07/02/2022, 11.38
RUSIA
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Chechenia, el punto neurálgico de Moscú

de Vladimir Rozanskij

El Kremlin oculta un encuentro entre Putin y Kadyrov. El zar ruso parece incapaz de contener los excesos islamistas del sátrapa checheno. En Chechenia, un juez federal y su familia han quedado bajo a mira por las denuncias de tortura en las cárceles locales.

Moscú (AsiaNews) – Entre sus viajes a Beijing y el despliegue bélico en la frontera ucraniana, el presidente ruso Vladimir Putin se ve obligado a vigilar el interior del país. En el último tiempo, Chechenia, la república caucásica de la Federación Rusa, registra un nuevo estado de ebullición debido a los conflictos internos y externos. En las tensiones se vislumbran peligrosas derivas hacia el fundamentalismo islámico, empezando por su propio presidente, Ramzan Kadyrov, de 45 años, hijo del héroe deportivo y militar Akhmad, el presidente de las guerras post soviéticas muerto por una explosión en 2004.

Putin y Kadyrov se reunieron en los últimos días en un formato semi secreto. Hubo escasos comunicados referidos a los lugares y contenidos de sus "sesiones de trabajo". Hace días que Chechenia está sacudida por el escándalo que rodea a la familia Jangulbaev, cuyos ancianos padres, magistrados, salieron en defensa de los derechos y en apoyo de su hijo Abubakar, el fundador de un "comité antitortura" para denunciar la violencia en las cárceles chechenas.

La madre de Abubakar fue secuestrada en Nizhni Nóvgorod y deportada a Grozni. En las plazas de la capital chechena se despliegan manifestaciones que piden la ejecución de estos "enemigos del Islam", cuyas cabezas ha prometido "cortar" el diputado Adam Delimkhanov, miembro de la Duma Moscú y estrecho colaborador de Kadyrov. Los demás familiares de Jangulbaev no tuvieron más remedio que renegar de sus parientes, para evitar represalias. 

Muchos se preguntan cómo es posible que en Rusia se admita tal nivel de violencia y fanatismo, y por qué el presidente Putin no interviene, al menos, para calmar los ánimos. Varios diputados de la Duma plantean interrogantes sobre el tema. Los medios de comunicación y algunas organizaciones humanitarias presentaron denuncias ante el Ministerio Público y en la justicia, solicitando verificar la legitimidad de las medidas adoptadas por el sátrapa checheno, que aparentemente quiere introducir un código religioso-totalitario en lo que debería seguir siendo, al menos en apariencia, un estado de derecho.

Como comentó el politólogo ruso-checheno Abbas Galjamov en Currentime.tv, "lo más llamativo es el silencio del Kremlin sobre las reuniones con Kadyrov, que la prensa de Grozni anunció con bombos y platillos, y que Moscú sólo confirmó varios días después. En estos casos, los perdedores fingen que no ha pasado nada, mientras que los ganadores se dedican a hacer propaganda. Es evidente que Kadyrov siente que ha ganado esta partida". La victoria habría consistido en resistirse a las órdenes de Moscú, reivindicando el derecho a llevar a cabo acciones tan sensacionalistas como detener a un juez federal, secuestrar a su esposa y amenazar de muerte a su familia.

Putin no ha conseguido encauzar a su leal Kadyrov, lo que se interpreta como un signo de debilidad del presidente ruso. Algunos comentaristas observan que quizás Kadyrov sea más útil para Putin que viceversa. En la guerra con Ucrania, lo que se teme no es tanto la invasión, sino las llamadas "acciones híbridas", asaltos de mercenarios en el Donbass y otras regiones como Járkov o Sumi, cerca de la frontera. Es bien sabido que los mercenarios de estas operaciones sucias son reclutados en gran medida entre los chechenos, con el apoyo del gobierno republicano.

En realidad, Putin está arriesgando mucho con el conflicto en Ucrania, y no sólo a nivel internacional, sino también en la dialéctica interna. La oposición fue aniquilada durante todo el año pasado, con la detención de Navalny en febrero y las elecciones “amañadas” en septiembre. Sin embargo,  la guerra ucraniana, con sus costos e incertidumbres, podría dar un nuevo impulso a los disidentes y extender los sentimientos negativos entre la opinión pública.

Kadyrov aprovecha estas contingencias para consolidar su poder local y su influencia en la política rusa a nivel federal. Además, Chechenia fue un punto crucial en la época soviética, enclave del tráfico clandestino y de conexiones mafiosas, y se dice que gran parte del "tesoro" monetario del Partido Comunista soviético se ocultaba en estos valles caucásicos.

El único comentario del inefable vocero del Kremlin, Dmitrij Peskov, fue que "la venganza es una tradición en Chechenia, aunque no esté muy de acuerdo con la legislación rusa". Tanto en Grozni como en Moscú, las amenazas y las represalias son excelentes elementos disuasorios para ocultar todo tipo de pecados.

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