03/02/2016, 12.28
VATICANO
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Papa: Dios quiere salvar a todos y su misericordia "lleva a cumplimiento la justicia"

Perdonar y ayudar al culpable a reconocer y rechazar el mal es también "el modo de resolver los contrastes dentro de las familias, en las relaciones entre esposos o entre padres e hijos, donde el ofendido ama al culpable y desea salvar la relación que lo une al otro. No cortar esa relación, ese vínculo". "Ser confesores es una responsabilidad muy grande, muy grande, porque ese hijo, esa hija que se acerca a ti, está solamente tratando de encontrar un padre. Y tú, sacerdote, que estás ahí en el confesionario, estás puesto en lugar del Padre que hace justicia con su misericordia".

Ciudad del Vaticano (AsiaNews) - Dios quiere salvar a todos y es su misericordia la que "lleva al cumplimiento de la justicia", una Justicia que pide al culpable que reconozca el mal hecho y que deje de hacerlo, para que, así, "el mal no exista más, y que quien era injusto se convierta en justo, porque es perdonado y ayudado a encontrar el camino del bien". La relación entre la misericordia y la justicia ha estado en el corazón de la catequesis del Papa durante la audiencia general, una vez más dedicada al tema del Jubileo de la misericordia, y también aplaudida, tal como ocurrió la semana pasada, pero esta vez por una exposición de artistas del Circo Americano, al que Francisco dio la bienvenida con una sonrisa. El Papa les recordó lo que había dicho siete días antes: "vosotros hacéis algo bello, y la belleza siempre nos acerca a Dios". Sin embargo, agregó, "detrás de este espectáculo de belleza hay horas, horas y horas de entrenamiento" y "el apóstol Pablo nos dice que para llegar al final tenemos que entrenar, para ganar hay que entrenar, y esto es un ejemplo para todos nosotros, porque la seducción de la vida fácil, encontrar una meta buena sin esfuerzo es una tentación, y vosotros, con lo que han hecho hoy, os recuerdan "que la vida sin esfuerzo es una vida de mediocridad, y os agradezco tanto por vuestro ejemplo" .

A las 15.000 personas presentes en la Plaza de San Pedro, entre las cuales paseo en jeep - a la que también hizo subir a dos niños, un varón y una mujer - Francisco les preguntó "¿Cómo se articula la realidad de la misericordia con las exigencias de la justicia? Podría parecer que son dos realidades que se contradicen; en realidad no es así, porque es justamente la misericordia de Dios que lleva a cumplimiento la verdadera justicia. ¿Pero, de qué justicia se trata? Si pensamos en la administración legal de la justicia, vemos que quien se considera víctima de una injusticia se dirige al juez en un tribunal y pide que se haga justicia. Se trata de una justicia retributiva, que aplica una pena al culpable, según el principio de que a cada uno le debe ser dado lo que le corresponde. Como recita el libro de los Proverbios: «Así como la justicia conduce a la vida, el que va tras el mal camina hacia la muerte». También Jesús lo dice en la parábola de la viuda que iba repetidas veces al juez y le pedía: «Te ruego que me hagas justicia contra mi adversario»".

"Sin embargo, este camino no lleva todavía a la verdadera justicia, porque en realidad no vence el mal, sino simplemente lo circunscribe. En cambio, es sólo respondiendo a esto con el bien que el mal puede ser verdaderamente vencido. Entonces hay aquí otro modo de hacer justicia que la Biblia nos presenta como el camino maestro a seguir. Se trata de un procedimiento que evita recurrir a un tribunal y prevé que la víctima se dirija directamente al culpable para invitarlo a la conversión, ayudándolo a entender que está haciendo el mal, apelando a su conciencia. De esta manera, finalmente arrepentido y reconociendo su proprio error, él puede abrirse al perdón que la parte agraviada le está ofreciendo. Y esto es bello: la persuasión; esto está mal, esto es así… El corazón se abre al perdón que le es ofrecido. Es éste el modo de resolver los contrastes dentro de las familias, en las relaciones entre esposos o entre padres e hijos, donde el ofendido ama al culpable y desea salvar la relación que lo une al otro. No corten esta relación, este vínculo. Es cierto que éste es un camino difícil. Requiere que quien ha sufrido el mal esté dispuesto a perdonar y a desear la salvación y el bien de quien lo ha ofendido. Pero solo así la justicia puede triunfar, porque, si el culpable reconoce el mal hecho y deja de hacerlo, es ahí que el mal no existe más, y entonces quien era injusto se hace justo, porque es perdonado y ayudado a encontrar la camino del bien. Y aquí está justamente el perdón, la misericordia”.

“Es así como Dios actúa en relación a nosotros, los pecadores. El Señor continuamente nos ofrece su perdón, y nos ayuda a acogerlo y a tomar conciencia de nuestro mal, para poder liberarnos. Porque Dios no quiere nuestra condena, sino nuestra salvación. ¡Dios no quiere la condena de nadie, de nadie! Alguno de ustedes podrá hacerme la pregunta: ¿Pero padre, la condena de Pilatos, ¿no se la merecía? ¿Dios la quería? ¡No! ¡Dios quería salvar a Pilatos y también a Judas, a todos! ¡Él, el Señor de la misericordia, quiere salvar a todos! El problema es dejar que Él entre en el corazón".

"Todas las palabras de los profetas son un llamado apasionado y lleno de amor que busca nuestra conversión. Es esto lo que el Señor dice por medio del profeta Ezequiel: «¿Acaso deseo yo la muerte del pecador … y no que se convierta de su mala conducta, y viva?», es eso lo que agrada a Dios! Y éste es el corazón de Dios, un corazón de Padre que ama y quiere que sus hijos vivan en el bien y en la justicia, y por ello vivan en plenitud y sean felices. Un corazón de Padre que va más allá de nuestro pequeño concepto de justicia, para abrirnos a los horizontes ilimitados de su misericordia. Un corazón de Padre que no nos trata según nuestros pecados y no nos paga según nuestras culpas. Y precisamente es un corazón de Padre el que queremos encontrar cuando vamos al confesionario. Tal vez nos dirán alguna cosa para hacernos entender mejor el mal, pero en el confesionario todos vamos a encontrar a un padre; un padre que nos ayude a cambiar de vida; un padre que nos de la fuerza para ir adelante; un padre que nos perdone en nombre de Dios. Y por eso,  ser confesores es una responsabilidad muy grande, muy grande, porque ese hijo, esa hija que se acerca a tí, está solamente tratando de encontrar un padre. Y tú, sacerdote, que estás ahí, en el confesionario, tú estás ahí en el lugar del Padre, que hace justicia con su misericordia”.

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