo balance de sus 20 años de actividad en favor de Kirguizistán. Muy conocido entre los ciudadanos del país por su kalpak, el típico tocado kirguís, habló de la cultura y la conciencia popular de Kirguistán en tiempos de grandes cambios.

Maier observa que "el pueblo kirguís está especialmente apegado a la naturaleza, a la familia y a los mayores", lo que, incluso cuando regresan a Alemania, les lleva a tener un respeto especial por las plantas y los animales, sobre todo los caballos. En su experiencia, ha podido observar las transiciones de las últimas décadas, tras conseguir la independencia al final del imperio soviético. Comparando la experiencia de las dos Alemanias, Occidental y Oriental, señala que "incluso con todo el apoyo, sigue habiendo problemas, y nadie ha dado al pueblo kirguís tanta ayuda como nosotros hemos dado a los alemanes orientales".

El final de la URSS había paralizado todos los procesos de producción, las industrias y las fábricas se habían paralizado, y el desempleo era generalizado a todos los niveles, pero se encontraron muchas soluciones, aunque con gran esfuerzo, entre otras cosas porque "los kirguises son muy dúctiles, es una de sus mejores cualidades", asegura el experto alemán. Este año, Maier concluye su actividad en Kirguizistán, regresando a su patria después de 22 años, durante los cuales se sumergió en los valores y la cultura locales. Agradece la "gran acogida" que ha recibido y ensalza la gran energía del pueblo kirguís, sofocada en la época soviética.

La base de todas las actividades es la cultura familiar, que ayuda a afrontar cualquier dificultad, y tampoco han faltado los altibajos en la política local. Durante cinco años hubo un sistema parlamentario, sustituido más tarde por el presidencial, que subraya la necesidad de "un presidente fuerte y, al mismo tiempo, un parlamento fuerte", y las instituciones deben apoyarse en "organizaciones sociales fuertes y un sector empresarial fuerte", asegura Maier. Criticó la ley "sobre organizaciones no comerciales", la variante local de las medidas contra los "agentes extranjeros" de inspiración rusa, y por ello también hizo un llamado a las autoridades de Biskek, porque "esta ley rebaja la calificación de Kirguistán".

La ley se aprobó tras largos debates, y el comerciante alemán destaca dos aspectos: el técnico, que recuerda la primera variante similar de 1999, y los numerosos cambios posteriores, que han afectado de cerca a las propias actividades del fondo Hanns Seidel, que se ve obligado a presentar nuevos informes y balances casi todos los meses, lo que crea enormes dificultades burocráticas. Creo que hay demasiadas normas para las actividades de los extranjeros en Kirguistán, no era necesario un nuevo cambio", explica Maier.

Una cuestión aún más esencial se refiere a las condiciones en las que fundaciones como la de Maier se abrieron en Biskek, y no en Taskent o Astana: Kirguistán se presentaba como "una isla de democracia en Asia Central", un país más liberal que atraía a muchas asociaciones occidentales. Los últimos acontecimientos "han ensombrecido la imagen del país", que ahora también se presenta como un Estado autoritario, no tan diferente del vecino Tayikistán, mientras que "si se mira la historia, al pueblo kirguís nunca le han gustado los gobiernos absolutistas y opresores".

Ahora todo vuelve a estar sobre la mesa, y las numerosas empresas que mantienen relaciones con el extranjero esperan a ver cuál será su destino. Maier confía en la "fuerza de la sociedad civil kirguís", aunque actualmente parezca "bastante cansada y probada", como demuestra también la baja participación electoral en las últimas elecciones. Mientras tanto, regresa a Alemania con su esposa turca y sus 200 kalpaks, "símbolo de independencia, gran cultura y armonía con la naturaleza", confiando en el futuro positivo del pueblo kirguís.

 

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