Yemen: un pueblo abandonado en un conflicto catastrófico e interminable
En los últimos días, la ONU hizo una petición de ayuda a los países donantes por un importe de 4.500 millones de euros. Un pedido similar en 2022 había logrado recaudar la mitad de los fondos necesarios. Mientras tanto, en el territorio los combates continúan, la tregua parece lejana y la crisis económica se agrava. Los niños soldados, el colapso del PIB y los recursos a cuentagotas alimentan la miseria.
Milán (AsiaNews) - Un plan de ayuda de casi 4.500 millones de euros de los países donantes, para tratar de aliviar a una nación golpeada por años de guerra, pobreza e indiferencia de la comunidad internacional, mientras en el territorio siguen muriendo civiles. Y los niños son explotados como armas en una incesante campaña de reclutamiento que ninguna política de sensibilización ha podido contrarrestar. La crisis de Yemen, donde se libra una guerra tan sangrienta como olvidada, no parece terminar y ni siquiera los esfuerzos de la ONU por alcanzar un acuerdo han surtido efecto hasta ahora. Los Houthis, milicias rebeldes cercanas a Irán, siguen combatiendo contra las fuerzas gubernamentales reconocidas por la comunidad internacional y apoyadas por la coalición árabe que lidera Arabia Saudita. A esta última en el pasado se la acusó por sus incursiones que alcanzaron víctimas inocentes, entre ellas menores, escuelas y hospitales. Aunque los esfuerzos de mediación -que hasta ahora resultaron en una frágil tregua que duró unos meses el año pasado- den sus frutos, la población está destinada a sufrir en los próximos años las consecuencias del conflicto y el desastre humanitario.
Una crisis sin salida
En abril del año pasado aparecieron signos de esperanza cuando el enviado especial de la ONU Hans Grundberg -en el cargo desde septiembre de 2021- consiguió arrancar de ambas partes una tregua de dos meses, que se renovó por otro periodo, y el inicio de las negociaciones para un acuerdo a largo plazo. En el frente gubernamental, Riad y Abu Dhabi habían sustituido el liderazgo de décadas del presidente Abdu Rabbu Mansur Hadi por un consejo de ocho miembros (PLC). Sin embargo, la tregua expiró definitivamente el 2 de octubre y nunca se renovó; las partes siguieron combatiendo mientras se acusaban mutuamente por el fracaso de las negociaciones. Lo que queda es un conflicto que se cobró casi 400.000 vidas desde 2014 y que, según la ONU, provocó la "peor crisis humanitaria del mundo", sobre la que el Covid-19 tuvo efectos "devastadores". Millones de personas están al borde de la inanición y los niños -11.000 ya murieron en el conflicto- sufrirán las consecuencias durante décadas. Hay más de tres millones de desplazados internos, la mayoría de los cuales vive en la miseria, pasa hambre y está expuesta a epidemias, en especial al cólera.
En los últimos ocho años, la situación a nivel militar permaneció prácticamente inalterada. Los Houthis, más conocidos como Ansar Allah (AA), gobiernan a dos tercios de la población y controlan un tercio del territorio. El frente más candente es la gobernación de Marib, donde los rebeldes proiraníes lanzaron una ofensiva que, sin embargo, se topó con la resistencia gubernamental. Para mantener el poder, los Houthis no dudan en recurrir a un régimen autoritario, que no respeta ningún derecho humano y reprime la disidencia mediante encarcelamientos, ejecuciones -incluso contra los menores, que muchas veces siguen siendo utilizados como niños soldado, como ocurre también en el otro bando- y juicios sumarios. No hay libertad de expresión, los periodistas son detenidos y castigados, las mujeres tienen restringidos sus derechos y libertades, lo que incluye la obligación de un "tutor" masculino o un "código de vestimenta".
