Almaty, solidaridad y huelgas para afrontar la crisis

de Vladimir Rozanskij

En el último tiempo, el número de necesitados ha aumentado enormemente. Las familias acomodadas ofrecen almuerzos gratuitos a las personas afectadas por la pandemia y el aislamiento, como los pensionistas, los pobres y las personas con escasas posibilidades. Los magros salarios de los conductores de autobús. El control de niños y jóvenes a través de dispositivos con Bluetooth..

Moscú (AsiaNews) - Desde hace algunas semanas, en Almaty, la ciudad más poblada de Kazajistán (casi dos millones de habitantes), funciona un servicio de ayuda voluntaria entre sus ciudadanos: las personas más acomodadas ofrecen almuerzos gratuitos a los afectados por la pandemia y por el aislamiento, como los pensionistas, los pobres y las personas con medios limitados. Últimamente, el número de personas necesitadas ha aumentado enormemente. Los organizadores del proyecto no sólo esperan poder alimentar a todos estos pobres, sino también ayudarles a socializar.

La preparación de la comida comienza a primera hora de la mañana en las pequeñas cocinas de los apartamentos. Todos los días, sin festivos, se preparan 150 contenedores con almuerzos para llevar a los puestos y mostradores donde la gente acude a recoger la comida gratis. La sopa de avena con salami cocido, dos trozos de pan blanco y huevos son el menú estándar, pero la comida varía diariamente según un menú quincenal.

Una ciudadana de Almaty, Rasima Temerbaeva (foto 1), dijo a currentime.tv que empezó a ayudar a los más necesitados hace 7 años, como una iniciativa personall. Ahora ha encontrado muchos compañeros que la acompañan en esta obra. Cuando le preguntaron por los motivos que la impulsan a realizar este tipo de acciones, Rasima se limitó a contar que desde niña ha sentido compasión por los ancianos solitarios de su barrio, y siempre ha defendido a las personas más débiles que conoce, ante una ofensa.

El proyecto depende enteramente del crowdfunding, y muchas veces tiene que detenerse por falta de ayuda. En 2019, el grupo también recibió financiación estatal durante unos meses, pero esta no se renovó, y los participantes aprendieron a dejar de lado lo necesario para apoyar las acciones humanitarias. Temerbaeva ha recibido varios reconocimientos, honoríficos pero ella dice que "aprecia mucho más el reconocimiento de la gente sencilla".

Las huelgas

Mientras tanto, en el país continúan las huelgas en diferentes sectores: el 3 de febrero, los conductores de autobuses pararon en varias ciudades, exigiendo mayores salarios. Hace algunos días, lo mismo sucedió con los trabajadores de los pozos petroleros. En Shymkent, una ciudad del sur de Kazajistán de casi un millón de habitantes, los servicios de autobús del municipio quedaron completamente interrumpidos. El Akim (alcalde) Murat Aytenov prometió resolver el problema ese mismo día, pero pocos conductores confiaron en sus promesas, y la gente se agolpaba en las paradas de autobús esperando a que pasaran los vehículos.

Los conductores también se quejan de la falta de lavado e higiene de los autobuses, y de la ausencia total de provisiones para el almuerzo durante las pausas de trabajo: todo ello por la mísera paga de unos 150 euros al mes. Los inspectores de los autobuses de Kazajistán son voluntarios sin sueldo, a los que, como mucho, se les ofrece un pequeño reembolso de los gastos o la posibilidad de "pernoctar en los autobuses". Si no hay inspectores, los pasajeros no pagan el boleto.

El gobierno central no parece capaz de hacer frente a las grave situación económica del país, y demuestra que sus preocupaciones son otras: el 3 de febrero, el Ministerio del Interior presentó un proyecto para controlar a los niños y jóvenes menores de 18 años. Como explicó el viceministro Saken Sarsenov, "introduciremos medidas experimentales para salvaguardar a los niños, utilizando todos los medios posibles: teléfonos móviles, relojes, cámaras de vídeo, aplicando en las mochilas y en la ropa instrumentos de control con baterías de larga duración". El sistema ni siquiera necesitaría estar conectado a Internet, ya que sólo utilizaría Bluetooth. Todo ello sería financiado por particulares, de acuerdo con el Estado. La protección de los menores impedirá que participen en manifestaciones públicas, como ocurre estos días en toda Rusia.