Sólo los cristianos pueden mostrar a los musulmanes la "loca utopía" del estado islámico
Beirut (AsiaNews)- ¿Cuál es la naturaleza del poder que se desarrolla al interior del territorio ocupado por el grupo "Estado islámico"? De cuánto conocemos: rituales supersticiosos (Abu Bakr al-Baghdadi sube siempre con el pie derecho todos los escalones del minbar, (el púlpito de la mezquita), deportación o liquidación de los apóstatas y de las minorías religiosas no musulmanas, adoctrinamiento de los niños, justicia sumaria (crucifixiones, lapidaciones, decapitaciones), secuestro de bienes, limpieza étnica y cultural, etc... estamos en presencia de un poder teocrático en el cual lo temporal está sometido a lo espiritual y a quien cumple su parte. Estamos en presencia de una verdadera utopía.
En línea de máxima, utopía y aspiración a una "ciudad perfecta" colocada en el futuro. Pero en el caso actual, la utopía es de naturaleza regresiva. La sociedad ideal a la cual aspira está situada en el pasado, que se trata de reponer en toda su presunta pureza. Se trata de un retorno a una "edad de oro", en la cual la ley de Dios gobierna- o al menos así se piensa- todos los aspectos de la vida personal, social y política.
Sabemos, por haberlo tomado una vez por todas de decenas de ejemplos traídos de la historia, en particular de los modelos monstruosos aparecidos en el S. XX- comunismo y nazismo-, que la utopía genera terror, y que este sistema de poder, este embrión, esta veleidad de civilización residen sobre un error antropológico fatal: la ciega confianza en la perfectibilidad del hombre, ciudadano de la "ciudad ideal" en la cual será posible controlar todas las pulsiones o, para decirla toda, la entropía y la tendencia al desorden. Algo que no se puede obtener, desde el interior, sino con la gracia, y del exterior con el terror.
Y es del todo evidente que nosotros nos encontramos, hoy, en un aterrador contexto de utopía política. Nada de nuevo. Juan Pablo II, muchas veces habló de un mesianismo temporal. Pero para incentivar a los lectores a explorar todos sus escritos, esta vez iremos a pescar una perla en el "mare magnum" de sus "Diarios íntimos", que su secretario no tuvo el coraje de destruir, como si su autor no había por otro lado pedido que se hiciera en su testamento. "El mesianismo temporal, el Reino de Dios en esta tierra, siempre representó un problema", escribe el gran Papa. Ciertamente, el Vaticano toma posiciones claras y netas en los que concierne a las necesidades evangélicas en el mundo- pero es algo profundamente diverso del mesianismo político". (pág 422).
La Iglesia no renuncia de hecho a hacer del mundo un lugar en el cual es bello vivir, en todo caso un lugar mejor que vivir en estado salvaje, pero ella archivó la utopía de una "ciudad perfecta" y del "reino de los mil años", que se habla en el Apocalipsis, de los cuales algunos utilizaron para justificar el mesianismo temporal. Un mesianismo que, en algunas épocas, desnaturalizó el mensaje evangélico.
"El hombre no es ni un ángel ni una bestia", afirma Pascal, "y desgracia quiere que quien quiera ser ángel se hace bestia". Es este el error antropológico por excelencia, aquel en el cual cayeron tantos sistemas políticos que han querido "repartir de cero", lo que valió en los tiempos modernos los campos de concentración en Europa, los gulag en la unión soviética, los campos de la muerte en Camboya. Quien quiera ser ángel y olvidar la parte de bestia que está ínsita en cada hombre, cae él mismo en la bestialidad. La ley del más fuerte, la sed de poder, lo que en términos cristianos llamamos "cátedra"- y no "cuerpo"- en oposición a lo que es espiritual y a la gracia, se infiltran en manera insidiosa en el interior de los mejores sistemas del mundo, y hasta en los meandros de la democracia misma.
