Card. Bo: el río de la Pascua y de la democracia
Carta del arzobispo de Yangon. El triunfo de Dios en Pascua “es la esperanza para todo el país, que está resucitando tras 50 años de Vía Crucis”. Para Myanmar, “la resurrección pasa a través de una frágil mujer: Aung San Suu Kyi”. Los católicos, factor de cambio para la nueva esperanza.
Yangon (AsiaNews) – “Esta Pascua se extiende como un río en el desierto. Es una Pascua verdaderamente especial para el pueblo de Myanmar. El río de la democracia se está lentamente volcando en el desierto de la desesperación. Celebramos hoy la Pascua por los signos de resurrección que vemos a nuestro alrededor”. Con estas palabras, el Card. Charles Maung Bo abre su mensaje pascual dirigido a los fieles de Yangon (y a toda la población de Mayanmar), que en los últimos meses han asistido a cambios políticos de una envergadura histórica: desde la elecciones de 2015 ganadas por la Liga nacional por la democracia, a la elección del primer presidente no militar tras 50 años de dictadura del ejército.
“Esta – escribe el arzobispo de Yangon – es la estación de la esperanza. En este mundo que está sofocado por la oscuridad, la historia da prueba de que la esperanza de la resurrección permanece en el corazón de los hombres. La historia está llena de hombres que han llevado esperanza a través de sus acciones nobles”. El cardenal cita a Abraham Lincoln, Martin Luther King y Nelson Mandela. Por último, escribe sobre el general Aung San, [padre de Aung San Suu Kyi y muerto en 1947, ndr], “cuya sangre fue derramada muy antes del alba primera de la libertad. Si Myanmar hoy puede afirmar que es una nación, es gracias a la sangre de Aung San”.
Para el arzobispo de Yangon,la muerte y resurrección de Cristo son el paradigma de la historia reciente del país: “Cristo fue matado en la cruz y a través de su sangre ha limpiado el pecado de la humanidad […]. A través de sus llagas nosotros hemos sido curados”. “Hoy – afirma el Card. Bo- asistimos a otra resurrección: la resurrección de la esperanza en una frágil mujer: Aung San Suu Kyi. Ella fue levantada en la cruz del sufrimiento por más de 15 años de prisión. Las tinieblas han abatido a Myanmar por más de 50 años. Su coraje al atravesar el sufrimiento ha conducido a la resurrección de la libertad”.
“Esta nación – prosigue el cardenal – fue crucificada en la cruz de la injusticia. Refugiados, migrantes en condiciones precarias, gente castigada por la guerra, pobres, víctimas de la droga y de la trata de personas. ¿Cómo podemos olvidar a los cientos de nuestros compatriotas que languidecen en la cárcel, y a aquellos que han dado la vida por la libertad del país?”. Las heridas que Myanmar ha tenido que sufrir son muchas; “La primera de ellas ha sido el tratamiento preferencial dado a una religión [el budismo, ndr] en 1956. La oposición de los demás credos ha causado conflictos crónicos y migraciones […]. En 1960, luego, un arrogante poder militar ha confiscado las instituciones educativas que estaban gestionadas por cristianos. La negación del derecho a la educación ha condenado a la nación a ser poco instruida”. En una reciente entrevista concedida a AsiaNews, el Card. Bo aseguró que “la Iglesia está lista para reivindicar las escuelas que fueron nacionalizadas” por la junta militar.
En este momento de transición, en el cual lo peor parece haber pasado y un gobierno democrático ha subido al poder, los cristianos tienen el deber de llevar un mensaje de misericordia: “El Año de la Misericordia –escribe el arzobispo- es un llamamiento agudo. El Papa nos llama a ser misericordiosos con nosotros mismos, del mismo modo en que el Padre celestial es misericordioso (Lc, 6:36), porque muchos de nosotros están sepultados en la tumba del pecado. El Papa Francisco no llama a volver al Señor a través del perdón. Perdonar a los demás, reconciliarse con aquellos que están heridos y adoptar una actitud positiva, son todos signos del pueblo de la resurrección”.
De la Pascua, afirma el Card. Bo, la comunidad católica debe sacar la fuerza para “construir la nación a través de la paz y la reconciliación, el desarrollo humano, la educación y la afirmación de los derechos de la población indígena”. “Debemos ser signo de esperanza. Hemos sido perseguidos, sepultados en la tumba de la pobreza, de la opresión y de la negación de derechos. Para muchos de nosotros, ha sido un largo Vía Crucis. Hemos sido la gente del Viernes Santo, y alguna vez nos preguntamos si alguna vez habría un domingo de Pascua en nuestro país. Pero Dios es el Dios de la historia. Él habla a través de los signos de los tiempos. Yo creo firmemente que la resurrección de Myanmar de su pasado doloroso está sucediendo”.
“Queridos hermanos y hermanas – concluyó el prelado – como pueblo de la Pascua, asumamos esta tarea de mover las montañas de la tragedia humana y llevar la esperanza de un nuevo Myanmar de paz, prosperidad y amistad. Somos la gente de la fe y de la esperanza. Ocupémonos de mover las montañas”.
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