Tokio, una agencia gubernamental se ocupará de la gestión del flujo de trabajadores extranjeros. Misionero: Hay que proteger sus derechos
Comenzará a funcionar a partir de abril del año que viene. La búsqueda de trabajadores para las Olimpíadas. Los migrantes católicos, una ocasión para redefinir el rol de la Iglesia en la sociedad.
Tokio (AsiaNews) – Un nueva agencia estará abocada a gestionar y a incrementar el enorme flujo de trabajadores migrantes que ingresarán a Japón en los próximos años, según lo anunciado en el día de ayer por fuentes de gobierno. El Pbro. Ignacio Martínez, misionero de Guadalupe y responsable del departamento de asuntos sociales de la Conferencia Episcopal japonesa, advierte acerca de una visión “egoísta” –a la cual debemos oponernos-, que ve a los migrantes como meros “instrumentos” del país, sin velar por el bien de estas personas.
La nueva agencia funcionará a partir de abril del próximo año. En ese mismo período, comenzará a regir un nuevo estatus residencial aplicable a los trabajadores extranjeros y cuyos detalles serán definidos en los meses venideros; de esta manera, Japón se abrirá a cientos de miles de trabajadores en varios sectores. Hace años que la mano de obra japonesa está en continuo declive, afectada por una crisis demográfica devenida crónica. En los últimos años el número de migrantes ha ido creciendo vertiginosamente, llegando a duplicarse en sólo cinco años: de los 680.000 presentes en 2012 pasaron a ser 1,28 millones en octubre de 2017. De éstos, el grupo más grande está compuesto por 370.000 chinos, seguidos por los vietnamitas y los filipinos.
Para el P. Martínez, la sociedad japonesa necesita de trabajadores de todo tipo, en particular, para las Olimpíadas del 2020. Se precisan albañiles para construir los estadios, pero también empleados calificados para recibir a los millones de turistas que arribarán. Japón quiere mostrarse como un “país abierto y amigable”, una apariencia que contrasta con el sufrimiento de los migrantes, cuyos derechos no son protegidos. “De todos los problemas, el mayor es el que se refiere a la comunicación. No hablan el idioma, y no conocen su cultura. Por todo esto, a menudo ocurre que sus superiores les gritan. Están lejos de sus familias, de su tierra, y se sienten solos”. Luego está el problema de los “broker”: se trata de figuras que contactan a los trabajadores en los países de origen, los enlazan con las empresas japonesas, y pagan el vuelo para que viajen. De esta manera, establecen con los migrantes una situación de crédito. Pero luego se hace difícil devolverlo, debido a los bajos salarios. “A veces, el broker retiene sus pasaportes, para que ellos no puedan ir a ninguna parte. Es una nueva forma de esclavismo”. A ello se suma que muchas familias terminan separadas, porque el marido tiene un permiso de trabajo, pero la familia no puede quedarse, ni siquiera pueden permanecer los niños nacidos y criados en Japón. “No es un mero problema migratorio, es también humanitario”, comenta el misionero.
A la pequeña Iglesia japonesa le preocupa el destino de estas familias; además, muchas de ellas son católicas. “Buena parte de los vietnamitas, y casi todos los filipinos, son católicos. Si tú vas a cualquier iglesia de Japón, los verás allí, asistiendo a la misa, rezando, o incluso refugiados allí, donde se sienten a salvo. Para la Iglesia, su presencia es una ocasión para redefinir el rol que ella desempeña en la sociedad. Debemos integrar a las personas que vienen de otros países para construir una sola comunidad, multicultural e inter-cultural”. Es justamente para hacer frente a este desafío, que hace dos semanas el Comité para migrantes, refugiados y personas en movimiento –en Japón, presidido por el obispo de Nagoya, Mons. Michel Matsura- se reunirá y definirá el “plan estratégico” a adoptar para el período 2019-2021.
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