04/04/2018, 14.24
MONGOLIA
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Arvaikheer, en Pascua bautizaron a ocho cristianos: nunca hubo tantos

Los neófitos son adolescentes, jóvenes y adultos. “La elección cristiana necesita del apoyo de las familias”. “El recurrir a la fe es vista como un recurso de liberación, curación y protección” de los espíritus malvados del culto de los chamanes. La conversión de un muchacho enfermo, que encontró a Dios en el sufrimiento.

Arvaikheer (AsiaNews) – En la noche de Pascua “hemos celebrado 8 bautismos, el número más alto jamás logrado en nuestra comunidad de cristianos”. Lo dice con alegría el Pbro. Giorgio Marengo, un misionero de la Consolata que está en Mongolia. Él vive en las estepas asiáticas desde 2003 y guía la parroquia de Arvaikheer, situada a más de 400 Km de la capital, Ulán Bator. Él cuenta a AsiaNews cómo ha sido el camino de conversión espiritual que llevó a 8 habitantes del pueblo -adolescentes, jóvenes y adultos- a abrazar la fe cristiana durante la vigilia de Pascua.

El p. Giorgio cuenta que de los 8 bautizados, 4 son adolescentes de entre 15 y 18 años de edad: “Ellos provienen de familias católicas o tienen algún pariente ya bautizado. Han realizado los 2 años de preparación prescriptos por la Iglesia local y han vivido el bautismo como una coronación de un camino”. Su edad adulta, continúa, “se explica por nuestra decisión de ser cautos con los bautismos de los más pequeños y en los últimos años apuntar, en cambio a crear las condiciones para que fuesen los adultos los que abrazaran la fe. Esto permite que sus hijos o nietos tengan puntos de referencia dentro de la familia. Por el contrario, hemos notado que cuando faltaba el apoyo en la fe por parte de los familiares, se difundía más el abandono del cristianismo entre los jóvenes”. “A pesar del fuerte entusiasmo juvenil -sostiene- si en casa no hay nadie que los ayude, a menudo se alejan de la Iglesia y de la práctica de la fe. En un país no cristiano como Mongolia, la elección cristiana necesita del apoyo de las familias, de otro modo en los momentos cruciales de la vida como el matrimonio o cuando se tienen hijos, el resto de la familia les aplica el ostracismo, los dejan de lado o les crean problemas”.

La tendencia al ostracismo dentro de la sociedad, en caso de adherir a un culto distinto del Budismo tibetano o de los chamanes es lo que le sucedió a otra familia de la zona. Gantulga y Uurtsaikh son los padres católicos de Otgonerdene y Sainzaya, de 10 y 13 años, que figuran entre los 8 bautizados en la vigilia de Pascua. “Recientemente -cuenta- esta familia fue afectada por un grave luto: el suicidio de un hijo de 17 años. El gesto del joven creó un enorme dolor y desestabilización en la familia y nosotros tratamos de apoyarlos en un camino de reflexión”.

Además del dolor que ya afecta a los familiares, algo que ayuda a agravar la situación son las creencias populares, en las cuales los espíritus tienen un rol relevante; los eventos dolorosos o trágicos a menudo son leídos a la luz de este mundo espiritual adverso, que se necesita controlar de algún modo. “Desde que su hijo se quitó la vida -cuenta- los padres están viviendo todo con mucho sufrimiento y miedo. Y ahora está el temor de que los espíritus vuelvan a molestar a los familiares, si ellos no confían en la intervención de los chamanes”.

Por ese motivo “hemos aceptado el pedido de bautizar a los hijos menores de la pareja, porque el bautismo es considerado como un don de protección y seguridad espiritual. Los niños no han hecho un recorrido de formación convencional, por lo cual recuperarán lo que no han vista con el catecismo para la Primera Comunión”. En este sentido, agrega, “la fe es vista como un recurso de liberación, curación y protección de todo esto. Obviamente que se debe ir al encuentro de estos miedos y tratar dentro de lo posible de aliviarlos. Además, son las mismas personas que ven en el bautismo y en la vida cristiana una forma de ingreso bajo la protección de Dios, un Dios omnipotente y misericordioso que no permite que las personas sean atacadas por los espíritus malignos”.

Entre los neófitos con los cuales el p. Marengo tiene un lazo más estrechos está Baterdene, un joven de 28 años. “Él -cuenta- tiene una historia muy particular. Los últimos 8 años los pasó entre internaciones y operaciones quirúrgicas. Lo conocemos desde hace años, desde cuando él frecuentaba el segundo año de la facultad de agronomía. En aquel tiempo le fue diagnosticado un tumor en el cerebro y nosotros logramos enviarlo a Corea para ser operado. La operación salió muy bien y él se curó. Al volver, comenzó a tener dolores en la espalda, hasta que le diagnosticaron espondilitis anquilosante, una dolencia que causa una  progresiva escoliosis de la columna vertebral del enfermo. En aquel período comenzó a frecuentar la iglesia, venía a misa y se interesaba por la catequesis. Nosotros nos dimos cuenta de su sufrimiento, movilizamos a algunas personas hasta que un hospital católico coreano aceptó operarlo y pagar los gastos de la operación y de la internación”.

En este camino de extremo sufrimiento, que lo llevó a transcurrir largos meses inmóvil en la cama. “Baterdene se dio cuenta de que las personas que se ocupaban de él, si bien no era cristiano, lo hacían simplemente por su bien. Después de la operación hemos intensificado las relaciones y él expresó el deseo de ser bautizado. Una señora fue todas las semanas a su tienda para prepararlo para el catecumenado, que fue integrado por largas discusiones conmigo a propósito de la fe, sobre el sentido de la vida cristiana y de la oración. Él entendió que la oración es el medio para mantener el lazo vital con Dios, que nos permite recurrir a Él cada vez que lo queramos y que todo aquello que presentamos en la oración no se pierde, sino es ofrecido en la oración. Y el Señor asume sobre sí todas nuestras cargas”. “El joven encontró a Dios en el sufrimiento -concluye el p. Giorgio- y encontró a personas dispuestas a brindarle alivio por amor. Uno de los motivos que lo llevó a pedir el bautismo es haber experimentado que Dios está cerca, que no te abandona cuando tienes un problema. Cristo sufriente abrió el camino, al hecho de que se puede vivir la enfermedad con fe y con confianza”.

 

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