Concilio de Shanghai y sinización: la lectura de Shen Bin
El obispo de Shanghai se encuentra en Roma para la conferencia organizada con motivo del centenario de la primera reunión de todos los obispos chinos. "La Iglesia es una, pero su desarrollo en China debe estar en sintonía con el gran renacimiento de la nación china". Card. Parolin: "La comunión con el pontífice es garantía de una fe libre de intereses políticos externos". Card. Tagle: "Puede haber incomprensiones, pero nunca somos indiferentes al camino de los católicos chinos".
Roma (AsiaNews)- Compartir una reflexión sobre la importancia de un acontecimiento histórico que tuvo lugar hace cien años, pero con la mirada puesta en los desafíos actuales. Comenzando por la candente cuestión de cómo entender la "sinización" de las religiones, un tema sobre el cual el presidente Xi Jinping insiste desde hace tiempo en su política religiosa. Este fue el punto central de la conferencia organizada por la Pontificia Universidad Urbaniana y la Agencia Fides con motivo del centenario del Concilio de Shanghai, el primer concilio que reunió en 1924 a los obispos y prefectos apostólicos que había en China en aquel momento. Un encuentro cuya importancia también fue destacada hoy por el Papa Francisco con un mensaje en vídeo.
Había mucha curiosidad por la primera presencia oficial en Roma del actual obispo de Shanghai, Mons. Joseph Shen Bin, que estuvo en el centro de las tensiones el año pasado por la decisión unilateral de Beijing de transferirlo a la sede episcopal china más importante, posteriormente subsanada con el nombramiento por parte del Papa Francisco. Junto a él participaron en la conferencia algunos autorizados representantes del mundo académico y eclesial de la República Popular China, que aportaron a la jornada de estudio su visión sobre lo ocurrido hace cien años, pero también sobre la relación entre la "inculturación" de la fe que propicia la doctrina de la Iglesia y la "sinización", dos ámbitos que se presentaron como dos círculos entrelazados con puntos de encuentro pero también con ámbitos diferentes entre sí. Ámbitos que es necesario - como subrayó esta tarde en las conclusiones el card. Luis Antonio Tagle, pro-prefecto del Dicasterio para la Evangelización - hacer dialogar en la perspectiva de la fraternidad, para no caer en el riesgo de alimentar "nuevas clausuras autorreferenciales". "La historia de los hermanos chinos tienen algo importante para mostrar a la Iglesia universal - añadió el cardenal Tagle -. Puede haber incomprensiones, pero nunca tibiezas con respecto al camino de la Iglesia en China".
En su intervención Mons. Shen Bin se refirió a las intuiciones de hace un siglo sobre la necesidad de que la Iglesia en China tome distancia del "patronato colonial", pero también a las resistencias que encontró ese proceso. Recordó que entre los primeros seis obispos chinos ordenados por Pío XI en 1926 se encontraba «el obispo Zhu Kaimin, de la diócesis de Haimen, en la provincia de Jiangsu (de la que él mismo era obispo antes de ser trasladado a Shanghai ndr). Así que nosotros, en la diócesis de Haimen, nos beneficiamos muy pronto del Concilio de Shanghai". Sin embargo, aquel cambio "no fue inmediato y radical en la Iglesia en China" debido a las fuertes resistencias. “En el momento de la fundación de la República Popular China (en 1949), sólo 29 de las 137 diócesis de China tenían obispos chinos, y sólo 3 de los 20 arzobispos eran chinos. La Iglesia católica en China no se había liberado realmente de las potencias extranjeras para convertirse en una obra dirigida por cristianos chinos, y todavía no había logrado quitarse la etiqueta de 'religión extranjera'".
Y ¿qué dice hoy la experiencia del Concilio de Shanghai a la Iglesia en China? El obispo de Shanghai se refirió a "la fidelidad al Evangelio de Cristo" en el desarrollo de la Iglesia en China. Mons. Shen Bin afirmó que incluso "después de la fundación de la nueva China en 1949, la Iglesia en China siempre ha permanecido fiel a su fe católica, a pesar del gran compromiso de adaptarse constantemente al nuevo sistema político". El obispo de Shanghai, sostuvo que la misma "política de libertad religiosa que aplica el gobierno chino no tiene ningún interés en cambiar la fe católica", sino que sólo espera que el clero y los fieles "defiendan los intereses del pueblo chino y se liberen del control de potencias extranjeras”. Ya en el momento de la fundación de la Asociación Patriótica - argumentó el prelado - el Partido expresó "comprensión respecto de la necesidad de que los católicos chinos estuvieran en comunión con Roma en cuestiones espirituales", a condición de que los contactos "no fueran contra los intereses del pueblo chino, que no violaron la soberanía de China y que el Vaticano cambiara su política de hostilidad hacia China". Y hoy el estatuto del Consejo de Obispos chinos, en su artículo 4, afirma expresamente que se basa "en la Sagrada Escritura y en la Tradición, en el espíritu de que la Iglesia es una, santa, católica y apostólica, y en el espíritu del Concilio Vaticano II".
