Cada año entran a la atmósfera 350 pirámides de Giza de nuevo polvo de tormentas de arena

En Uzbekistán tiene lugar en este momento la conferencia de las Naciones Unidas sobre un fenómeno subestimado y en fuerte crecimiento, que tiene graves consecuencias para la salud. Asia septentrional y central se encuentran entre las zonas más afectadas del mundo, y el mar de Aral, actualmente seco, es una de las principales fuentes. Según los expertos, en muchos casos es consecuencia de actividades humanas y por eso los esfuerzos para mitigarlo son fundamentales.

Samarcanda (AsiaNews/Agencias) – Cada año entran en la atmósfera 2 mil millones de toneladas de arena y polvo, una cantidad equivalente al peso de 350 Grandes Pirámides de Giza. El fenómeno contribuye a la pérdida de casi 1 millón de kilómetros cuadrados de tierra sana y productiva cada año en el mundo. Estas son las cifras correspondientes a las tormentas de arena y polvo, un fenómeno que está aumentando rápidamente en el planeta pero todavía es muy subestimado, y que en estos días es el tema central de la 21ª sesión de la Comisión para la revisión de la implementación de la Convención de las Naciones Unidas para la lucha contra la desertificación (CNULD), que tiene lugar en Samarcanda, Uzbekistán.

La ubicación no es casual: más del 80% de Asia Central está cubierta por desiertos y estepas que, junto con el cambio climático y las sequías continuas, son una importante fuente natural de tormentas de arena y polvo. El mar de Aral, actualment4e seco, es una de los principales fuentes de estos fenómenos: cada año emite más de 100 millones de toneladas de polvo y sales venenosas, lo que tiene consecuencias en la salud no sólo de las personas que viven en sus alrededores sino también en tierras mucho más lejanas, provocando daños estimados en 44 millones de dólares anuales.

Según la Convención de las Naciones Unidas para la Lucha contra la Desertificación, las tormentas de arena y polvo son un problema subestimado que se está volviendo "dramáticamente" más frecuente en algunas regiones del mundo. Y es un fenómeno que, según los expertos, se puede atribuir al menos en un 25% a consecuencias de las actividades humanas.

“La visión de nubes oscuras de arena y polvo que se desplazan, engullen todo a su paso y convierten el día en noche - explica Ibrahim Thiaw, secretario ejecutivo de la CNULD - es uno de los espectáculos más aterradores de la naturaleza. Es un fenómeno que causa estragos en todas partes, desde el norte y centro de Asia hasta el África subsahariana. Pero así como las actividades humanas las agravan, las tormentas de arena y polvo también pueden reducirse mediante acciones humanas".

De ello también está convencido Feras Ziadat, funcionario de la FAO que preside la Coalición de las Naciones Unidas para la lucha contra las tormentas de arena y polvo. “En las regiones de origen - dice - dañan los cultivos, afectan al ganado y se llevan el suelo. En las zonas de depósito, el polvo atmosférico, especialmente en combinación con la contaminación industrial local, puede causar o agravar problemas de salud humana, como las enfermedades respiratorias. Las comunicaciones, la producción de energía, el transporte y las cadenas de suministro también pueden resultar afectados por la mala visibilidad y las fallas mecánicas provocadas por el polvo”. Por eso son tan importantes los sistemas de monitoreo y alerta temprana, las intervenciones para mitigar el impacto y actuar sobre las fuentes antropogénicas a nivel local, nacional, regional y global. Todos estos aspectos se están debatiendo en Uzbekistán en estos días.