Terrorismo y emigrantes: un diálogo necesario entre musulmanes y cristianos (Tercera parte)
La ola de migrantes que buscan refugio en Europa no da signos de agotarse. Entre ellos, los musulmanes son aquellos que se adaptan con mayor dificultad a un estilo de vida que es juzgado “decadente”. La integración implica una aceptación de la escala de valores de Occidente, entre ellos, la dignidad de la mujer está en primer lugar. Los cristianos no deben “defenderse de la invasión islámica”, sino encontrar y testimoniar la fe en la caridad y en el amor.
Roma (AsiaNews)- A los musulmanes que llegan a Europa en busca de refugio, les cuesta integrarse en la cultura occidental. Por eso, es importante ayudarlos a asimilar los valores de Occidente, sobre todo aquellos que se relacionan con la dignidad de la mujer, sin compromiso alguno. Los cristianos a su vez, son llamados a testimoniar su propia fe y su acogida. El diálogo sobre la religión es una consecuencia del amor vivido y ofrecido. Publicamos aquí la Tercera parte del análisis del Pbro.. Samir Khalil Samir, jesuita, islamólogo, sobre la urgencia del diálogo entre cristianos y musulmanes. Para la Segunda parte ver aquí; para la Primera parte aquí.
5. Recibir a los musulmanes en Europa y ayudarlos a integrarse
La crisis del mundo islámico y la reacción violenta dentro del mundo árabe y más allá de él, han provocado miles de muertes y millones de migrantes, la mayoría de los cuales busca asilo en Europa. Ya son casi 8 millones, los migrantes que desean venir a Europa y el flujo no se detendrá. La mayoría de ellos son musulmanes, provenientes no sólo del mundo árabe, sino también de África y de otras partes. Además, son musulmanes de origen humilde, con una cultura no muy desarrollada. Los musulmanes ricos, que han estudiado en la universidad, presentan menos problemas.
Ahora, hay un hecho evidente en todo el mundo: el musulmán tiene grandes dificultades para integrarse en Occidente. El motivo es claro: siendo el islam un proyecto global (religioso, político, militar, económico, social, modo de vestir, de comer, de relacionarse con los demás, etc.), quien llega a Occidente no puede someterse espontáneamente a las leyes, a las normas y a las costumbres de este nuevo mundo. Para el musulmán de hoy la shari´a es lo que gobierna toda la vida. Desobedecer las normas de la shari´a es el crimen más grave. En cuanto a las normas occidentales, éstas a menudo son vistas como malas e incluso como pecaminosas. Por este motivo, el musulmán no ve por qué debiera adoptar costumbres y comportamientos que, a su modo de ver, son decadentes, es más, contrarias a la Ley divina, representada por la Shari´a islámica.
Por este motivo, desde el primer instante, es esencial hacer entender al emigrado musulmán la diferencia cultural que existe entre los dos mundos; y explicar al emigrado musulmán que sus normas, aunque para él sean sagradas, no tienen valor en Occidente. Si quiere vivir aquí, debe someterse obligatoriamente a los valores del país, aunque le parezcan incorrectas. Los mismo vale para el occidental que quiera vivir en un país musulmán: debe someterse a las normas de dicho país, aunque le parezcan equivcadas.
Si queremos evitar problemas y conflictos a futuro, este es un punto importante y fundamental. A menudo, el comportamiento extraño del musulmán es justificado por él a partir de su cultura islámica, la cual es vista por él como el “sumo bien”, como el modelo perfecto visto que -de acuerdo a su pensamiento- fue establecida por Dios mismo.
Esta “educación” no es automática, ni sucede de manera espontánea. Debe transmitirse, comenzando por los niños, pero explicándola como una necesidad, como una obligación absoluta, si quieren vivir en este país. Es necesario explicar que no queremos decir que las normas de nuestro país sean mejores que las normas de los otros, sino simplemente que cada país tiene su propia cultura y normas, y que éstas son (por definición) “normativas”. Si el interesado no las acepta, es libre; pero entonces debe irse, para vivir en otro lado donde sus normas son normativas.
