Taskent: las estafas y la corrupción frenan el crecimiento y el proceso de reformas
El Presidente Mirziyoyev ha hecho numerosos llamamientos a los hombres de negocios en el extranjero en favor de un "Uzbekistán moderno". Sin embargo, el sistema de estafas y corrupción sigue siendo generalizado, si no empeorado y peligroso. La denuncia del ingeniero médico Saidikrom Akhrokov, que había abierto la primera fábrica de jeringuillas desechables del país.
Moscú (AsiaNews) - Figura destacada de la vida social y económica de Uzbekistán, el ingeniero médico Saidikrom Akhrokov, que había abierto en el país la primera fábrica de jeringas desechables, ha regresado a su país tras varios años de exilio voluntario. Una elección dictada por la confianza en las promesas de reformas y mejora del clima empresarial del Presidente Šavkat Mirziyoyev. Sin embargo, fue víctima de estafas financieras y corrupción.
Por ello, este pionero de la fabricación de equipos médicos, de 78 años, decidió contar a Radio Ozodlik los motivos de su decepción, criticando la ineficacia y la hipocresía de los anuncios presidenciales. Su salida de Uzbekistán había estado motivada por las condiciones de estancamiento y aislamiento bajo la presidencia del primer líder postsoviético, Islam Karimov, por lo que había intentado creer en los planes de "apertura" de su sucesor, que tomó las riendas del país en 2016.
Las actividades empresariales de Akhrokov habían comenzado en los años ochenta, cuando el entonces gobierno de la república soviética le había encomendado la tarea de abrir una fábrica para las necesidades del sector sanitario, como subdirector de la empresa estatal Uzmedtekhnika, un proyecto de 16 millones de dólares que debía realizarse en un año. Para ello trajo especialistas de España, lo que le permitió abrir la fábrica Mediz, inaugurada en 1991, al final de la URSS.
La instalación se privatizó pronto, y Akhrokov permaneció como director y propietario del 40% de las acciones. La producción creció muy intensamente, a un ritmo de 100 millones de jeringas al año, que se convirtieron en 250 millones a principios de la década de 2000, generando considerables beneficios. Sin embargo, la fortuna del director se esfumó tras el divorcio de su hijo de su esposa Lola, la última hija del entonces todopoderoso presidente Karimov.
Casi se vio obligado a abandonar el país, instalándose finalmente en España con toda su familia, y trasladándose después a los Emiratos Árabes Unidos (EAU), dedicándose al negocio inmobiliario. Cuando por fin regresó a Uzbekistán, encontró su fábrica completamente parada y abandonada, "reducida a una especie de museo", por lo que decidió intentar hacerla funcionar de nuevo, buscando otros financiadores, identificados en la empresa MedPharm, perteneciente al Turkiston Bank uzbeko. Trabajando día y noche, la fábrica reabrió en 2020 en sólo cuatro meses, y pronto volvió a ser rentable.
Akhrokov decidió entonces modernizar las instalaciones que habían quedado en los años 90, pero el banco le denegó el crédito, y la fiscalía aclaró que Turkiston estaba siendo investigado por una serie de créditos falsos y otras estafas. Al final, la fábrica de jeringuas se vio obligada a cerrar de nuevo, pero las maquinaciones financieras han quedado impunes hasta ahora, sin que se haya identificado a los responsables.
El presidente Mirziyoyev había hecho numerosos llamamientos a los empresarios uzbekos en el extranjero para que regresaran a su país y ayudaran a construir un "Uzbekistán moderno", pero, según Akhrokov, las tan cacareadas reformas no han hecho mella en el sistema de malversación generalizada. Y el mundo de los negocios se ha vuelto mucho más corrupto y peligroso, incluso en comparación con la época de Karimov. Como explica en la entrevista, "a principios de la década de 2000, la gente tenía miedo de ir a la cárcel por el uso ilegal de créditos, hoy nadie tiene miedo de maniobrar con el dinero de formas y medidas tan criminales que bajan los brazos".
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