Vicario de Arabia: la jurisdicción de los siro-malabares y el «desafío» a la belleza de la unidad

de Dario Salvi

El obispo Aldo Berardi, jefe del vicariato que incluye Baréin, Kuwait, Qatar y Arabia Saudí, comenta la decisión del Papa Francisco de conceder a la Iglesia siro-malabar jurisdicción sobre los migrantes indios. «No se trata de un elemento secundario, concierne a ámbitos que van más allá de los rituales» y que habrá que definir. El problema de los lugares de culto, las relaciones con el Estado y la interlocución con el mundo musulmán. «Demasiadas voces» pueden crear «confusión».

Milán (AsiaNews) - La unidad sigue siendo siempre «el desafío» porque «es fuente de belleza» aunque «cueste esfuerzo», sobre todo frente a «la unicidad de cada rito» ligado a las diversas comunidades que componen la Iglesia local. Así lo ha subrayado a AsiaNews monseñor Aldo Berardi, vicario apostólico de Arabia del Norte, sacerdote de la Orden de la Santísima Trinidad y de los Esclavos de la que es vicario general desde hace más de un año, en un territorio que incluye Baréin, Kuwait, Qatar y Arabia Saudí. Una realidad compuesta en gran parte por emigrantes económicos procedentes de diferentes naciones de Asia, en particular de la India, y de diferentes ritos uno de los cuales se ve afectado por la decisión -anunciada en los últimos días por el Papa Francisco- de conceder a los siro-malabares jurisdicción sobre quienes se encuentran en Oriente Medio por motivos de trabajo (la gran mayoría en las vicarías de Arabia del Norte y del Sur).

«Durante años, el único obispo local, latino», explica monseñor Berardi, «tenía que promover todos los ritos y responder a las exigencias y necesidades» de cada comunidad. El primero en definir la cuestión fue Juan Pablo II, que había confiado al vicariato apostólico «la tarea de promover todos los ritos», después, en 2006, «Benedicto XVI empezó a hablar de mayor autonomía». En 2020 un nuevo cambio «para confiar la jurisdicción a los Patriarcas orientales». En los últimos años se ha confiado a los sacerdotes el cuidado pastoral de los distintos ritos, para «responder a las exigencias y necesidades de cada realidad». Esto significó, añadió el prelado, que 'para mantener la unidad en torno al obispo latino, los sacerdotes de rito oriental tuvieron que adaptarse' en cuanto a la catequesis, las celebraciones y los sacramentos. Lo mismo ocurre con los siro-malabares, que hoy cuentan con 16 sacerdotes [religiosos capuchinos] en el vicariato.

El 13 de mayo, recibiendo en audiencia a una delegación encabezada por el nuevo arzobispo mayor Raphael Thattil, el pontífice expresó públicamente su asentimiento a una petición formulada desde hace años por las Iglesias de Oriente, especialmente para sus fieles del Golfo Pérsico. La Iglesia siro-malabar tendrá, por tanto, jurisdicción sobre los emigrantes indios pertenecientes a este rito que viven en la región, aunque la cuestión, como subrayó el Papa Bergoglio, deberá definirse más adelante «también a través de los estatutos, pero a partir de hoy ya se puede». La petición de jurisdicción es una cuestión planteada desde hace años por las Iglesias orientales católicas para los cientos de miles de emigrantes, un mosaico de lenguas y ritos hasta ahora dirigido por los dos Vicariatos Apostólicos de Arabia de rito latino.

La cuestión no sólo religiosa, sino que también tiene una implicación social, basta pensar en la celebración del matrimonio y su reconocimiento civil. De los siro-malabares a los maronitas, de los católicos coptos a los melkitas «nos reunimos para momentos festivos», subraya el vicario. Por un lado, existe el riesgo de ser demasiado independientes", advierte, “pero por otro hemos trabajado para mantener la unidad, respetando las diferentes realidades orientales”. «Utilizan nuestras iglesias [latinas] para celebrar misa porque no pueden hacerlo fuera de los lugares de culto permitidos y reconocidos, como prevén las leyes locales. En este momento, por ejemplo, estamos elaborando un acuerdo canónico con los maronitas sobre los matrimonios, que debería ser también un ejemplo para los demás ritos» del vicariato.

