21/08/2018, 19.30
JAPÓN
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Tokio, para algunos jóvenes, suicidarse es mejor que volver a la escuela

El período en el cual se producen más suicidios es entre fines de agosto y los primeros días de septiembre. El 1º de septiembre es el día más “mortal”: casi el triple de suicidios que los demás días. Los “futoko” son chicos que se niegan a regresar a la escuela por el miedo que sienten. Se trata de un flagelo generalizado. P. Villa: lo más importante es escuchar, pero lo más difícil es establecer un vínculo de confianza. Están profundamente heridos por las situaciones de bullying.   

Tokio (AsiaNews) – Para algunos jóvenes japoneses, que se ven sometidos a situaciones de acoso e intimidación (bullying) y tienen dificultades para establecer lazos, morir es mejor que regresar a la escuela. “Los primeros días de septiembre son días que todos esperan con aprehensión –comenta el padre Marco Villa, que se desempeñó durante varios años como misionero del PIME en Japón- porque desde hace años, cuando empieza la escuela (el segundo semestre, ya que el ciclo lectivo comienza en abril), es cuando se da el mayor número de suicidios”.  

“Japón siempre ha tenido muchos suicidios –explica el sacerdote- y en esto quizás haya un aspecto cultural implicado. En los últimos años, el número total fue decreciendo, pero no así entre los chicos: el número de jóvenes con edades de entre 10 y 20 años que se quitan la vida no disminuye, sino que sigue habiendo muchos”.

Según un estadio del gobierno llevado a cabo en el 2015, entre 1972 y 2013, hubo 131 jóvenes menores de 18 años que se quitaron la vida el día 1º de septiembre, siendo la cifra casi el triple del número promedio, que es 49. En general, cada año, el número de suicidios tiende a subir a medida que agosto se acerca a su fin.

El P. Villa recuerda un caso que lo golpeó profundamente: una niña de sexto grado de escuela primaria se quitó la vida porque era sometida a situaciones de bullying. La pequeña, que era hija de un japonés y de una filipina, había nacido en las Filipinas. Por ese motivo, ella no hablaba igual que las demás niñas, que habían nacido y se habían criado en Japón. “A raíz de esto, ella devino un blanco de bullying en el aula, y al final, decidió suicidarse”.

Para evitar los suicidios entre los más jóvenes, hace dos días, algunos movimientos populares, como el Futoko wa Fuko Janai (“Los futoko no son infelices”) organizaron una serie de eventos en todo el país, para sostener a los jóvenes que se acercan a la fecha de regreso a la escuela. En Japón, con el término “futoko” se hace referencia a chicos que no lograr asistir a la escuela, ya sea por miedo o por las dificultades que se presentan al interactuar con otros chicos. “Es muy común que los niños opten por no ir a la escuela –comenta el misionero-. No es ausentismo. No van a la escuela porque no lograr entablar relaciones con los compañeros de clase.   En general, tras haber cortado la relación con el mundo escolar, luego, poco a poco, cortan, a su vez, la relación con el mundo civil, social. Viven en casa, con su familia. Salir de casa se torna problemático, incluso más, hallar alguien con quien hablar. Los futoku son apenas una parte de aquellos que son llamados hikikomori, personas que se retiran de la sociedad y viven gracias a la ayuda de los progenitores. Y ello también son muchísimos”.

Para el P. Villa, que en Japón ha trabajado en un centro de escucha de Tokio, el “Mizu Ippai” (vaso de agua), las actividades como las que lleva a cabo Futoko wa Fuko Janai son fundamentales. “El apoyo más necesario es el de una compañía, una amistad. Estos chicos tienen un montón de cosas que quieren decir y contar, y hablar les ayuda a erradicar ese temor profundo en que se cimenta el bullying: ¿por qué, si una persona te dice ‘eres fea’, ‘tú no vales nada’, ‘para qué existes’, por qué debes creerle? Una joven me dijo: ‘En el fondo, yo creía que mi vida no valía nada’.

Un testimonio que da cuenta de la importancia que reviste la escucha es la experiencia que tuvieron con una joven, que acudió al centro alentada por su madre. La joven fue “futoku” durante cuatro años. “Al principio, a ella le costaba mucho venir al centro, porque no frecuentaba ningún otro ambiente excepto su casa. Entonces nos encontrábamos en centros comerciales, quizás en Starbucks; pasábamos allí tres cuartos de hora, una hora, juntos. Una vez que se afirmó el vínculo ella empezó a venir al centro, se acostumbró a hablar con otras personas, fuera del círculo de la familia y de mí. Me dijo que ella había pensado muchas veces en el suicidio. Sin embargo, ella también decía que ‘dentro de mí, sentía hambre, ganas de comer, y esto me hacía pensar que una parte de mí quería ‘vivir’, y ella decía esto riéndose. Llegó a graduarse y ahora estudia idiomas en la Universidad”.

“Lo más importante es escuchar”, pero esta no es tarea fácil: “Lo más difícil es crear un lazo de confianza, porque son chicos que han sido profundamente ofendidos e instintivamente, no se fían de los demás”.

“Las sociedades como la japonesa –concluye el padre Villa- en las cuales pareciera que no falta nada, logran resaltar, incluso de manera más evidente, las debilidades de una persona”. También tienen culpa de ello las redes sociales, con las cuales es fácil “señalar” y herir a otros, escondiéndose detrás de un mensaje enviado por Facebook o sms.

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