18/02/2025, 11.16
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De Gaza a Teherán, el juego (diplomático) saudí por la supremacía en el Golfo

de Dario Salvi

Arabia Saudí en la encrucijada de varios dossieres globales, desde la guerra de Ucrania al futuro de la Franja pasando por la cuestión nuclear iraní. Bajo el liderazgo de bin Salman, el reino ha reforzado las relaciones con Trump y calmado las tensiones con Teherán. El juego de normalización con Israel y el desafío interno con Emiratos Árabes Unidos por la hegemonía en el Golfo.

Milán (AsiaNews) - De la guerra de Israel contra Hamás en Gaza a la invasión rusa de Ucrania, pasando por el juego nuclear iraní, son muchos los expedientes abiertos en la agenda política internacional, con un punto en común: las vías de mediación y los actores implicados en estos juegos parecen converger hacia Riad -donde hoy han comenzado las conversaciones entre Moscú y Washington-, que se perfila como la encrucijada de una futura configuración de la política, y de las alianzas, tanto regionales como globales. Los analistas destacan el «papel primordial» del reino wahabí y de su líder Mohammed bin Salman (Mbs), que de un tiempo a esta parte parece haberse transformado de «príncipe de la guerra» en un hombre de «estabilidad» interesado más en la economía y la mediación que en el fragor de las armas. 

Riad y el "dossier iraní"

Ataque de Hamás contra Israel; guerra rusa en Ucrania; caída del régimen de Bashar al-Assad en Siria y debilitamiento de Hezbolá en Líbano; acercamiento entre saudíes e iraníes (con mediación de China); renovada alianza entre Ankara y Qatar, con Doha acogiendo a los líderes del grupo militante que controla Gaza y estrechando lazos con Teherán, que opera entre bastidores en Yemen con los Houthis -y en los mares, empezando por Ormuz- en un intento de mantener su papel en la región. Un nuevo orden global está emergiendo, mientras bloques económicos vinculados a Rusia y China buscan nuevas vías de expansión y países como Irán y Arabia Saudí -líderes del mundo musulmán chií y suní respectivamente- se reposicionan en un marco de equilibrios inciertos.

Según fuentes de la CNN, el reino saudí se ha propuesto en las últimas semanas como «mediador» entre Estados Unidos e Irán, empezando por el dossier nuclear sobre el que le gustaría llegar a un «nuevo acuerdo» para intentar congelar el programa atómico de los ayatolás. «Al reino le preocupa», escribe la cadena de noticias estadounidense, »que Irán pueda estar más inclinado a perseguir un arma nuclear ahora que sus apoderados regionales, considerados durante mucho tiempo como un elemento de disuasión contra los ataques israelíes, se han debilitado significativamente. Riad querría aprovechar sus contactos con el presidente Donald Trump -ya en el primer mandato, las relaciones se habían estrechado tras una helada con Barack Obama y pese a la polémica por el asesinato del periodista Jamal Khashoggi en 2018- para ofrecer a Teherán un puente diplomático. 

En este sentido, no está claro si Arabia Saudí ha hecho una «oferta formal», pero es evidente el deseo de Riad de desempeñar un papel protagonista en el juego al tiempo que cuenta con mejorar las relaciones con su antiguo enemigo. Asegurarse, además, un lugar en la mesa de negociaciones para un posible nuevo acuerdo nuclear con Trump alternando entre la amenaza de las armas y la carta diplomática y, por otro lado, el Líder Supremo Alí Jamenei que la semana pasada tachó de «poco inteligentes» las conversaciones con Washington. En 2015, Riad había dado la bienvenida «oficial» al acuerdo nuclear con Irán (Jcpoa, pretendido por Obama), protestando en privado por la falta de atención del entonces inquilino de la Casa Blanca a las preocupaciones saudíes, desde Yemen a Líbano. De ahí el apoyo a Trump en la retirada del pacto nuclear que, según cuentan, había provocado una escalada de ataques houthi desde Yemen hacia territorio saudí, especialmente hacia pozos petrolíferos. 

De Gaza a "Abraham II"

Desde entonces, sin embargo, las tensiones entre Arabia Saudí e Irán se han relajado considerablemente y el bajo perfil mantenido por Riad en relación con Gaza también ha resultado decisivo en su papel mediador. En marzo de 2023, ambos países anunciaron por sorpresa la normalización de relaciones, con un acuerdo mediado por China que Riad saludó como un éxito del que recogió los frutos en la siguiente fase: cesaron los lanzamientos de misiles houthi y el reino se libró de los ataques cruzados entre Israel y Teherán el año pasado, a pesar de los temores por las instalaciones petrolíferas del Golfo. Por ello, los dirigentes saudíes consideran el actual panorama regional como una oportunidad histórica: por un lado, reforzar los lazos con la República Islámica, al tiempo que mantienen abierta la puerta a una «normalización» con Israel tras los «Acuerdos de Abraham» entre el Estado judío y los Emiratos Árabes Unidos (EAU) en la época de la primera presidencia de Trump. 

