02/01/2023, 14.28
SIRIA-TURQUÍA
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Cerca de 3.800 muertos en 2022, la cifra más baja desde que comenzó el conflicto sirio

Según el informe elaborado por el Observatorio Sirio de Derechos Humanos, en más de una década el saldo es de casi medio millón de víctimas. Entre ellas, 1.627 civiles, de los cuales 321 eran niños y 209 murieron por minas antipersonas o bombas sin explotar. Para el director Rami Abdel Rahman son resultado del "caos" y la "falta de seguridad".

Damasco (AsiaNews) - Cerca de 3.825 personas murieron en Siria en 2022 como consecuencia del conflicto civil, una cifra que -aunque considerable- es la cifra más baja desde los primeros disturbios que comenzaron con la Primavera Árabe en marzo de 2011 y luego derivaron en una guerra subsidiaria entre potencias regionales y globales. Estos son los resultados que presenta el informe elaborado por los expertos del Observatorio Sirio de Derechos Humanos, una ONG con sede en Reino Unido y  una densa red de informantes sobre el terreno que es una de las fuentes más reconocidas y reproducidas en los últimos años de violencia en el país árabe. En más de una década ha muerto casi medio millón de personas, y la guerra ha hundido la economía y destruido gran parte de las infraestructuras.

Según el Observatorio, el presupuesto se ha reducido desde que terminaron las principales operaciones militares de las fuerzas de Damasco, apoyadas por Rusia con incursiones aéreas y ataques masivos contra milicias rebeldes y grupos yihadistas. La progresiva retirada de Moscú -al menos en el plano militar- es consecuencia de la guerra que comenzó el Kremlin el pasado mes de febrero en Ucrania, y que parece destinada a continuar. Al mismo tiempo en las últimas semanas se han intensificado las relaciones diplomáticas entre Siria y Turquía, y el presidente turco Recep Tayyip Erdogan parece decidido, por un lado, a lanzar una ofensiva en el norte y, por otro, a llegar a un acuerdo con su homólogo sirio Bashar. al-Assad.

Entre las víctimas de 2022 hay 1.627 civiles, de los cuales 321 son niños. Al menos 209 muertos, la mitad de ellos menores, son el resultado de la explosión de minas antipersona enterradas o residuos bélicos sin detonar abandonados sobre el terreno. A ellos se suman los 627 soldados sirios muertos y 217 milicianos leales a Damasco. El Observatorio contabiliza 562 combatientes del Estado Islámico muertos, 387 de las Fuerzas Democráticas Sirias y asociados, así como 240 combatientes de otras facciones de la oposición. El año más sangriento sigue siendo 2014, con al menos 111.000 muertos. La intensidad de los combates ha disminuido gradualmente en los últimos dos años en varias zonas, especialmente en la provincia de Idlib (noroeste), donde Hayat Tahrir al-Sham (antes Jabhat al-Nusra) controla aproximadamente la mitad del territorio y ha firmado un alto el fuego, que se mantiene pese a ocasionales brotes de violencia.

El director del Observatorio Rami Abdel Rahman señala que una gran parte de las muertes son consecuencia del "caos" y la "falta de seguridad" que todavía existen en el país. A ello se suman las decenas de incursiones de Israel y los ataques del Estado Islámico (EI, ex Isis), que sigue activo en la zona con pequeñas células o lobos solitarios en el desierto sirio. Grandes áreas, incluidas llanuras agrícolas y pozos de petróleo y gas, siguen fuera del control del gobierno, especialmente el sector kurdo en el noreste, las áreas alrededor de Idlib y la zona de amortiguamiento controlada por Ankara en el norte.

Algunos gobiernos interpretan positivamente las cifras en constante descenso y consideran que el país ya es pacífico y seguro, por lo menos lo suficiente como para permitir el regreso de millones de prófugos y refugiados que lo abandonaron en los años más oscuros. En realidad las ONG y los activistas pro derechos humanos desmienten con vehemencia estas declaraciones, señalando que la situación sobre el terreno no permite el regreso de personas que ya se encuentran en condiciones extremadamente difíciles. Entre los elementos críticos se encuentran los arrestos, las desapariciones forzadas y la violencia contra antiguos rebeldes y opositores que deciden regresar contando con una aparente "reconciliación". En los últimos años, las sanciones internacionales y el Caesar Act impuesto por Estados Unidos han golpeado incluso más que las armas a la población, víctima de los injustos castigos colectivos y los “sufrimientos interminables” que hicieron estallar la “bomba de la pobreza”.

 

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