Uno de los puntos más sensibles es la relación hombre-mujer: ésta no está librada al parecer de cada uno; la paridad absoluta, de derechos y deberes, entre el hombre y la mujer es una norma absoluta. ¡Infringir esta norma es un delito! Este punto es particularmente difícil aceptar o simplemente de practicar, porque se opone a una norma absoluta establecida por el Corán y difundida en toda la cultura islámica. Por ende, al musulmán les resulta algo totalmente inaceptable y erróneo. Pero no se puede ceder sobre en punto.
6. Anunciar el Evangelio a los Musulmanes, subrayando el Dios Amor y la fraternidad universal
En concreto, frente a estos musulmanes que llegan en masa, hay dos actitudes posibles: una, es ver esta realidad como una invasión, la otra verla como un reclamo y una misión. La primera actitud no sirve a nadie, ni a mí, ni al otro. La segunda puede cambiar muchas cosas. Ver automáticamente a los emigrantes como “invasores” es algo que, por cierto, no es cristiano. Es obvio que estando en la misma situación que atraviesa la mayoría de ellos, en los países bombardeados, con sus casas destruidas, las escuelas y los hospitales eliminados, etc, cada uno de nosotros buscaría una solución más humana para sus vidas. ¡Y más aún, siendo que la guerra continúa, con su gran inhumanidad! Además, en estos países (Siria, Irak y tantos países africanos), es sabido que el gobierno no hará gran cosa para restaurar lo que fue destruido. No tienen otra opción más que buscar la solución en otrra parte, en países materialmente más organizados.
Dicho esto, debemos pensar como creyentes cristianos que somos. El Evangelio de Mateo termina con estas palabras de Jesús a los discípulos: “Entonces, vayan y hagan discípulos en todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a observar las cosas que yo os he ordenado. Yo estaré con vosotros, todos los días, hasta el fin del mundo” (Mt 28,19-20; Cfr. Mc 16, 15-16).
No se trata de hacer propaganda, se trata simplemente, para cada uno de nosotros, de tener una actitud fraternal, de testimoniar el afecto y la amistad, de practicar el amor y la caridad. Es este el mensaje del Evangelio. Si se puede profundizar la relación, incluso con un intercambio de ideas sobre la visión musulmana y la cristiana, mucho mejor. No se trata ni de propaganda, ni de proselitismo. Pero no debemos evitar hablar de Cristo y del Evangelio y eventualmente compararnos con la concepción islámica, si la conocemos.
Si puede ayudarse a algunas familias para que envíen a sus hijos a una escuela católica, entonces esa también sera una ocasión para que ellos descubran un poquito qué es el cristianismo.
Por otra parte, las fiestas cristianas son ocasión de encuentro y de intercambio. Igualmente, si se crea una amistad con alguna familia musulmana, ciertamente os invitarán a participar de las fiestas musulmanas, en particular para el Ramadán.
Entonces, se trata de partir de la convicción de que ellos no son nuestros enemigos, sino nuestros hermanos. Si Dios los manda a nuestro país, también es que habrá algún motivo para ponernos a la prueba: ¿Somos verdaderos cristianos, dispuestos a compartir nuestra fe, fuente de nuestra alegría? ¿A compartir la maravilla que representa el Evangelio? Del mismo modo, él compartirá conmigo su Corán, que considera como el último mensaje de Dios a la humanidad.
En una palabra, no debemos tener miedo de los musulmanes. Son como nosotros. Pero no han tenido la suerte de conocer a Cristo, a la Virgen María y al Evangelio. Tienen derecho a todo esto. No podemos tener esto solamente para nosotros. Pero es obvio que si quiero compartir el Evangelio con alguien, ¡yo debo ser el primero en conocerlo y vivirlo!
17/12/2016 13:14
15/06/2017 11:40