Tras el atentado al templo sufí, operativos policiales dan muerte a más de 100 terroristas
El ataque suicida en Sind provocó la muerte de más de 80 fieles que estaban reunidos en oración. El Plan de acción nacional contra el terrorismo fue aprobado, pero falta la voluntad política para llevarlo a la práctica. “Se necesita eliminar el elemento religioso islámico de la Constitución”.
Karachi (AsiaNews) – El gobierno de Islamabad ha emprendido una caza de hombres en todo el país, dedicándose a la búsqueda de afiliados al terrorismo islámico. Se han estado efectuado controles al azar en las principales ciudades, en respuesta al sangriento atentado de hace dos días, perpetrado por un militante del Estado islámico contra un templo sufí en Sind, que provocó la muerte de más de 80 fieles reunidos en oración. Las fuerzas de la policía informan haber descubierto y dado muerte a más de 100 terroristas, mientras que las autoridades están presionando al gobierno de Kabul, para que entregue a los otros 76 afiliados a grupos extremistas que se ocultan en Afganistán.
Activistas, intelectuales y educadores expresan su preocupación a AsiaNews, por el clima de renovada violencia, que está sembrando miedo y temor en toda la sociedad. Samson Salamat, presidente del Rwadari Tehreek (Movimiento por la tolerancia), afirma: “Pakistán está en estado de shock por esta nueva ola de extremismo y terrorismo, que ha azotado a todas las provincias”. Y luego se queja: “El gobierno federal y el de las provincias, así como las agencias anti-terrorismo son responsables de esto. Durante años, hemos exigido políticas y estrategias para hacer frente al terrorismo violento, pero como única respuesta sólo hemos obtenido algunas iniciativas que no apuntan al núcleo del problema. A pesar de que se ha aprobado un Plan de acción nacional para combatir el terrorismo, el mismo jamás fue llevado a la práctica en su totalidad, con un compromiso por parte de todos los actores implicados”.
El resultado de esta inercia, continúa, “es que continuamente asistimos, impotentes, a grupos ilegales que llevan a cabo manifestaciones, encuentros y que recaudan dinero en público”. Y lo que es peor, subraya “es que incluso algunas personas que tiene responsabilidades en el gobierno, muestran una actitud débil hacia los terroristas, llegando incluso a permitirles las manifestaciones públicas. Todo esto es inaceptable. Gobierno y funcionarios estatales deben proponer políticas claras. El objetivo primario de la agenda política debe ser la tolerancia cero hacia todas las formas de extremismo. La nación debe salir del silencio y presionar al gobierno”.
Según el educador Ishtiaq Ahmed, “todas las personas de bien deben condenar los ataques que golpean a inocentes. ¿O acaso queremos una sociedad en la cual nadie esté seguro, y donde fanáticos con armas puedan salir de paseo sembrando el desorden entre nuestra gente? La llamada guerra santa proveniente de Afganistán amenaza nuevamente nuestras vidas”.
El escritor Ajmal Shabir agrega: “Nuestros corazones están destrozados. El atentado al templo de Lal Shahbaz Qalandar demuestra que los pobres y los vulnerables pueden convertirse en un blanco de un momento a otro. Por el contrario, el jefe de ministros y todos los políticos están seguros”.
Adnan Rehmat, un conocido editorialista, considera que ha llegado el momento de “eliminar el elemento religioso [islámico] de la Constitución, y establecer, de una vez por todas, que la tarea del Estado es garantizar el bienestar de los ciudadanos, y no utilizar a estos últimos para sus manías de grandeza en su voluntad de surgir como líder de la Ummah [comunidad islámica] sobre la base de una identidad religiosa y confesional. De otro modo, lo que el Estado quiere no haría más que coincidir con aquello que quieren y glorifican los terroristas”. “Las personas pobres –concluye- están cansadas de ser asesinadas por estos experimentos religiosos grandiosos”.
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