'Laudate Deum': el Papa Francisco sacude al mundo por el cambio climático
Ocho años después de la Laudato Siì, se publicó hoy la exhortación apostólica del Papa Francisco, en la que recrimina la falta de valentía a la hora de afrontar un problema que pesa principalmente sobre los hombros de los pobres. Denuncia también el "paradigma tecnocrático", cada vez más peligroso, y un multilateralismo vacío, paralizado por los intereses de los más fuertes. Llamamiento a la COP 28 de Dubái: adoptar decisiones eficientes, vinculantes y fácilmente verificables.
Ciudad del Vaticano (AsiaNews) - "No hemos reaccionado de manera suficiente" frente a una casa común "que se está desmoronando y quizás se acerca a un punto de quiebre". Ante la crisis climática debemos "superar la lógica de parecer sensibles al problema y al mismo tiempo no tener el coraje de realizar cambios sustanciales". Ocho años después de su encíclica Laudato Sì, el Papa Francisco vuelve a hacer un fuerte llamamiento en su nueva exhortación apostólica Laudate Deum, publicada hoy en la fiesta de san Francisco de Asís. Es una carta dirigida "a todas las personas de buena voluntad sobre la crisis climática", para decir que es hora de poner fin a la "burla irresponsable" que la presenta sólo como "una cuestión ambiental, verde, romántica, frecuentemente ridiculizada por los intereses económicos". Admitiendo, en cambio, que se trata de "un problema humano y social" por el que los pobres ya están pagando las consecuencias más duras.
En los 73 párrafos de su exhortación apostólica, el pontífice entra en el fondo de la cuestión, comenzando por el objetivo que se fijó en el Acuerdo de París de 2015 de contener dentro de un límite máximo de 1,5 grados centígrados el aumento de la temperatura global. Al ritmo actual - dice citando informes recientes - podríamos llegar a esa cifra en diez años. Ya hay daños irreversibles, "las demás criaturas de este mundo han dejado de ser compañeros de camino para convertirse en nuestras víctimas". (n.15). Enfrenta con decisión a aquellos que minimizan estas alarmas "con opiniones despectivas e irrazonables que -afirma- encuentro incluso dentro de la Iglesia católica". Y rebate a los que señalan con el dedo a los pobres, cuando "la realidad es que un bajo porcentaje más rico del planeta contamina más que el 50% más pobre de toda la población mundial". A quienes plantean que reducir el uso de combustibles fósiles provocaría la pérdida de muchos puestos de trabajo, responde invitándolos a mirar lo que ya les está ocurriendo a millones de personas en otras zonas del mundo debido al aumento del nivel del mar, la sequía u otros fenómenos relacionados con el cambio climático. Por eso - comenta - es necesario que "los políticos y los empresarios se ocupen de ello inmediatamente”.
Invita también a reconocer el meollo del problema, el "paradigma tecnocrático" que ya había señalado en la encíclica Laudato Sì, es decir, la ilusión de que «la realidad, el bien y la verdad brotan espontáneamente del mismo poder tecnológico y económico». Un paradigma que - añade ahora - las nuevas fronteras de la inteligencia artificial hacen aún más peligroso. “El mayor problema – observa, refiriéndose a la carrera por conseguir materias primas como el litio o el silicio – es la ideología que subyace a una obsesión: acrecentar más allá de toda imaginación el poder del hombre, para el cual la realidad no humana es un mero recurso a su servicio” (n.22). Lo que también de origen a la peligrosa ilusión de que siempre puede haber una solución "técnica", que no ponga en tela de juicio estilos de vida que son insostenibles.
Pero el Papa Francisco es igualmente claro al reiterar que este paradigma destructivo no se puede superar mediante "una negación del ser humano" (n.27). No se trata de especular sobre una naturaleza sin hombre, sino de replantear una alianza que parta nuevamente de la ética, "abandonando la lógica del máximo beneficio con el menor costo, disfrazada de racionalidad, de progreso y de promesas ilusorias".
Y esa tarea le corresponde en primer lugar a la política: en la Laudate Deum Francisco denuncia todas sus debilidades. Afirma que es "lamentable" que crisis globales como la financiera de 2007-2008 o la más reciente generada por el Covid-19 "se hayan desaprovechado". Exhorta entonces a reconfigurar el multilateralismo "a la luz de la nueva situación global"; constata el crecimiento de los vínculos entre las organizaciones de la sociedad civil de distintas partes del mundo, señalando el horizonte de "un principio de solidaridad aplicado también a la relación mundial-local" (n. 37). En el núm. 43 hace referencia a la parálisis del Consejo de Seguridad de la ONU y de otros organismos internacionales cuando dice que "ya no será útil sostener instituciones que preserven los derechos de los más fuertes sin ocuparse de los derechos de todos".
Pero volviendo al tema específico del clima, hace referencia a la COP 28 que se inaugura dentro de pocas semanas en Dubai. No deja de subrayar que un evento de este tipo se está celebrando en los Emiratos Árabes Unidos, un país que se caracteriza por ser un gran exportador de energía fósil y "en un momento en que las empresas de gas y petróleo están buscando nuevos proyectos allí para aumentar aún más la producción”. Sin embargo, "decir que no hay que esperar nada sería un acto suicida, porque significaría exponer a toda la humanidad, especialmente a los más pobres, a los peores impactos del cambio climático" (n.53). Por eso el Papa Francisco pide a la COP 28 "una aceleración decisiva de la transición ecológica, con compromisos obligatorios concretos que se puedan monitorear con facilidad".
Son pedidos eminentemente políticos, porque el cambio "no puede venir sólo de esfuerzos individuales sino ante todo de las grandes decisiones de la política nacional e internacional". Pero “no hay cambios duraderos sin cambios culturales” (n.70). Por eso también llama a los creyentes a redescubrir que "la fe auténtica no sólo da fuerzas al corazón humano, sino que transforma la vida entera, transfigura los propios objetivos, ilumina la relación con los demás y los lazos con todo lo creado" (n. 61). Repasando la visión judeocristiana de la relación entre Dios y la creación, llama a un "antropocentrismo situado": "Pongamos fin a la idea de un ser humano autónomo, todopoderoso, ilimitado, y nos repensemos a nosotros mismos para entendernos de una manera más humilde y más rica” (n.68). “Alaben a Dios es el nombre de esta carta - concluye Francisco -. Porque un ser humano que pretende ocupar el lugar de Dios se convierte en el peor peligro para sí mismo".
28/08/2016 13:40