23/06/2023, 13.22
TURQUÍA
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Vicario de Anatolia: la comunidad cristiana 'corre un gran peligro' tras el terremoto

Mons. Bizzeti relató una situación general de "gran desesperación" y mucha necesidad, los fieles que quedan en Antioquía se pueden contar "con los dedos de las dos manos". La Iglesia en Occidente tiene la tarea de recordarle a los gobiernos y a las instituciones su deber de "salvaguardar" la presencia de los cristianos. Las intervenciones de Caritas que están en curso y los programas a largo plazo incluyen la escolarización y el apoyo psicológico. 

Iskenderun (AsiaNews) - La comunidad cristiana en las zonas afectadas por el terremoto "corre un gran peligro", a causa de una situación general de "enorme desesperación": los fieles que permanecen en Antioquía, el corazón de la devastación, se pueden contar "con los dedos de las dos manos" y además de las necesidades cotidianas existe también la necesidad de reconstruir el tejido social "empezando por la vivienda, la escuela y el trabajo" porque "de lo contrario la gente se irá". Esto es lo que dijo a AsiaNews monseñor Paolo Bizzeti, vicario de Anatolia, una región que todavía muestra las devastadoras heridas infligidas por el dramático terremoto del 6 de febrero. Del 13 al 15 de junio, en Iskenderun, el vicariato organizó un encuentro para discutir la situación y delinear las intervenciones y actividades para las próximas semanas, en un marco que continúa siendo de gran necesidad. 

"Los cristianos", afirmó monseñor Bizzeti, "no son diferentes de otras minorías, sufren los problemas de todos: vivienda, trabajo, escuela, el día a día, la vida cotidiana. Todo tardará años en solucionarse. Incluso hoy es difícil decir qué se puede hacer desde fuera para ayudar, pero el punto central sigue siendo mantener la atención alta, recordar que las raíces del cristianismo están en estos lugares. Y las Iglesias de Occidente", añadió, "deberían sensibilizar e interesar a sus gobiernos, para que se tomen en serio y contribuyan a preservar la presencia cristiana en Medio Oriente. Estoy hablando de políticas serias que deberían incluirse en la agenda".

El terremoto de magnitud 7,7 del 6 de febrero sigue siendo una herida abierta para Turquía, con una grave situación de emergencia aún activa en 11 grandes centros del sur y sureste del país y al otro lado de la frontera, en el norte de Siria. El número de muertos ha superado los 50.000 (además de los más de 8.000 de los que ha informado Damasco), pero las cifras no son definitivas, teniendo en cuenta que en los últimos días se han descubierto otros dos cadáveres bajo los escombros durante el desmantelamiento de un edificio en Adıyaman. Los edificios y casas derrumbados o gravemente dañados superan los 160.000, y el número de desplazados después de cuatro meses supera los dos millones, en una emergencia sin fin a la vista. A ello se suman los desaparecidos, como señaló en una interpelación parlamentaria la diputada del Partido Verde y de la Izquierda Tülay Hatimoğulları, que pide claridad sobre el número de desaparecidos. 

En la primera fase de la emergencia, el Vicariato de Anatolia y Cáritas Turquía se encargaron de la distribución de agua, alimentos, mantas, ropa, medicamentos, detergentes y material de limpieza en la sede episcopal de Iskenderun, a domicilio, en las calles y en los primeros campamentos. A esto se añadieron las tiendas escuela para garantizar un mínimo de escolarización y contribuir al desarrollo de los niños en un contexto de graves necesidades. En una segunda etapa, las intervenciones de la Iglesia se refirieron al suministro de tiendas, equipamiento, cocinas de campamento, duchas-baños, recipientes y utensilios de comedor, ventiladores y frigoríficos. En los tres primeros meses, casi 55.000 familias recibieron asistencia de primera necesidad, además de ayuda psicológica para jóvenes y adultos, apoyo a la educación y atención médica.

En la región de Hatay, la más afectada, "gran parte de la población se ha desplazado a otras ciudades y no prevé regresar pronto", contó el vicario de Anatolia. "Muchos desean volver", continuó, "pero no hay cálculos fiables sobre los plazos". En la región de Antioquía no es posible reconstruir, la gente se dispone a alejarse de los lugares donde vivió durante mucho tiempo. Otros se han quedado en la zona y viven en campamentos de tiendas de campaña o en asentamientos, y necesitan de todo, empezando por la comida y las instalaciones de ventilación y refrigeración, porque con la llegada del calor, dentro de las tiendas, el clima es abrasador. Luego está el problema del almacenamiento de alimentos, y es en estas tareas en las que Cáritas concentra actualmente sus esfuerzos".

En un primer cálculo, alrededor del 20% de la población original sigue en la zona más afectada, y la Iglesia ha estado trabajando en el último periodo para proporcionar a los trabajadores y artesanos equipos para que puedan empezar a trabajar de nuevo. Y también vacas, cabras y ovejas a los granjeros, y lo que necesitan las mujeres que antes tejían en casa para suministrar productos a empresas del norte de Turquía. "Herramientas y equipos para volver a trabajar", afirmó monseñor Bizzeti, "y en esta perspectiva la contribución del microcrédito es fundamental".

Los tiempos "serán inevitablemente largos", advirtió, porque cada paso está bajo control gubernamental "y no se puede hacer nada sin permisos" que se expiden al final de un complejo -más aún en una situación de emergencia- proceso burocrático. Por último, los niños, los jóvenes y las escuelas, que siguen siendo "una de las categorías más afectadas" después del sufrimiento y los meses perdidos por la pandemia del Covid-19. "Esta generación", concluyó monseñor Bizzeti, "está destinada a vivir una experiencia escolar muy precaria, a la que se añaden los traumas psicológicos de la emergencia sanitaria primero y la del terremoto después. Además, el tiempo y los recursos son escasos incluso para pensar en la psicología, y es una lucha constante por la supervivencia”.

 

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