23/10/2024, 17.30
VATICANO-CHINA
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Cuatro años de renovada confianza "por el bien de la Iglesia y del pueblo chino"

de Gianni Criveller

El comentario del director editorial de AsiaNews, el p. Gianni Criveller, sobre la renovación del Acuerdo entre Roma y Beijing para el nombramiento de obispos. "La sobriedad con la que se ha comunicado demuestra la conciencia de los problemas de fondo, que siguen siendo graves. Después de la crisis de 2023, China evitó tirar de la cuerda hasta cortarla y hoy el clima parece haber mejorado. Renunciar al camino estrecho del diálogo no aportaría ningún beneficio".

 

Milán (AsiaNews) - Beijing y Roma anunciaron ayer que el Acuerdo provisional sobre el nombramiento de obispos entre la Santa Sede y la República Popular China - firmado en 2018 y renovado en 2020 y 2022 - se ha prorrogado por cuatro años. La novedad más significativa es la extensión del número de años, que ya no son dos sino cuatro. Es un compromiso: quizá China hubiera preferido una confirmación definitiva; quizá la Santa Sede hubiera preferido renovarlo por dos años. El acuerdo no se modificó ni se hizo público, aunque probablemente el Vaticano hubiera preferido 'mejorarlo' y hacerlo público. De hecho, es sabido que la idea de la Santa Sede es que el acuerdo sea un punto de partida y no de llegada, y que abra el camino para mejoras y avances. Y el "secretismo" juega, por el contrario, a favor de representaciones equívocas del acuerdo por parte de los responsables de la política religiosa; en el pasado las hubo y obligó a la Santa Sede a emitir una nota "aclaratoria" sobre el registro civil del clero el 28 de junio de 2019. Y la necesidad de mejorar el acuerdo, o de clarificarlo, resultó especialmente evidente tras el grave incidente del 4 de abril de 2023, cuando el obispo Shen Bin fue trasladado a Shanghai sin el consentimiento del Papa. En aquel momento la Santa Sede también intervino con un comunicado inusualmente duro.

En los últimos meses algunos dignatarios de la Santa Sede y el propio Francisco habían expresado cierta confianza: el diálogo se había reanudado y estaba dando algunos frutos positivos. Por tanto, nos parece que, tras la grave crisis de 2023, China ha evitado tirar de la cuerda hasta romperla. Y que las palabras del comunicado del 22 de octubre sobre los "consensos alcanzados para una aplicación fructífera" pueden referirse a esto.

Como ya anunció AsiaNews, en las próximas horas se espera otro nombramiento: Mateo Zhen será obispo coadjutor de Beijing y la ordenación está prevista para el 25 de octubre. El obispo de Beijing, Li Shan, tiene sólo 59 años. Tal vez padece algún problemas de salud, tal vez está muy ocupado como presidente de la Asociación patriótica, tal vez  Mons. Zhen, que sólo tiene 54 años y habla inglés, está más preparado para los contactos internacionales. En cualquier caso, este nombramiento blinda, por así decirlo, a la diócesis de Beijing durante al menos 20 años.

Es difícil saber si los resultados obtenidos hasta ahora con el acuerdo son satisfactorios. Son suficientes para el Vaticano, pero no para aquellos que hacen notar que hay treinta diócesis, un tercio del total, que siguen sin obispo. El acuerdo tiene un solo tema, y ​​está precisamente centrado en la preocupación de la Santa Sede de ofrecer a los fieles católicos, si no libertad, por lo menos una conducción pastoral y de gobierno conforme a la tradición de la Iglesia.

Quizás por eso - a menos que nuestra interpretación sea errónea -  el comunicado de la Santa Sede y las intervenciones oficiales del Vaticano son más sobrias y prudentes que en las tres ocasiones anteriores (2018, 2020, 2022). Se habla de "consultas y evaluaciones oportunas" que precedieron a la renovación: ciertamente han llegado hasta la Santa Sede las dudas expresadas dentro y fuera de China sobre el funcionamiento del acuerdo.

Sin duda el Papa Francisco está personalmente involucrado en el proceso que condujo a este acuerdo y conoce sus límites e incluso sus riesgos, como lo ha manifestado claramente en algunas entrevistas. Sin embargo, no renuncia a tener confianza en la bondad del diálogo y sigue convencido de que algún día dará frutos. Creo que el Papa no se detiene ante las dificultades porque quiere ganar en generosidad a sus interlocutores, contando con la lealtad de los hombres de buena voluntad y con la dignidad común de la humanidad.

No obstante, sigue habiendo graves problemas. Permítaseme recordar algunos: la libertad religiosa y política; la aplicación, a menudo severa, de normas que limitan la práctica de la fe; obispos y sacerdotes no deseados que se mantienen bajo vigilancia y se les impide circular libremente; la retórica de la sinización que hace estragos en todos los discursos eclesiales públicos; la política de reducción del número de diócesis y la reestructuración de sus fronteras en función de las necesidades administrativas, pero en detrimento de las prerrogativas papales; la formación de los obispos, presbíteros y laicos. Para dar un ejemplo concreto: los obispos de primer nombramiento procedentes de todo el mundo se reúnen en Roma para unas semanas de formación y confraternización entre ellos, pero los obispos chinos están excluidos.

Nadie puede pensar que un acuerdo puede resolver por sí solo problemas tan graves. Estoy convencido de que la Santa Sede es consciente de ello y hubiera deseado una negociación sincera que aportara mejoras e incluir otras cuestiones importantes para una vida eclesial libre, como la apertura de una presencia estable en Beijing.

La regularización de las relaciones diplomáticas es un tema que se menciona ocasionalmente pero que sigue siendo extremadamente delicado, ya que afecta al destino de Taiwán. Nos sorprendió positivamente el hecho de que el Papa haya enviado al cardenal emérito de Hong Kong, John Tong, como su representante al Congreso Eucarístico en Taiwán, que tuvo lugar en Kaohsiung el 5 de octubre. En un momento delicado para el futuro de la isla, este gesto puede significar que para la Santa Sede Taiwán no es una herencia molesta ni un obstáculo, sino una realidad, también eclesial, que merece respeto y consideración.

El diálogo con Beijing continúa. No es un compromiso fácil ni las alternativas ofrecen mejores garantías. La Santa Sede parece convencida de que renunciar al camino estrecho del diálogo y el acuerdo no reportaría ninguna ventaja. Nosotros, que amamos a la Iglesia y seguimos al Papa, tenemos la esperanza de que los próximos cuatro años de acuerdo sean para "el bien de la Iglesia católica en el país y de todo el pueblo chino".

 

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