Pero al mismo tiempo el desarrollo de la Iglesia en China - prosiguió Mons. Shen Bin - "debe seguir una perspectiva china". Citando el evangélico "Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios", atribuyó los problemas que afrontó la comunidad católica en China en el siglo XX al modelo occidental de relación entre la Iglesia y el Estado. “Algunos misioneros - dijo - tenían un fuerte sentido de superioridad cultural europea e incluso tenían la intención de utilizar la religión cristiana para cambiar la sociedad y la cultura chinas, a lo que inevitablemente muchos chinos se oponían e incluso detestaban”.
Para el obispo de Shanghai, cerrar hoy esta fractura significa aceptar que el desarrollo de la Iglesia en China debe "estar en consonancia" con el "gran renacimiento de la nación china a nivel global, con una modernización al estilo chino" como la que está llevando a cabo su gobierno. La Iglesia católica en China "debe avanzar en la misma dirección, siguiendo un camino de sinización que esté en consonancia con la sociedad y la cultura chinas actuales. A menudo - añadió - decimos que la fe no tiene fronteras, pero los creyentes tienen su propia patria y una cultura que nació en su propia patria".
En esta dirección se orienta también la inmersión en la cultura tradicional china, que el Concilio de Shanghai había previsto pero no llevó a cabo: "Explorar el uso de la cultura tradicional china en la expresión de la fe católica - enumeró Mons. Shen Bin -; apoyar la adopción de estilos tradicionales chinos en la arquitectura de las iglesias, el arte y la música; integrar elementos de la cultura tradicional china en la liturgia de la Iglesia".
Por su parte, el cardenal secretario de Estado Pietro Parolin, en el otro discurso central, repasó la profecía de la visión que llevó adelante el entonces delegado apostólico Mons. Celso Costantini, que convocó y dirigió el Concilio de Shanghai teniendo en cuenta las susceptibilidades respecto de "la excesiva dependencia del componente extranjero de la misión", que estaban madurando en la Iglesia católica y a las que había dado voz la carta apostólica Maximum Illud de Benedicto XV en 1919. “La intención del Delegado Apostólico - como la nuestra hoy - ciertamente no era instruir un juicio contra la historia - observó el Card. Parolin -. Con equilibrio, reconoció el mérito de muchos misioneros extranjeros que, con verdadero sentido de caridad y dedicación, habían llevado el Evangelio a China y habían trabajado por el desarrollo social de su pueblo. Sin embargo, también reconoció que la 'ayuda humana' que ofrecieron las potencias extranjeras había supuesto un peso moral pasivo en la economía de la evangelización".
El Secretario de Estado vaticano reconoció la dura resistencia que enfrentó el Concilio de Shanghai para su implementación. Recordó que el mismo Mons. Costantini "siempre reaccionó con amplitud de miras a los ataques: ocurrirá lo mismo que con la Rerum Novarum - escribió en 1926 - que al principio no encontró el favor de algunos viejos círculos católicos. Los viejos círculos desaparecieron y la Rerum Novarum se convirtió en la venerada e indiscutida carta magna de la sociología cristiana".
Parolin señaló también la muy estrecha relación entre la inculturación de la Iglesia en China, la indigenización del clero y el vínculo con el sucesor de Pedro. No es casualidad - observó - que Pío XI quisiera que los primeros obispos chinos fueran ordenados en Roma, en San Pedro. “Precisamente esa comunión - explicó - era la mejor garantía de una fe liberada de intereses políticos externos y firmemente anclada en la cultura y la sociedad locales”.
En esta misma dirección iba la otra gran directriz de Mons. Costantini: su intento (que quedó inconcluso) de establecer un diálogo directo con las autoridades del país, sin la intermediación de otras potencias. En sus intenciones - siguió diciendo el Secretario de Estado vaticano - era la otra cara del mismo esfuerzo de inculturación. Un tema que lleva a las cuestiones que todavía están pendientes en la relación entre la Santa Sede y el gobierno de Beijing. Después del Acuerdo de 2018 sobre el nombramiento de obispos - que se encamina hacia la tercera renovación el próximo otoño, aunque con una aplicación nada sencilla - hay otras cuestiones que siguen abiertas. “Siempre es difícil hacer predicciones – dijo el Card. Parolin cuando respondió a las preguntas de los periodistas -. Nosotros deseamos desde hace mucho tiempo poder tener una presencia estable en China, aunque inicialmente no tenga la forma de una representación pontificia, de una nunciatura apostólica. Nuestro objetivo es aumentar y profundizar nuestros contactos, la forma puede ser diferente”. También se están discutiendo las modalidades de "reconocimiento de las conferencias episcopales", de modo que incluya a todos los obispos chinos. Pero es un tema que todavía se está trabajando".
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