Riad y Abu Dhabi, intereses divergentes
Las condiciones no son mejores en el frente opuesto, donde en los últimos años se produjo una fractura dentro de la alianza árabe entre Arabia Saudita y Emiratos Árabes Unidos por intereses divergentes y por el apoyo al movimiento separatista en el sur. Los objetivos contrapuestos también tuvieron graves consecuencias en el escenario del conflicto, en el que también jugó un papel importante la progresiva desvinculación de Estados Unidos ya bajo la presidencia del republicano Donald Trump, que luego continuó con su sucesor demócrata Joe Biden. Una de las señales que marcaron este cambio fue el ataque de los houthis a Abu Dabi en enero de 2022, un golpe al corazón que llevó a saudíes y emiratíes a la autodefensa, conscientes de que ya no podían contar con el paraguas protector de Washington. Este giro de los acontecimientos se confirmó aún más después de los múltiples ataques con misiles y drones desde territorio controlado por rebeldes proiraníes en dirección a Arabia Saudita, algunos de los cuales tuvieron como objetivo instalaciones petrolíferas de importancia estratégica para Riad. Mientras tanto, se creó el "consejo" presidencial para el periodo de transición (el PLC), cuyo objetivo es garantizar un frente común entre los intereses de Abu Dabi y Riad frente a los houthis. Sin embargo, en los últimos meses éste también se caracterizó por divisiones, facciones enfrentadas e intereses divergentes que no ayudan al diálogo ni a la mediación.
Las consecuencias de la guerra
Años de violencia y tensiones causaron inmensos sufrimientos a una población agotada desde el punto de vista económico, social y humano. El balance se agrava por el bloqueo de algunos de los principales puertos del país, como el de Hodeida, donde se concentraron duros combates que acabaron por paralizar el comercio, los suministros e incluso la misma ayuda. Uno de los pocos actores que en los últimos años parece haber reforzado su presencia, y sus intereses, es China, que observa Adén y sus alrededores con gran atención, con vistas a seguir fortaleciendo la "Ruta de la Seda". Con la guerra, el PIB se desplomó un 50%, mientras que la renta media anual per cápita es de unos 600 euros, menos de la mitad que antes de la contienda. La crisis financiera también provocó la congelación del pago de salarios a cerca de 1,2 millones de empleados públicos, muchos de los cuales recibieron pagas por la mitad del sueldo con varios meses de distancia entre ellas. A los daños económicos se suman los medioambientales, con una serie de catástrofes naturales en la historia reciente que causaron graves consecuencias, en particular las inundaciones de gran alcance que sumergieron territorios enteros. Y la tendencia, advierten los expertos, parece que va a empeorar.
La mayoría de los yemeníes están sumidos en el agotamiento, la desesperación y la miseria, e incluso si se llega a un acuerdo de paz -lo que no está en absoluto asegurado- a corto o medio plazo, la población seguirá atrapada entre la devastación socioeconómica y el clima hostil. En los últimos meses, Grundberg, el enviado de la ONU, multiplicó sus esfuerzos e intentó acercar los frentes con viajes regulares a Riad, Omán, Emiratos e incluso Moscú. Un primer paso puede representarlo el inicio de negociaciones directas entre los Houthi y Arabia Saudita, un reconocimiento y una legitimación a los que los propios rebeldes pro-Teherán aspiran desde hace tiempo después de haber mantenido contactos secretos en los últimos años. Todo ello, sin embargo, sin ocultar -o soslayando- el papel del Consejo, que aún hoy representa la parte internacionalmente reconocida en el complicado rompecabezas de Yemen. La petición de la ONU de más de 4.000 millones en ayuda para 2023 es una señal de que la crisis humanitaria se agrava cada vez más, pero los recursos son escasos y los grifos se están secando, sumándose a otras crisis globales como el terremoto en Siria y Turquía. En 2022, el pedido de una cantidad similar sólo alcanzó el 52% del objetivo, mientras la gente sigue sufriendo y sus líderes parecen cada vez más distantes, y menos interesados, en alcanzar un compromiso.
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