Además, un debilitamiento excesivo de Teherán no serviría a los intereses saudíes, que han recalibrado su política exterior priorizando intereses económicos que se verían perjudicados por una mayor inestabilidad. Firas Maksad, senior fellow del Middle East Institute de Washington, destaca los principios de «flexibilidad y pragmatismo» promovidos por Riad. «Señalar una voluntad de mediación entre EEUU e Irán -explica el experto- permite al reino distanciarse tácitamente de la campaña de Trump de máxima presión contra Teherán». Agitando aún más las aguas está el plan de la Casa Blanca para Gaza, con los estadounidenses -apoyados por el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu-, que quieren «tomar el control» de la Franja y expulsar a la población palestina. Una propuesta ya rechazada por los saudíes, que reiteran la solución israelo-palestina de «dos Estados». El fuerte vínculo entre la Casa Blanca y la cúpula saudí se mantiene, hasta el punto de que el propio Trump ha insinuado que Riad podría ser el destino de su primer viaje al extranjero como presidente, donde se reunirá con un Bin Salman «más sabio y maduro» que en 2017. 

El desafío con Emiratos

La posición de otro actor destacado en la región, esos Emiratos Árabes Unidos -aliados y rivales de Riad- protagonistas de la normalización con Israel durante el Trump I que, hoy, parecen sufrir la hegemonía saudí, se inserta en el juego sobre el futuro de Gaza. En un intento de reforzar el eje con la Casa Blanca (después de que Israel y Riad sean la última parada de la gira por Oriente Medio del secretario de Estado estadounidense, Marco Rubio), el embajador de Emiratos en Washington, Yousef al-Otaiba, dijo que no ve «alternativa» al plan de Trump con la expulsión de los palestinos. Al margen de la Cumbre Mundial de Gobiernos en Dubái, calificó de «difícil» el planteamiento estadounidense, pero mientras muchos buscan soluciones, «no se sabe dónde acabará». «No veo una alternativa», subrayó, “a lo que se está proponiendo” y Abu Dhabi tampoco tiene ideas diferentes.

Palabras que reflejan, quizá inconscientemente, la pérdida de liderazgo del Eau tras décadas de supremacía regional, ahora unido -si no superado- por los saudíes en términos económicos y diplomáticos bajo el impulso de «Visión 2030». Según el Informe sobre las Inversiones en el Mundo 2024 de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD), el valor de la Inversión Extranjera Directa (IED) en Emiratos asciende a 30.688 millones de dólares en 2023, frente a los 22.737 millones de dólares de 2022. Impresionante es el aumento registrado por Riad, que superó su objetivo previsto en un 16% para alcanzar los 25.600 millones USD en 2023, con entradas un 50% superiores a las de 2022. Los saudíes pretenden aumentar la cuota de comercio e inversión y se encuentran en una posición fuerte para atraer talento y empresas. Sin embargo, aunque muchas multinacionales extranjeras -como Apple, Google, Microsoft, Siemens y Persico- han abierto nuevas oficinas en Arabia Saudí, otras han optado por tener sedes separadas en Riad y Abu Dabi o Dubái. 

Un reflejo de la pugna entre saudíes y emiratíes es la posible agitación interna en el Consejo de Cooperación del Golfo (CCG), el organismo más importante dentro del mundo árabe ya marcado en los últimos años por el boicot -luego abandonado- a Qatar. La competencia entre ambos países, unida al enfrentamiento personal entre Mbs y Mbz (el presidente emiratí Mohammed bin Zayed), ha exacerbado las tensiones. La pugna complica la capacidad del organismo para adoptar políticas unificadas en asuntos y crisis regionales, lo que puede reducir su relevancia. Sin embargo, analistas y expertos creen que, aunque avanzan a distintas velocidades, los Estados del CCG han adoptado medidas comunes de integración subregional, incluidas infraestructuras como carreteras, ferrocarriles y puertos. La mayoría de las convulsiones pasadas están relacionadas con cuestiones políticas más que económicas, mientras que la cooperación más que la confrontación seguirá siendo la opción preferida para evitar graves inestabilidades. 

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