Beirut y la misión imposible de repatriar a los refugiados sirios
La carga económica y humana de los desplazados sirios en Líbano se ha vuelto insostenible. El gobierno está haciendo todo lo posible para identificar y repatriar a alrededor de dos millones de refugiados. Una cuestión sin resolver que corre el riesgo de poner en peligro el equilibrio demográfico del país de los cedros. Sin embargo, quienes huyeron de Assad se oponen a la perspectiva del retorno y no creen en las garantías que se les ofrece actualmente.
Beirut (AsiaNews) - Desde hace semanas los refugiados sirios en Líbano viven con el temor de ser repatriados. "Se acabó la luna de miel" dice Mahmoud, preocupado porque dentro de unos días tendrá que regularizar sus documentos en las oficinas de la Seguridad General y no oculta su temor a ser expulsado arbitrariamente del país.
En un intento de controlar la presencia y circulación de refugiados de guerra sirios -más de dos millones y casi la mitad de la población total de 4,5 millones de libaneses-, el Ministerio del Interior ha ordenado recientemente un censo en los cerca de 4.000 centros de acogida que los albergan. Estos "campamentos" van desde unas pocas tiendas de campaña hasta auténticas ciudades de lona, como Arsal, en Becá, donde los sirios son cerca de 80.000 en una población local de 20.000 habitantes.
Al mismo tiempo, aprovechando el deshielo diplomático entre Siria y el mundo árabe, una comisión ministerial recientemente creada está llamada a entablar un diálogo oficial con el régimen sirio. Y tendrá como objetivo finalizar la repatriación de esta enorme población de desplazados cuya carga se está haciendo insoportable y que la propia Siria, por diversas razones, "no quiere".
Este esfuerzo por controlar la presencia siria va acompañado de una campaña política y mediática que hace hincapié en su peso económico, demográfico y de seguridad. Además, representan un peligro para el equilibrio confesional entre cristianos y musulmanes en caso de que sean naturalizados, teniendo muy en cuenta que el 90% de los desplazados sirios son sunitas, y que además están creciendo constantemente gracias a su altísima tasa de fecundidad (alrededor de 220.000 nacimientos desde 2011).
La toma de conciencia, aunque tardía, de las autoridades libanesas va acompañada de una campaña de xenofobia en los medios de comunicación, y no se sabe cuál de las dos fue primero. Lo cierto es que la opinión pública está cada vez más frustrada por el aumento de los crímenes y delitos cometidos por sirios (un tercio de la población carcelaria es siria). Además, la ayuda que reciben del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) y de un gran número de ONG extranjeras los hace parecer "privilegiados" en comparación con los pobres libaneses, que están frustrados por la competencia ilegal a la que se enfrentan en el mercado laboral.
Al mismo tiempo, soplan vientos de terror, sobre todo en círculos cristianos, ante la idea de que esta marea humana pueda incluir a muchos hombres que hayan hecho el servicio militar, y que se conviertan en una fuerza armada de mercenarios en cualquier "plan" de sustitución o anexión. Cuando estalló la guerra civil en 2011 y comenzó la represión de la Primavera Siria, Líbano abrió sus puertas a los refugiados de las zonas en guerra sin restricciones, a diferencia de Turquía y Jordania.
La perspectiva de que los sirios se integren en la población libanesa se ve alimentada por las directrices de la ONU y la UE que, para evitar oleadas migratorias desde Líbano, también trabajan activamente mediante ayudas en dinero y subsidios para mejorar las condiciones de vida de los desplazados. Sin embargo, esto ha desencadenado una guerra entre los pobres del Líbano. Independientemente de las diferentes posturas al respecto, es evidente que la repatriación de esta masa humana plantea innumerables problemas políticos y logísticos. Después de haber congelado durante mucho tiempo sus relaciones con el régimen sirio, al igual que otras naciones árabes, Líbano se ve ahora obligado a revisar esta postura. Un paso inevitable, aunque se acuse a la misma Damasco de no querer el regreso de los desplazados debido a la falta de alimentos y productos de primera necesidad, las sanciones y el Caesar Act estadounidense, que priva al país de los fondos necesarios para la reconstrucción de posguerra.
En cualquier caso, los mismos refugiados sirios se resisten a la idea de regresar a Siria, obsesionados por la idea de acabar detenidos u obligados a cumplir el servicio militar bajo un régimen que consideran autoritario. Denuncian la práctica de las "desapariciones forzadas": "Todavía hoy, más de 110.000 personas siguen desaparecidas en Siria, la mayoría a manos del régimen de Assad", aseguró Jean-Pierre Filiu, profesor de la Universidad Sciences-Po de Francia. En cualquier caso, la situación general está en evolución y Líbano vive en la incertidumbre sobre el desarrollo final de los acontecimientos.