Cada vez más rusos emigran a Mongolia
La ola comenzó con la invasión de Ucrania. Los mongoles procuran mantener una neutralidad amistosa respecto a Rusia; también envían ayuda humanitaria a los ucranianos. Para muchos ciudadanos rusos de origen asiático, Mongolia es un país hermano y hospitalario.
Moscú (AsiaNews) - La nueva ola de emigrantes procedentes de Rusia, iniciada tras el desastroso 24 de febrero, también llega a Mongolia. Un país que los rusos consideran tradicionalmente poco desarrollado o, en el mejor de los casos, exótico. El sitio web Sibir.Realii intenta dilucidar por qué Mongolia resulta un lugar atractivo para las personas que buscan escapar del clima bélico y opresivo impuesto por el Kremlin.
Según la organización británica The Economist Intelligence Unit, Mongolia ocupó el puesto 62 en el índice de evaluación de las democracias del 2019, mientras que Rusia compartió el puesto 134 con el Congo. Durante una reciente visita a Ulán-Bator, el Secretario General de la ONU, Antonio Guterres, definió al país como "un símbolo de paz en un planeta agitado", un ejemplo en medio de tantas contradicciones geopolíticas dramáticas y de la incesante multiplicación de conflictos.
El gobierno mongol procura mantener una neutralidad amistosa respecto a Rusia. En marzo de este año, la delegación mongola en la ONU se abstuvo durante la votación de la resolución (patrocinada por Estados Unidos) que condenaba la invasión rusa de Ucrania. Al mismo tiempo, los mongoles son muy generosos en el envío de ayuda humanitaria a los ucranianos. Como escribió el politólogo mongol Tuvshinzaya Gantulga en The Diplomat, "estas medidas no son ciertamente suficientes, pero son importantes”. Hay que considerar “que Rusia controla casi por completo los suministros energéticos de Mongolia y recurre a todo tipo de presiones para forzar a los mongoles a ponerse abiertamente de su lado".
Aldar Erendženov procede de la república de Kalmukia, una región budista de la Rusia europea. “Escapé a Mongolia después de nuestras manifestaciones contra la guerra", dice el activista de la asociación "No Rusos". Aldar abandonó su tienda de ropa en Elistá; en 2019 ya había tenido que mudarse a Moscú para evitar ser detenido, tras las protestas contra la elección del alcalde de la capital calmuca, Dmitry Trapeznikov. Este último es uno de los líderes de la república separatista de Lugansk, y fue enviado por Putin a la provincia para evitar que armara más problemas en Ucrania.
Los servicios del FSB acompañaron el nombramiento de Trapeznikov con una fuerte represión de los ciudadanos calmucos, descontentos con la elección. En abril de este año Aldar huyó a Ulán-Bator. amenazado por una acusación de "incitación al odio interétnico", al haber reiterado en Instagram el manifiesto no ruso: "Somos ciudadanos de la Federación Rusa, orgullosos de llamarnos oirates, yacutios, buriatos, tártaros... nunca hemos aceptado la rusificación forzada, la cristianización y la censura de nuestras lenguas y culturas, la deportación y el genocidio, ¡somos los nie-russkij mir! ".
Al igual que Aldar, muchos ciudadanos rusos de ascendencia asiática consideran a Mongolia como un país hermano y hospitalario. En el pasado solían ir allí de visita, o a pasar las vacaciones, hacer excursiones por las montañas y vivir unos días en la yurta, la típica tienda de campaña de estos lugares. Además, Mongolia es fácilmente accesible, basta con ir a Buriatia, la región mongola rusa, y tomar un autobús, sin controles fronterizos especiales. Por eso se ha convertido en un destino popular, y no sólo para los asiáticos rusos, los llamados "čurki", un término peyorativo del lenguaje popular. También muchos rusos no pudientes optan por este destino, ya que no pueden permitirse un vuelo vía Armenia y Estambul para llegar a las playas españolas o a las villas toscanas.
Mongolia recibe a los rusos con un gran espíritu de fraternidad, debido a la bondad natural de su pueblo. Pero también, por el recuerdo de los numerosos acontecimientos históricos que la vinculan al imperio moscovita, que en su época dominaron y del que fueron emancipados -ante los propósitos de los chinos- en tiempos más recientes.
La mayoría de los emigrantes rusos son buriatos y no se distinguen de los locales. Sin embargo, los que se oponen a la guerra de Ucrania, sean de la región que sean, son vistos por los locales con la misma calidez. Como turistas siberianos, los rusos de Mongolia buscan hoy medicinas y productos ahora prohibidos en su patria, y sobre todo, una sonrisa euroasiática, sin ideologías ni ansias de conquista.
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