01/09/2023, 13.23
JAPÓN - COREA DEL SUR
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Centenario de la masacre de Kantō: una herida aún abierta entre Tokio y Seúl

El 1 de septiembre de 1923, un devastador terremoto seguido de incendios provocados por un tifón causó la muerte de más de 100.000 personas. La persecución desencadenada por falsas acusaciones condujo paralelamente a la matanza de miles de coreanos (y chinos). Hoy, en el Sol Naciente, ceremonias separadas conmemoran los hechos. 100 años después, se pide -hasta ahora en vano- justicia (y una disculpa).

Tokio (AsiaNews) - Japón ha recordado esta mañana a las víctimas del gran terremoto de Kantō, que sacudió la llanura del mismo nombre, en la isla de Honshū, la mañana del 1 de septiembre de 1923, con una magnitud de 7,9 y epicentro bajo la bahía de Sagami, con una duración de entre cuatro y diez minutos. Los temblores devastaron Tokio, el puerto de Yokohama y las prefecturas de Chiba, Kanagawa y Shizuoka, con entre 100.000 y 142.000 víctimas, además de 37.000 desaparecidos que también se cree que murieron. A las conmemoraciones por los muertos del terremoto se suman las ceremonias (por separado) por los coreanos (y chinos) masacrados tras la catástrofe porque se les consideró responsables o porque se les acusó de aprovechar la tragedia para cometer robos y atracos. 

Precisamente para conmemorar la tragedia, el gobierno de Tokio ha designado el 1 de septiembre como Día Nacional de la Prevención de Desastres, durante el cual se realizan simulacros y simulaciones de emergencia para aumentar la concienciación y preparación de la población. El Primer Ministro, Fumio Kishida, también participó en un ejercicio del gobierno en Tokio, mientras que el parque Yokoamicho de la capital japonesa acogió una conmemoración para honrar la memoria de las 39.000 víctimas confirmadas. 

En su momento, el terremoto habría causado daños por valor de 5,5 billones de yenes (casi 38 millones de dólares), equivalentes al 37% del Producto Interior Bruto (PIB) de la época. El balance se vio agravado por los incendios que se produjeron en el momento del sismo: muchas familias estaban reunidas alrededor del fuego para comer y, a avivar las llamas, los vientos de un tifón que se acercaba rápidamente hacia la península de Noto, en el norte. El pánico y la confusión alimentaron rumores incontrolados por todo el país, con noticias falsas sobre la destrucción de la capital, el derrumbe del Parlamento, el hundimiento de la misma región golpeada por los temblores y de otras cubiertas por la erupción de volcanes.

La ley marcial impuesta por el Ministerio del Interior no sirvió de nada, sobre todo para la comunidad coreana, acusada de saqueos y robos, de provocar incendios o -según informaciones aparecidas en algunos periódicos de la época- de envenenar pozos. La caza a los coreanos se tradujo en ejecuciones sumarias, asesinatos, palizas incluso entre los propios japoneses que eran confundidos con extranjeros. El número de víctimas sigue sin precisarse hasta la fecha: para Tokio, la cifra de muertos es de 231 coreanos, mientras que estudios independientes indicarían al menos 2.500 muertos por la ola xenófoba desencadenada por la catástrofe. Más de 360 japoneses acabaron siendo juzgados por asesinato, pero ninguno de ellos fue condenado y los pocos que acabaron en prisión fueron indultados por el matrimonio del entonces príncipe heredero Hirohito. 

Junto a las conmemoraciones por las víctimas del terremoto, se celebraron ceremonias paralelas en Tokio y otras zonas para recordar a los fallecidos en las masacres, un asunto aún controvertido y nunca del todo admitido por los dirigentes del Sol Naciente. Un elemento más de tensión, en un momento en el que Tokio y Seúl han iniciado un laborioso acercamiento (eje común frente a Beijing y Pyongyang), que se suma a la reciente polémica por el vertido de las aguas de Fukushima.

Las crónicas de la época cuentan que, durante varios días tras el terremoto, multitudes armadas con espadas, barras de hierro y palos de bambú salieron a la "caza" de coreanos para masacrarlos. Según algunos historiadores, también participaron en las expediciones soldados del ejército imperial con ametralladoras. Sin embargo, Japón no ha emprendido hasta ahora un análisis histórico y social serio del controvertido asunto, que sigue siendo hoy una herida abierta.

Kim Do-im, de 86 años, está convencida de que su tío fue uno de los que murieron en las ruinas de Tokio tras el terremoto, aunque nunca se ha encontrado su cuerpo. "Su tumba está en Corea, pero no contiene sus cenizas", declaró a Afp. "Mi tío tenía 33 años cuando murió. Tenía tres hijos. Oí la historia por primera vez cuando tenía unos cinco años.... y todavía me duele en el corazón". "Para garantizar que cosas así no vuelvan a ocurrir, debemos conocer los hechos, recibir una disculpa por lo ocurrido e informar a la gente", subrayó Lin Boyao, copresidente del Comité Ejecutivo del Centenario de la Masacre. En una rueda de prensa celebrada en el Club de Corresponsales Extranjeros de Japón, en Tokio, recordó que hasta ahora el gobierno japonés no ha pedido perdón por la masacre que siguió al Gran Terremoto ni ha indemnizado a las víctimas.

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