Beirut, en las manifestaciones ‘ha nacido el pueblo libanés’
Manifestaciones contra todos los políticos se despliegan desde Tiro hasta Trípoli, en Nabatiyeh, Baalbek y desde Beirut hasta Sidón. “Somo una sola mano: cristianos, musulmanes, chiítas, drusos, armenios, alauitas… el confesionalismo está muerto”. “Los políticos que nos dividen se unen para robarnos”. Los intentos de Saad Hariri y de Gebran Bassil. Las amenazas de Hassan Nasrallah, de Hezbollah. Renunciaron todos los ministros de las Fuerzas Libanesas. El patriarca Raï solicita se declare “el estado de emergencia económico”.
Beirut (AsiaNews) - “Ahora puedo morir en paz: finalmente he visto nacer el pueblo libanés”. Es lo que dice Antoine Abi Lama’a, un anciano de 79 años oriundo de Ashrafiyeh, el barrio cristiano de la capital. En diálogo con AsiaNews, prosigue: “El Líbano fue creado como país, pero sin tener un pueblo realmente unido; cada cual ha permanecido por décadas encaramado en su propia comunidad religiosa, temeroso y desconfiado, muchas veces defendiéndose contra otro o contra otra confesión. Ahora, la miseria, la injusticia, el yugo de los gobernantes ladrones nos han unido en el dolor. Estamos en la misma barca, ya no pueden dividirnos con el miedo del otro, mientras ellos, los políticos que nos dividen, se unen para robarnos. Finalmente, somos un pueblo, somos todos libaneses”.
Para cualquiera que conoce el Líbano, esta unión de todos, más allá de la filiación partidaria, étnica, religiosa, es algo que sorprende, conmueve y al mismo tiempo aterroriza a los clanes políticos que gobiernan hace medio siglo y transmiten sus cargos de poder a sus hijos, como si fuera una herencia.
En tanto, prosigue la revuelta popular espontánea en todas las ciudades libanesas, desde Tiro hasta Trípoli, desde Nabatiyeh a Baalbek, desde Beirut a Sidón. La gente ocupa las principales arterias, las plazas, y corta las calles por todas partes. Sin exagerar, puede decirse que el pueblo entero se ha alzado, un pueblo unido, por primera vez en la historia de su país. La única bandera que se agita es la libanesa; no hay ninguna otra bandera ni logo, ni de países extranjeros ni de partidos políticos.
Hay tímidas reacciones de los políticos; ayer, el premier Saad Hariri y el Ministro de Relaciones Exteriores Gebran Bassil pidieron algo de tiempo para poder realizar reformas. Pero los manifestantes exigen que “todos los políticos, sin distinción, deben irse, ser arrestados, juzgados y entregar el dinero que han acumulado y que han robado al Estado”.
También han resultado inútiles las amenazas de Hassan Nasrallah, el secretario general de los Hezbollah. Ayer él dijo que “este es el momento equivocado”, si bien las reivindicaciones son justas. Y, sin mencionarlo, señaló al partido de Walid Joumblat como causa del estancamiento político en el país. Fue inmediata la réplica del líder druso, quien dijo: “Nasrallah no puede considerarme como el responsable. Todos, unidos, debemos trabajar para salvar la situación”.
En su discurso, Nasrallah luego amenazó: “Alá no quiera que los Hezbollah tengan que ocupar la plaza, porque si lo hicieran, estarían en todas partes, y no se irían del territorio sin antes lograr lo deseado y cambiar todas las ecuaciones”.
Nasrallah también advirtió sobre el riesgo de un posible vacío de poder, que sería nefasto para el país, y que al final sería una pérdida de tiempo, ya que siempre volverían a gobernar los mismos. Él aconsejó a los manifestantes no dejarse manipular por los partidos, no saquear y ser respetuosos con todos.
Cabe registrar una novedad: los libaneses exigen un país laico, no confesional. En el tercer día de revuelta, ya no se ven calles bloqueadas ni neumáticos incendiados, pero sí tiendas, mesas, bandejas y narghilé (shisha). Las manifestaciones ya se han difundido por todo el país, se han convertido en un festival, un carnaval de alegría de un pueblo que ha encontrado su unidad, que ha descubierto que es un solo pueblo. Bailan, cantan, agitan banderas libanesas en todos lados y repiten: “Somos una sola mano: cristianos, musulmanes, chiítas, drusos, armenios, alauitas… El confesionalismo está muerto”. Un señor sunita de Sidón dice: “Fueron los políticos los que nos dividieron. ¿Por qué hicieron esto? Durante siglos, vivimos unidos, como hoy; ¿por qué nos enfrentaron, unos contra otros, durante décadas?”.
Ayer, a las 23:30, Samir Geagea, el secretario general de las Fuerzas Libanesas cristianas, hizo pública la dimisión de sus ministros de gobierno. Los manifestantes declararon que esto es lo que deben hacer todos, que esto es solo el principio, y que antes que nadie, quien debe presentar su renuncia es el Presidente Michel Aoun. “Todos -dicen- deben ser trasladados desde el gobierno a la cárcel”.
Ayer, las fuerzas del orden arrestaron a algunos manifestantes que robaban zapatos de un negocio de lujo. La gente los acusa de agarrárselas con los pequeños, mientras que por años, han dejado que los políticos robaran millardos del Estado. Hoy, el ejército y las Fuerzas del orden no intervinieron.
En las redes sociales son muchos los que piden una intervención militar que sancione a todos los políticos y ponga nuevamente en marcha el país, convocando a elecciones libres y limpias, con caras nuevas y no con las mismas de hace décadas.
Desde Nigeria, donde se encuentra de visita, el patriarca maronita Bechara Raï pidió al gobierno declarar “el estado de emergencia económico y mantener reuniones todos los días para hallar soluciones e implementarlas, y así evitar que el Estado colapse”.
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