02/04/2019, 15.22
VATICANO
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‘Cristo vive’: el anuncio a los jóvenes, por el bien del mundo

de Bernardo Cervellera

La exhortación apostólica de Papa Francisco, que sigue al Sínodo de los Jóvenes, fue difundida hoy. El mundo de los jóvenes tiene enemigos que los vuelven “esclavos”: la publicidad, la belleza como apariencia, la división con el mundo de los adultos, y una globalización que “homogeniza” El anuncio cristiano es el modo más eficaz para sentar las bases de una renovación profunda de la sociedad. Una “pastoral juvenil popular” que acoja y acompañe a quien no vive la fe. 

Roma (AsiaNews) – La exhortación apostólica “Cristo vive”, dada a conocer públicamente hoy por el Papa Francisco, tras concluirse el Sínodo de Jóvenes de octubre pasado, es un anuncio fuerte y decidido de que sólo en Jesucristo se encuentra la respuesta a las inquietudes, a las contradicciones y al deseo de felicidad en que están inmersos los jóvenes de hoy. Y también se afirma con claridad que, siendo los jóvenes “el ahora de Dios”, la atención prestada a ellos es el modo más eficaz para sentar las bases de una renovación profunda de la sociedad.  El extensísimo documento (53 páginas; 299 párrafos) ahonda en la condición juvenil en el mundo contemporáneo y llega al modo en el que una Iglesia “anticuada” y “cerrada” los mira; parte del valor que tiene el anuncio de Cristo y llega a los peligros a que se ven sometidos los jóvenes en nuestro mundo contemporáneo, que los explota, los condiciona, los usa, los enfrenta al mundo de los adultos; llegando a suscitar en la Iglesia el acompañamiento, no solo de los jóvenes cristianos, sino de cada joven, para que descubra su vocación como persona: en el trabajo, en el matrimonio entre hombre y mujer, en el compromiso social, en una consagración especial.

En el texto se suceden partes escritas a modo de carta, dirigiéndose a un “tú”, y en otras partes, dirigiéndose a todos; hay secciones colmadas de lirismo (como las del amor de Dios y de Cristo por la persona del joven) y otras más analíticas (como la del discernimiento).

A mi modo de ver, el capítulo IV, “El gran anuncio para todos los jóvenes” es el más importante. El Papa mismo dice que en esas páginas él quiere anunciar “lo más importante”, aquello que jamás debiera haberse acallado”. Esta verdad es el amor de Dios, que es equiparado con el de una madre, un padre, un enamorado, y el amor de Cristo, que se entregó por nosotros, y que nos hace comprender que “no tenemos precio”. Junto a la oración al Espíritu Santo, esta parte arrasa con cierto tipo de pastoral juvenil en la cual se trata de esconder la identidad cristiana y, para facilitar el encuentro con los jóvenes, se reduce y diluye cualquier propuesta. En cambio –y este es otro punto importante- el Papa Francisco invita a cada joven a ser misionero, a “ir y llevar a Cristo a cualquier ambiente” (nro. 177)   

Los capítulos 5 y 6 muestran que el mundo de los jóvenes tiene enemigos que los vuelven “esclavos”: es el énfasis que nuestra sociedad pone sobre los jóvenes, para usarlos como objeto de deseo en la publicad, en la reducción de la belleza, tenida como mera apariencia; en el cultivo de una perenne adolescencia carente de decisiones y responsabilidades; en una globalización que “homogeniza” a todas las personas y que no las hace crecer como tales; en oponer el mundo de los jóvenes al de los adultos.  Desde esta perspectiva se comprende que esta exhortación apostólica – y el Sínodo al que se refiere- no apuntan solamente a ser un modo para que la Iglesia recupere el mundo juvenil que parece haber perdido, sino también a contribuir a liberar a los jóvenes de los modelos falsos, que anulan la capacidad de “inquietud” y de proyectos, y para ponerlos en aviso de una filosofía del “diván”: “No confundan la felicidad con un diván ni vivan toda su vida detrás de una pantalla. Tampoco se conviertan en el triste espectáculo de un vehículo abandonado. No sean autos estacionados, mejor dejen brotar los sueños y tomen decisiones. Arriesguen, aunque se equivoquen. No sobrevivan con el alma anestesiada ni miren el mundo como si fueran turistas. ¡Hagan lío! Echen fuera los miedos que los paralizan, para que no se conviertan en jóvenes momificados. ¡Vivan!” (nro. 143). De este modo, la fe se vuelve, no una opción entre tantas, sino la opción para despertar los verdaderos frutos de la juventud.

Otro aspecto que para mí resulta fundamental es la propuesta de una “pastoral juvenil popular” (ver números. 230 y subsiguientes). En ella, no se reúnen solamente los jóvenes católicos, que ya participan de la fe, sino que también se congregan y se acompaña a los jóvenes contradictorios, que están en una búsqueda, “con sus dudas, sus traumas, sus problemas y su búsqueda de identidad, sus errores, su historia, sus experiencias del pecado y todas sus dificultades” (nro. 234).

Por último, es importante el hecho de que se resalte el horizonte en el cual vivir el discernimiento vocacional: en la búsqueda de aquello a lo que me llama el Señor (ya sea como trabajo, en el matrimonio o en la virginidad); en todo momento se recalca la dimensión social, el hecho de que la felicidad de uno no está separada del bien para el mundo: “Tu vocación te orienta a sacar afuera lo mejor de ti para la gloria de Dios y para el bien de los demás” (nro. 257). En síntesis, ser cristianos no es una carrera, pero es más eficaz que la carrera. 

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