Monseñor Berardi reconoce que por el momento hay una fase de «incertidumbre» que sigue a la decisión del Papa y que, como ha señalado, tendrá que definirse «sobre el papel». «Debemos esperar las indicaciones -continúa el prelado- del dicasterio para las Iglesias Orientales, de la Secretaría de Estado. Luego con el arzobispo mayor haremos valoraciones sobre cómo integrar a los nuevos sacerdotes, porque ya parece que quieren enviar diocesanos de la India. Estamos en una fase intermedia, también habrá que definir la cuestión de la responsabilidad ante las autoridades y los distintos Estados, porque en las últimas indicaciones del Papa Francisco era el Vicariato Apostólico el que tenía que mantener estas relaciones y ninguna otra Iglesia católica sui iuris tiene personalidad jurídica y todavía tendrá que depender durante algún tiempo del Vicariato para visados, lugares de culto, etc.». «En cuanto a los siro-malabares», subraya, «nuestro interlocutor será el arzobispo mayor, no podemos discutir con las diócesis individuales. Ya tenía previsto un viaje a la India en julio y ahora será aún más urgente, así como que Mar Raphael Thattil visite el Golfo y conozca el servicio que ofrecemos a los fieles de su rito».

El Vicariato Apostólico de Arabia del Norte extiende su jurisdicción sobre cuatro Estados de la Península, con situaciones diferentes a nivel social, político y de libertad religiosa: Baréin, Kuwait, Qatar y Arabia Saudí, esta última una nación donde no se permite otro culto que el islámico pero donde hay -aunque no oficialmente- presencia cristiana. En 2020, a la muerte del último vicario, monseñor Camillo Ballin, al que sucedió como administrador monseñor Paul Hinder -antes vicario de Arabia Meridional-, había casi 2,8 millones de bautizados sobre una población de unos 43 millones de habitantes. El territorio está dividido en 11 parroquias, la sede está en Baréin, en Awali, donde se encuentra la catedral de Nuestra Señora de Arabia.

El reto sigue siendo el de la unidad, como Iglesia católica y frente a los Estados, cada uno con su estilo. Y para los diferentes ritos, la definición de una jerarquía y de lugares, de espacios, porque son limitados: desde el exarcado de los melquitas a los maronitas que proyectaban construir una iglesia en Qatar como futura sede del vicario patriarcal, idea actualmente congelada. Y de nuevo, la jurisdicción sobre los sacramentos: «Si un fiel caldeo se casa con una armenia», subraya monseñor Berardi, «hay que decidir quién celebra, qué rito, el nulla osta de los respectivos patriarcas, el acuerdo canónico para la validez de los sacramentos... elementos importantes que hay que definir». También está la cuestión del reconocimiento civil» y “la relación con la autoridad musulmana, que en relación necesita saber quién es la referencia”.

Demasiadas voces, y demasiadas cabezas, corren el riesgo de crear confusión, dado que hasta ahora el responsable ante el Estado era, y es, el obispo latino.

Por último, el prelado reflexiona sobre su primer año al frente del vicariato del norte: «Llegué en una situación difícil con la muerte del obispo [Ballin], el Covid-19 que limitaba mucho los movimientos del administrador [Hinder] y la atención pastoral de las parroquias. El primer trabajo fue organizar el vicariato económica y administrativamente, ordenar los documentos, un paso importante y necesario para ser claros y transparentes». «Estamos en una fase de reestructuración», concluye, «porque cada país es diferente, pero debemos encontrar una visión general para todos, seguida de una aplicación concreta que es diferente, con limitaciones y conflictos internos. Lo importante para nosotros es mantener siempre la unidad».