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MYANMAR
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Cuatro años en la oscuridad: la guerra aún sin resolver en Myanmar

de Alessandra De Poli

El régimen birmano ha prorrogado de nuevo el estado de emergencia, pero su control sobre el país se diluye: las milicias étnicas y las fuerzas de resistencia han reconquistado más de 95 ciudades, mientras la ONU denuncia crímenes de guerra y el riesgo de una crisis inminente. Aunque también mantiene un diálogo con las milicias étnicas, China sigue siendo el principal apoyo de los generales.

 

Yangon (AsiaNews) - El ejército birmano prorrogó ayer por otros seis meses el estado de emergencia, prolongando una guerra civil que comenzó con el golpe militar de hace cuatro años. Las milicias étnicas y otras fuerzas de resistencia, las Fuerzas Populares de Defensa (FDP), han reconquistado amplias zonas del país, sobre todo a lo largo de las fronteras, mientras que el ejército sólo conserva el control sobre el 21% del territorio, en particular las zonas más densamente pobladas y algunas ciudades clave.

Según el Myanmar Peace Monitor, 95 ciudades de todo el país vuelven a estar bajo el control de la resistencia, que en algunos casos ya ha establecido nuevas administraciones locales, redibujadas según las líneas étnicas de los grupos que luchan contra la junta militar.

Los generales también reafirmaron ayer su intención de celebrar elecciones a finales de año, subrayando, sin embargo, que aún no se dan las condiciones para una votación libre y democrática. Sin embargo, según los analistas, las elecciones convocadas por la Junta nunca serán realmente libres, sino que representan más bien un intento del ejército de consolidar su poder en un momento de extrema debilidad. Si realmente se celebraran, probablemente serían el resultado de una nueva escalada de violencia.

La decisión de celebrar elecciones, aunque sólo sea en apariencia, ha contado hasta ahora con el apoyo de China, que también mantiene un diálogo con las milicias étnicas, pero sigue siendo el principal valedor del régimen birmano. Los intentos de alto el fuego con mediación de Pekín no han resistido hasta ahora la prueba del tiempo, porque el apoyo chino a la junta está dictado únicamente por intereses estratégicos y comerciales. Myanmar alberga infraestructuras cruciales para la Iniciativa de la Franja y la Ruta. En las últimas semanas, Pekín ha intervenido con más decisión, pero principalmente para proteger a sus propios ciudadanos, víctimas de los centros de estafa en línea que han proliferado a lo largo de la frontera con Tailandia.

En los últimos cuatro años, el régimen militar ha sido culpable de graves crímenes contra la población civil, según ha informado el Mecanismo de Investigación Independiente de las Naciones Unidas para Myanmar (IIMM), destacando cómo la impunidad generalizada sigue alimentando la violencia. «Los ataques aéreos cada vez más frecuentes e indiscriminados, los bombardeos de artillería y de aviones no tripulados han matado a civiles, han obligado a miles de personas a huir de sus hogares y han destruido hospitales, escuelas y lugares de culto», afirma el organismo internacional, que añade que las milicias étnicas también son responsables de graves abusos, como violaciones, asesinatos y torturas.

Naciones Unidas, en un reciente informe sobre la situación en Myanmar cuatro años después del golpe, describió el país como aquejado de una «policrisis», una crisis multidimensional sin precedentes. El año 2025 promete ser aún más difícil: casi la mitad de la población vive ahora por debajo del umbral de pobreza y 3,5 millones de personas están desplazadas sin acceso a servicios esenciales.

Desde 2020, el producto interior bruto se ha contraído un 9%, la moneda se ha hundido hasta tal punto que las importaciones son insostenibles y la inflación ha superado el 25%, echando por tierra los avances económicos logrados en la década anterior al golpe. En algunas regiones, el precio del arroz ha aumentado un 47%.

Especialmente crítica es la situación en el estado de Rakhine, recientemente escenario de encarnizados enfrentamientos entre el ejército y las fuerzas de la resistencia, que casi han reconquistado todo el territorio. Según las previsiones, la producción local de alimentos sólo podrá cubrir el 20% de las necesidades de la población en 2024, lo que expone a la zona al riesgo de una grave hambruna.

 

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