Cardenal Poola: 'Adiós Francisco, volviste a encender la esperanza en el corazón de los últimos'
Uno de los grandes signos del pontificado que concluyó esta mañana con la muerte de Bergoglio, fue su atención a las periferias del mundo. Publicamos el homenaje del arzobispo de Hyderabad, el primer dalit que, en 2022, fue llamado a formar parte del Colegio Cardenalicio: "Miraba a cada persona a los ojos, no como un número, sino como un alma amada por Dios".
Hyderabad (AsiaNews) - El 13 de marzo de 2013, cuando apareció en esa misma logia de la basílica de San Pedro desde donde ayer por la mañana dio su última bendición, el Papa Francisco dijo de sí mismo que los cardenales lo habían ido a elegir "en el fin del mundo". Una expresión que a lo largo de los años hemos aprendido a conocer a través de su atención a todas las periferias - tanto geográficas como existenciales - desde donde, decía, "el mundo se puede ver mejor". Y entre los muchos signos de esa atención, en 2022 hubo también un gesto muy significativo para Asia: el nombramiento de Mons. Anthony Poola, arzobispo de Hyderabad, como cardenal. No solo por la elección de una diócesis periférica de la India, sino también por la historia personal de este cardenal. En efecto, con esta decisión la Iglesia católica otorgó por primera vez el honor de la púrpura a un prelado dalit, es decir, proveniente de una familia de "intocables", el grupo social históricamente marginado en el sistema de castas que, aunque oficialmente abolido por la Constitución de la India, en la práctica no termina de desaparecer incluso dentro de las mismas comunidades cristianas.
Queremos, pues, recordar el magisterio y el ejemplo del Papa Francisco sobre una "Iglesia pobre para los pobres" a través de esta contribución que desde Hyderabad ha hecho llegar esta mañana a AsiaNews el cardenal Poola.
Con el corazón lleno de dolor, pero animado por la esperanza de la Resurrección, rindo mi humilde homenaje a nuestro amado Santo Padre, el Papa Francisco.
Su fallecimiento marca el final de un capítulo profundamente significativo en la vida de la Iglesia. Su pontificado ha sido un Evangelio viviente, que se ha hecho eco de la misericordia de Cristo y ha extendido el abrazo de la Iglesia hasta las periferias del mundo. En él hemos encontrado a un pastor según el corazón de Jesús: sencillo, sincero e incansablemente comprometido con los pobres, los olvidados y los heridos.
Recuerdo con profunda gratitud el singular honor y la inmensa responsabilidad que me confirió nombrándome cardenal durante su pontificado. Lo he aceptado no como un signo de privilegio, sino como la llamada a un servicio mayor, un servicio arraigado en el mismo espíritu que encarnó el Papa Francisco: una Iglesia que avanza, una Iglesia que escucha, una Iglesia que sana.
Santo Padre, gracias por mostrarnos cómo caminar humildemente con Dios. Gracias por recordarle a la Iglesia que su corazón debe latir al ritmo de los que sufren, de los marginados y de aquellos que están al margen de la sociedad. Su testimonio profético, su fuerza amable y su alegría duradera han inspirado a una generación a creer nuevamente en la cercanía de la misericordia de Dios.
Recordaremos al Papa Francisco como el Papa que se atrevió a soñar con “una Iglesia pobre y para los pobres”. No se limitó a hablar de sinodalidad, misericordia y diálogo, sino que los vivió. Con valentía, abrió puertas que habían estado cerradas durante mucho tiempo. Nos recordó que la Iglesia no es una fortaleza, sino un hospital de campaña. Sus palabras y sus gestos reavivaron la esperanza de los refugiados, de los presos, de los ancianos y de los jóvenes. Miraba a cada persona a los ojos, no como un número, sino como un alma amada por Dios.
La elección del nombre “Francisco” no fue un mero simbolismo. Como el Pobrecillo de Asís, irradiaba una sencillez y una alegría desarmantes, un amor por la creación y un profundo deseo de paz. Nos llamó a cuidar nuestra casa común, a construir puentes, no muros, y a convertirnos en instrumentos de encuentro y reconciliación en un mundo fragmentado.
Aunque sentimos dolor por su pérdida, nos reconfortan las semillas que sembró. El espíritu de renovación que ha suscitado en la Iglesia seguirá dando frutos. Su legado no sólo está escrito en documentos, sino en los corazones de millones de personas a los que llegó, gracias a su humildad, su autenticidad y su constante atención a Cristo.
Encomendamos su alma al Señor y oramos: “Dale, Señor, el descanso eterno, y brille para él la luz que no tiene fin”. Que el Papa Francisco, fiel servidor de Dios, descanse en paz y que su ejemplo continúe inspirándonos a seguir al Maestro con valentía, amor y misericordia.
Cardenal arzobispo de Hyderabad
(ha colaborado Nirmala Carvalho)
17/12/2016 13:14