Papa: la paz no puede estar basada en el miedo a la guerra nuclear
En un mensaje a la “Conferencia de la ONU orientada a negociar una herramienta jurídicamente vinculante sobre la prohibición de las armas nucleares, que conduzca a su total eliminación”, Francisco afirma que se requiere un diálogo que fortalezca la confianza. “Tenemos la libertad, la inteligencia y la capacidad de guiar y dirigir la tecnología, así como de limitar nuestro poder, para ponerlos al servicio de otro tipo de progreso”.
Ciudad del Vaticano (AsiaNews) – La paz y la estabilidad internacionales no pueden estar fundadas en la amenaza de destrucción o en un mero mantenimiento de un equilibrio de poder. Es lo que escribe el Papa en un mensaje dirigido a la “Conferencia de la ONU orientada a negociar una herramienta jurídicamente vinculante sobre la prohibición de las armas nucleares, que conduzca a su total eliminación”, cuya primera parte se está desarrollando en Nueva York del 27 al 31 de marzo.
“La paz - afirma Francisco- debe construirse sobre la justicia, sobre el desarrollo humano integral, sobre el respeto de los derechos humanos fundamentales, sobre la custodia de la creación, sobre la participación de todos en la vida pública, sobre la confianza entre los pueblos, sobre la promoción de instituciones pacíficas, sobre el acceso a la educación y a la salud, sobre el diálogo y sobre la solidaridad”.
En el documento, el Papa resalta que “una ética y un derecho basados en una amenaza de destrucción recíproca –y potencialmente, de toda la humanidad- son contradictorias con el espíritu mismo de las Naciones Unidas. Por lo tanto, debemos comprometernos por un mundo sin armas nucleares, aplicando plenamente el Tratado de no proliferación, tanto en la letra como en el espíritu (cfr. Discurso a los miembros de la Asamblea General de las Naciones Unidas, 25 de septiembre de 2015)”.
En el actual escenario internacional, caracterizado por un clima inestable de conflictividad y tomando en consideración las principales amenazas a la paz y a la seguridad, “como, por ejemplo, el terrorismo, los conflictos asimétricos, la seguridad informática, las problemáticas ambientales, la pobreza, no son pocas las dudas que surgen acerca de la inadecuación de la disuasión nuclear para responder eficazmente a dichos desafíos. Semejantes preocupaciones asumen mayor consistencia aún, cuando consideramos las catastróficas consecuencias humanitarias y ambientales que derivan de cualquier utilización de artefactos nucleares, con devastadores efectos indiscriminados e incontrolables en el tiempo y en el espacio. Un motivo de preocupación similar surge ante el derroche de recursos destinados a lo nuclear con fines militares, que en cambio, podrían ser utilizados para prioridades más significativas, como la promoción de la paz y del desarrollo humano integral, así como a la lucha contra la pobreza y la puesta en acto de la Agenda 2030 para el desarrollo sustentable”.
“También debemos plantearnos cuán sostenible es un equilibrio que está basado en el miedo, cuando el mismo de hecho tiende a aumentar el miedo y a minar las relaciones de confianza entre los pueblos. La paz y la estabilidad internacionales no pueden estar fundadas sobre un falso sentido de seguridad, sobre la amenaza de una destrucción recíproca o de un aniquilamiento total, sobre el simple mantenimiento de un equilibrio de poder. La paz debe construirse sobre la justicia, sobre el desarrollo humano integral, sobre el respeto de derechos humanos fundamentales, sobre la custodia de la creación, sobre la participación de todos en la vida pública, sobre la confianza entre los pueblos, sobre la promoción de instituciones pacíficas, sobre el acceso a la educación y a la salud, sobre el diálogo y sobre la solidaridad. En esta prospectiva, necesitamos ir más allá de la disuasión nuclear: la comunidad internacional es llamada a adoptar estrategias a largo plazo, para promover el objetivo de la paz y de la estabilidad, y evitar abordajes miopes a los problemas de seguridad nacional e internacional”.
“En dicho contexto, el objetivo final de la eliminación total de las armas nucleares se torna un imperativo tanto moral como humanitario. Un abordaje concreto debiera promover una reflexión sobre una ética de la paz y de la seguridad cooperativa, multilateral, que vaya más allá del ‘miedo’ y del ’’aislacionismo’ que prevalece hoy en numerosos debates. La consecución de un mundo sin armas nucleares requiere de procesos a largo plazo, basados en la conciencia de que ‘todo está conectado’, desde una óptica de ecología integral (cfr. Laudato Si’, 117, 138). El destino compartido de la humanidad precisa reforzar con realismo el diálogo, y construir y consolidar mecanismos de confianza y de cooperación, capaces de crear las condiciones para un mundo sin armas nucleares”.
“La creciente interdependencia y la globalización significan que cualquiera sea la respuesta que demos a la amenaza de las armas nucleares, la misma ha de ser colectiva y concertada, basada sobre la confianza recíproca”. Esta última sólo puede construirse a través de un diálogo que esté sinceramente orientado hacia el bien común, y no en función de la tutela de intereses velados o particulares; este diálogo debiera ser el más inclusivo posible de todos: Estados nucleares, países que no están en posesión de armas nucleares, el sector militar y el privado, comunidades religiosas, sociedad civil, Organizaciones internacionales. En este esfuerzo, debemos evitar aquellas formas de recriminación recíproca y de polarización que obstaculizan el diálogo en lugar de alentarlo. La humanidad tiene la capacidad de trabajar junta para construir nuestra casa común; tenemos la libertad, la inteligencia y la capacidad de guiar y dirigir la tecnología, así como de limitar nuestro poder y de ponerlos al servicio de otro tipo de progreso: más humano, más social y más integral (cfr. ibid., 13, 78, 112; Mensaje a la XXII sesión de la Conferencia de las Partes en la Convención-Cuadro de la ONU sobre cambio climático (COP-22), 10 de noviembre de 2016). Esta conferencia tiene la intención de negociar un Tratado inspirado por argumentos éticos y morales. Se trata de un ejercicio de esperanza, y es mi deseo que también pueda representar un paso decisivo en el camino hacia un mundo sin armas nucleares. Si bien éste es un objetivo a largo plazo, extremadamente complejo, no está fuera de nuestro alcance”. “Formulo mis mejores deseos –concluye el Papa- a fin de que el trabajo llevado a cabo por esta Conferencia pueda ser fructífero y dar una contribución eficaz en el avance de esta ética de la paz y de la seguridad cooperativa multilateral, de la cual hoy la humanidad tiene tanta necesidad”.
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