Con la guerra contra Hezbolá, Netanyahu fomenta las divisiones entre cristianos y chiítas
Divididos sobre el conflicto entre el Partido de Dios y el Estado judío, los movimientos y partidos se muestran compactos en la defensa de la soberanía territorial. Siguen creciendo la emergencia humanitaria y la escalada de desplazados, pero también se multiplican los gestos de solidaridad. Un analista político habla de una "guerra de religión", alentada por el primer ministro israelí, que apunta a dividir la sociedad y el mosaico libanés.
Beirut (AsiaNews)- “Son 10.452 kilómetros cuadrados, ni un solo pedazo de tierra menos”. Esta frase escrita en una pequeña ventana superpuesta aparece desde hace algún tiempo de forma permanente en la pantalla del canal de televisión de la cadena OTV, que forma parte del Movimiento Patriótico Libre (CPL) del ex presidente libanés (y último, dado que la sede sigue vacante desde hace casi dos años) Michel Aoun.
La frase está dirigida, en primer lugar, a Israel. Y significa que si bien el CPL - como muchas otras personalidades y partidos - repudian la guerra abierta que Hezbolá le ha declarado desde octubre de 2023, en detrimento de todo el Líbano y desafiando cualquier autoridad oficial, al mismo tiempo se opone y se opondrá a cualquier propósito israelí de anexar cualquier parte del territorio libanés con el pretexto de defender la seguridad del Estado judío. En este sentido, la fotografía de la bandera de Israel flameando en la localidad fronteriza de Maroun el-Ras que publicó ayer el ejército de Israel (FDI), no tranquilizó a la opinión pública. Al contrario, muchos se alegran de la resistencia opuesta al avance del ejército israelí, que pretende liberar a los libaneses del fuerte control del partido chiita, pero que en realidad desde el 23 de septiembre ya ha dejado en el país 2.000 muertos y 10 mil heridos, y arrojado a los caminos a 1,2 millones de personas.
“Algunos funcionarios israelíes han hablado de su intención de volver a ocupar el Líbano hasta el río Awali, donde supuestamente se encuentra la tumba de un profeta del Antiguo Testamento”, explica a AsiaNews un cauto analista político que prefiere mantener el anonimato. “Con Benjamín Netanyahu la guerra está tomando un cariz cada vez más religioso”, continúa. “La destrucción sistemática de algunas ciudades del sur y de los suburbios de Beirut - sigue diciendo - sugiere que Israel quiere desplazar por la fuerza a la población chiíta y remodelar la demografía del Líbano. Además, el diputado Jamil Sayed considera que esta guerra no se libra contra Hezbolá sino contra los chiítas. Este es un plan preestablecido". Al mismo tiempo, concluye, “creo que Israel está tratando de sentar las bases para un futuro conflicto sectario entre las comunidades chiíta y cristiana en el Líbano. De hecho, los lugares de refugio de los desplazados son sobre todo las regiones cristianas".
Órdenes de evacuación
En el plano de la emergencia humanitaria, las órdenes de evacuación del ejército israelí que afectan a decenas de aldeas libanesas en la región al sur del río Awali - que ha quedado vedada para la población - han conmocionado y herido profundamente a las poblaciones afectadas. Se han dado garantías verbales de que este desalojo es temporal, pero los libaneses, que abandonan sus hogares y bienes con el corazón herido, saben que el Estado judío es un maestro en el arte de la desinformación. Huelga decir que, desde el punto de vista logístico, los bombardeos diarios y el desplazamiento de un número tan elevado de personas están provocando una crisis humanitaria sin precedentes en el País de los Cedros, al que ha tomado por sorpresa su enorme magnitud.
Ghassan A, botones de una empresa de medios de comunicación en Akkar (norte del Líbano), está alojando a 20 miembros de la familia de su esposa provenientes del sur del Líbano. “Realmente no es un buen momento”, dice el hombre, que acaba de ser padre por primera vez y piensa en el invierno que se acerca. La ayuda internacional ha comenzado a llegar, pero se destina a las instituciones oficiales y a los centros de acogida que se organizaron apresuradamente. En consecuencia, a los desplazados que se han refugiado en la casa de familiares o en casas particulares se les niega esta ayuda por falta de "visibilidad". Además, el flujo de desplazados aumenta día a día, sobre todo en Beirut, donde vive casi la mitad de los nuevos sin techo y donde los complejos de viviendas de bajo costo construidos por Hezbolá - y desprovistos de interés militar - han sido demolidos por pura venganza.
Pero el reguero de sangre y sufrimiento que deja la milicia chiíta no se detiene allí. En la capital, hombres del movimiento Amal requisaron por la fuerza las escuelas cristianas. Aunque los ejemplos de acogida espontánea compensan esta mancha negra. En efecto, "más allá de los desacuerdos políticos, este éxodo interno ofrece al país muchas y valiosas oportunidades de inclusión", explica el padre Elias Chataoui, sacerdote greco-católico director de una escuela de la capital. Un ama de casa de 58 años, que habló con AsiaNews bajo condición de anonimato, cuenta el miedo que se apoderó de su barrio cuando llegó a su edificio una familia muy religiosa, cuyas mujeres se cubrían con velos negros de pies a cabeza. Elijah, que sólo quiso dar su nombre de pila, dice que en su aldea cristiana cerca de Beirut nadie ha querido alquilar a personas desplazadas por miedo a dar cobijo a un líder de Hezbolá y convertirse en blanco de un ataque israelí. Por último, la gente también teme que los desplazados se instalen de forma permanentemente.
Las líneas rojas
En la región fronteriza, sin embargo, hay ciudades y pueblos cristianos que siguen viviendo a salvo de los bombardeos. Es el caso de la localidad de Rmeich, de mayoría cristiana, que ayer recibió un convoy de la asociación Solidarity escoltado por el ejército y puesto bajo vigilancia de la Unifil. Rmeich ha quedado al margen de la guerra gracias a la vigilancia ininterrumpida que llevaron a cabo durante el último año los hombres de la ciudad para mantener alejados de su perímetro a los milicianos. Ambas partes también siguen respetando las “líneas rojas”, sin duda como elemento disuasivo recíproco. El aeropuerto de Beirut, por ejemplo, sigue funcionando, aunque la única aerolínea que opera vuelos es la nacional, MEA, del mismo modo que Hezbolá no ha causado molestias a la plataforma petrolera israelí de Karish.
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