11/01/2019, 12.56
SIRIA
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Damasco, la Navidad de los niños cristianos y musulmanes: un regalo, más allá de las heridas de la guerra

de Sandra Awad*

Una fiesta de luces y sombras, entre las calles adornadas y los barrios todavía en la oscuridad por falta de electricidad. Un desfile con cantos y bailes, para reportar una felicidad olvidada a causa de conflicto. Cuando el rescate supera la discapacidad causada por el conflicto. La narración a AsiaNews de la responsable de comunicación de Caritas Siria.

 

Damasco (AsiaNews)- Una Navidad de luces y sombras, entre el deseo de dejar a las espaldas las violencias del pasado y las heridas aún abiertas de un conflicto que- esta es la esperanza de todos, cristianos y musulmanes- parece acercarse a una conclusión. Las contradicciones de una capital iluminada a fiesta y barrios sin luz eléctrica. La alegría de los niños (musulmanes), que llevan impresas sobre la piel las heridas de la guerra, por un juguete inesperado fuente de esperanza para un futuro de paz y unidad. La que cuenta las fiestas en Damasco es Sandra Awad, responsable de comunicación de Caritas Siria, casada y madre de 2 hijos.
A continuación, su testimonio. Traducción a cargo de AsiaNews.

En estas fiestas de Navidad experimenté un estado de histeria y una serie de emociones en contradicción entre ellas, que no parecía tener fin.

Un día llevé conmigo a los niños a dar una vuelta por la ciudad para ver las decoraciones de Navidad y me descubrí mirando las luces brillantes de las calles y en los balcones. Me sentí sofocar. No podía dejar de recordar la voz triste de mi marido, que me hablaba de la falta de electricidad en su laboratorio en Sahnaya, porque aquella como muchas otras áreas en la periferia de Damasco reciben- cuando va bien- electricidad por algunas horas por día.

Algunos minutos más tarde, pasamos junto a un árbol cuyos adornos- según algunas voces- habrían costado cerca de un millón de liras sirias (poco menos de 1700 euros),  o casi dos. Y también aquella sensación de sofocamiento. Hay niños que frecuentan las escuelas devastadas, otros que viven en habitaciones sin puerta, ni ventanas, sin agua ni electricidad.

De improviso, la voz alegre de mi hijo me sacó de los pensamientos oscuros: habíamos llegado donde estaba el gran árbol de Navidad. En aquel momento llegaron los participantes de un desfile de carnaval, organizada por los scout de una iglesia local. Niños y jóvenes que caminaban por la calle, sin importarles el gran frío, vestidos con uniformes especiales, banderas y cantado villancicos. Me pregunté: “Pero, ¿alguno de estos niños sabe que es el nacimiento de Jesú y no el carnaval?”

Antes de la guerra me enojaba cuando se pensaba en los aspectos más superficiales de la fiesta: qué comer, cómo vestirse, dónde transcurrir la noche, cuáles regalos comprar, olvidando que la Navidad es la celebración del nacimiento de Jesús. Luego llegó la guerra, pero ¿aprendimos algo del conflicto? Creía que la guerra hubiese tomado consigo los aspectos exteriores, ayudándonos a concentrarnos sobre los elementos más profundos.

Hace dos días, después de haber visitado a algunos parientes, una anciana señora pronunció una frase que me hizo observar las cosas de una perspectiva diversa. “¿Vió el carnaval? ¡De quitarte la respiración! Nos ha traído de vuelta la alegría. Experimentamos sin demasiada tristeza y sufrimientos en el reciente pasado”. Me quedé en silencio. La gente necesita salir del clima de la guerra y el país mismo necesita sanar las heridas e ir adelante.

En medio de estas miles contradicciones, junto a los colegas de Caritas decidí visitar algunas familias necesitadas en los barrios de Kashkool y Jaramana, para darles una pequeña ayuda en ocasión de la Navidad. Para la última familia (en la Foto, musulmanes originarios de la provincia de Alepo) había quedado un juego para dar a los hijos varones (un Meccano) y una muñeca para la niña de dos años.

Cuando llegamos nos dimos cuenta de cuánto fuese equivocado el Meccano, porque dos de los 3 hijos varones tenían gravísimas quemaduras a causa de la guerra; uno de ellos perdió los dedos por las quemaduras, por lo tanto no podría usar el juguete. No obstante esto, tendrían que ver sus rostros: eran más bellos que cualquier decoración de Navidad en las calles de Damasco.

Más tarde, de su mamá ,supimos que jamás habían recibido un regalo antes de ahora. Por esto, con algunos amigos, me prometí llevarles algo más adecuado para ellos. El día después les llevamos un balón y una pizarra especial. Era la vigilia de Navidad, no teníamos más tiempo para otra visita; le pedimos a la madre que viniese al inicio de la calle, para poder darle los regalos para que ella se los diese a sus hijos

Imprevistamente la vimos llegar con los niños, que querían mostrarnos su sorpresa. Uno de los hijos, con discapacidades, había creado una máquina con el Meccano. Nos mostraban el juego como si fuese un trofeo, con los ojos que le brillaban por el orgullos, la alegría, la enorme felicidad… Estos ojos brillantes habían encendido la luz (de Navidad) y solo en aquel momento me sentí invadida por una gran calma, que había ahuyentado la histeria de los días precedentes.

* Responsable de comunicación de Caritas Siria
 

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