Corea, el trabajo puede matar a los migrantes. Pero también dar nueva vida
Gwangiu (AsiaNews) - La historia personal que ha obligado a dejar su propio país son muy dramáticas, pero también puede traer una luz de esperanza. Es el caso de los tres ejemplos que el p. Mauricio Giorgianni, misionero Oblato de María Inmaculada, propone en el cierre de su análisis sobre el trabajo esclavo en Corea del Sur. Tercera y última parte (las primeras dos se encuentran aquí y aquí).
La primera historia que me viene a la mente es la de Mario. Justamente en el primer periódo de mi empeño con los inmigrantes en Corea me llega la noticia que Mario, un trabajador filipino, estaba en una situación desesperada. Estaba recluido en su monolocal después de una jornada de trabajo muy fatigosa. Probablemente no había dormido porque estaba siempre en su trabajo. Mientras estaba cocinando algo para comer había tenido un golpe de tos y había caído al suelo. Desafortunadamente habiendo estado encendida la estufa la estancia se ha incendiado y él se ha quemado.
Siendo ilegal no está cubierto por algún seguro o asistencia médica. En aquel caso me he encontrado también con la crudeza de los dadores de su trabajo que - preocupados de ser denunciados por dar trabajo a un ilegal - no querían tener ninguna responsabilidad o dar alguna ayuda para cubrir la calamidad. Logramos hacerlo recibir gratuitamente en un hospital, pero después de unos días de agonía Mario murió por las quemaduras y por haber respirado el humo caliente. Después de la cremación decidimos enviar sus cenizas a Filipinas con algunas donaciones para la esposa y sus hijos pequeños. Después de algunos meses la esposa y los niños vinieron a Corea para agradecer a toda la comunidad, no obstante haber perdido a su marido. Aquella de Mario ha sido una experiencia que me ha mostrado la condición del migrante en Corea pero también la historia que hay dentro de cada persona.
Otra historia es la de Federico, joven filipino migrante en Corea también en forma ilegal. Una noche con la motocicleta es atropellado, quizás por culpa suya. Sin casco, ha sufrido graves fracturas. Sale del coma y retorna a su trabajo después de algunos meses, obviamente sin visa. Un día es puesto preso por la Oficina d Inmigración y deportado a Filipinas. Pocos meses después recibo la noticia de sus muertes por drogas. En la familia se vivía una situación muy triste que lo había llevado a la depresión.
Esta historia me ha hecho reflexionar sobre las necesidades de los migrantes y sobre el hecho que probablemente en las historias d los migrantes llevan su peso e historias de dificultad en el convivir, que son la razón de ser migrantes. Muchas veces la migración no es una elección libre sino forzada.
Quiero para terminar con una historia bella d Bo Eun, una graciosa vietnamita, llegada a Corea a través d una agencia matrimonial. Se casa con un coreano, un bravo marido que la ayuda y la matrícula para estudiar. Bo Eun llega a aprender bien la lengua coreana y participa en un concurso para ser policía después de muchos esfuerzos. Ahora trabaja en el Departamento de policía de la ciudad donde me encuentro y ayuda a los migrantes que tiene dificultades o sufren injusticias. La suya es la historia del migrante que llaga a ser protagonista en la sociedad que la acoge y que trabaja por el bien de una nación que no es la suya.
A decir verdad ¿no son forzados la mayoría de los migrantes?.