Bombas israelíes o regreso de Assad: el drama de los refugiados sirios en Líbano

Durante años huyendo de su país de origen, hoy se ven obligados a regresar ante la guerra lanzada por el Estado judío contra Hezbolá. En las últimas 48 horas casi 30.000 nuevos desplazados. Beirut registra el paso de la frontera «de 15.600 ciudadanos sirios y 16.130 libaneses». Para los que regresan, un triple dilema: detención, reclutamiento o pérdida del estatuto de refugiado.

Damasco (AsiaNews) - Durante años fueron los sirios quienes huyeron del país devastado por la guerra, buscando refugio en el vecino Líbano. Hoy asistimos al fenómeno inverso: miles de libaneses (y sirios) intentan cruzar las fronteras, eligiendo, como mal menor, la nación árabe aún inestable tras más de una década de sangriento conflicto que no ha hecho tambalear el poder del presidente Bashar al-Assad, antes que el país del cedro que desde hace días está bajo las bombas israelíes. Un éxodo desesperado por las incursiones de los cazas con la estrella de David que ya han causado más de 700 muertos y miles de heridos, entre ellos mujeres y niños; una auténtica «emergencia» que dura ya días, según denuncian ONG y movimientos internacionales, entre ellos la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), que ya ha reforzado sus programas de asistencia a los desplazados.

Según las autoridades libanesas (nación que acoge a cerca de 1,5 millones de refugiados sirios, más 11 mil de otras naciones), sólo en las últimas 48 horas se han registrado casi 30 mil desplazados, pero muchos otros están abandonando precipitadamente sus hogares. «Este derramamiento de sangre se está cobrando un precio terrible, expulsando a decenas de miles de personas de sus hogares», subraya Filippo Grandi, Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados. «Se trata de un calvario más para las familias que han huido de la guerra en Siria y que ahora están siendo bombardeadas en el país donde buscaron refugio. Debemos evitar», espera, “que se repitan estas escenas de desesperación y devastación”, entre otras cosas porque “Oriente Medio no puede permitirse otra crisis de refugiados”.

Cientos de vehículos hacen cola en la frontera siria. Muchas personas también llegan a pie, cargando con lo que pueden. Multitudes, entre ellas mujeres, niños pequeños y bebés, esperan en fila tras pasar la noche a la intemperie mientras las temperaturas comienzan a descender. Algunos llevan heridas recientes de los bombardeos, y piden ayuda a los trabajadores del ACNUR sobre el terreno y en los pasos fronterizos, junto con la Media Luna Roja Árabe Siria, para que les proporcionen alimentos, agua, mantas y colchones. La situación humanitaria en Siria», explica la nota de ACNUR, “sigue siendo desesperada”, entre otras cosas porque “el terremoto de 2023 y el prolongado conflicto han dejado las infraestructuras críticas hechas jirones y a millones de personas necesitadas de ayuda”.

Las autoridades libanesas afirmaron ayer que habían «registrado el cruce de 15.600 ciudadanos sirios y 16.130 libaneses hacia territorio sirio». Fuentes de seguridad de Damasco contactadas por Afp añadieron que esta semana más de 22.000 personas, entre ellas más de 7.000 libaneses, cruzaron la frontera entre ambos países utilizando los dos únicos pasos disponibles. En una entrevista concedida el 25 de septiembre al diario The National, el ministro libanés de Economía, Amin Salam, declaró que todas las familias que huyen de los bombardeos israelíes, sean libanesas o sirias, tienen derecho a recibir ayuda, pero que «se da prioridad a los libaneses».

Al fin y al cabo, la situación de los sirios en Líbano sigue siendo un tema muy delicado, especialmente desde 2019, cuando el país del cedro se sumió en lo que el Banco Mundial describió como una de las peores crisis económicas en siglos. Las colas de autobuses y coches se extendían varios kilómetros desde la frontera siria a partir del 23 de septiembre, y algunas familias emprendieron un largo viaje a pie. Una vez en Siria (donde hoy han muerto cinco soldados en un ataque israelí), la gente esperó unas horas más para ser registrada por los desbordados funcionarios de fronteras, mientras los trabajadores humanitarios distribuían sin descanso alimentos, agua, colchones y mantas. Algunos son refugiados que regresan, como Emad al-Salim, que había huido de Alepo en 2014. Vivía en la ciudad costera meridional de Tiro cuando comenzaron los bombardeos; reunió a su mujer y sus seis hijos y huyó de nuevo. «Cuando nos íbamos había casas destruidas delante de mí», dijo a Associated Press. «Tardamos tres días en llegar aquí».

Nada Hamid al-Lajji regresó con su familia tras siete años en Líbano con su marido. Son originarios del este de Siria, pero aún no saben dónde reubicarse, porque «ya ni siquiera tengo casa». Muchas familias libanesas también están huyendo: Mahmoud Ahmad Tawbeh, del pueblo meridional de Arnoun, quiere quedarse con su extensa familia de 35 miembros en una casa alquilada en un suburbio de Damasco. «Salimos con dificultad, muchas bombas caían sobre nuestras cabezas, las casas del pueblo quedaron destruidas y varios vecinos murieron».

Para muchos libaneses, sobre todo los que viven en el valle de la Bekaa, al este del país, Siria parece ser el camino más rápido hacia la seguridad. Además de los que huyeron de la guerra, muchos sirios habían llegado antes a Líbano por motivos laborales o familiares y cruzan regularmente la frontera. A ellos se suman los que llegaron como refugiados y se muestran reticentes ante la perspectiva de regresar a su patria, por miedo a ser detenidos por acusaciones o sospechas de vínculos con la oposición a Assad, por temor a ser reclutados a la fuerza en el ejército o a perder su estatuto de refugiados.