Algunos piensan que el estado islámico no sea otra cosa que una creación oculta que obedece a una voluntad de cambio geo-político en Oriente y cuyo motivo de fondo no es sino económico. Sin embargo, sin excluir esta motivación, si admitimos que los fundadores de este Estado son movidos realmente por un celo religioso, va de por sí que ellos ceden desafortunadamente a la ilusión de una "edad de oro" inexistente y justifican cada forma de violencia en su nombre.
"Nosotros, la civilización, sabemos ya que somos mortales", constataba con un tono de obscuridad Valéry. La civilización misma, y algunos diría sobre todo aquellas que se fundan en una religión, no son nada más que artificios humanos, frágiles estructuras, efímeras, que deben tener en cuenta continuamente a un hombre que se divide en naturaleza y gracia, teniendo como árbitro a la libertad. Y, la Iglesia algo de esto sabe, y con infinitas precauciones que se deben utilizar para el nacimiento de un mundo más justo, sabiendo de nuestra falibilidad. "nosotros no tenemos por misión la de hacer triunfar a la verdad, sino testimoniarla", decía Henri de Lubac. Esto en lo que concierne a la utopía.
Violencia e islam
La violencia del Estado islámico pone además un segundo problema. Antes decíamos que estamos delante de la presencia un sistema teocrático, en el cual el aspecto temporal está sometido al espiritual. ¿El islam del Estado islámico es por los tanto "el verdadero rostro" de la religión musulmana? Esto es cuánto niegan con ímpetu muchas autoridades, también en Egipto o en Arabia Saudita. El muftí de Egipto, Abdel Aziz Allam, quisiera que la misma palabra "Estado islámico" fuese substituida por "Asociación terrorista Isis". El muftí de Arabia Saudita, Abdel Aziz el-Cheik se expresó en términos análogos: "El extremismo y la violencia no tienen nada que ver con el islam. Son su primer enemigo, y los musulmanes son sus primeras víctimas"
"Ciertamente, es fuente de confortación ver que muchos musulmanes no se reconocen en las ideas y en las acciones del Estado islámico", escribió el 22 de septiembre pasado Michele Brignone, secretario científico de la Fundación internacional Oasis y jefe de redacción de la homónima revista, Pero afirmar en modo genérico que es extraño al "verdadero" islam arriesga de ser objetivamente poco exhaustivo, como los explica el intelectual egipcio Charif Younis, uno de los intérpretes más profundos y competentes del pensamiento árabe y del islam moderno (aún no muy conocido en occidente), en un par de artículos publicados el 18 de agosto y el 1 de septiembre pasados en el prestigiosos periódico al-Ahram. En el primero, titulado. "La ideología del Estado islámico t el renacimiento islamista", Younis, sin reticencias y con una franqueza rara en el debate público de los países árabes-islámicos, escribe. "Acusar organizaciones violentas como la del Estado islámico de ignorar simplemente al islam es una especie de simplificación grave, sino además de mera connivencia. En realidad la violencia es parte ella misma de un así llamado renacimiento islamista y se funda en el retomar elementos tradicionales, ya existentes [...]". "Es cierto un bien que pensadores islámicos condenen la experiencia traumatizante del Estado islámico", concluye el autor del artículo. "Pero es también importante, sobre todo, que el islam mismo sea revisado. Sin un juicio adecuado, los proyectos islamistas podrán der frenados por un cierto período, pero jamás realmente adormecido".
De hecho, explican los expertos, no hay un solo islam sino diversos tipos de islam, o aún más tradiciones y escuelas islámicas, independientemente de la adhesión literal al Corán, como hubieron y continúan habiendo tradiciones cristianas diversas, si bien todas inspiradas en el mismo cuerpo de textos. Así, como la Iglesia católica ha hecho una admirable enmienda por el proceso a Galileo, o pedido perdón por la trata de negros, somos nosotros que les debemos decir a los musulmanes dónde mirar para ver "el verdadero rostro" de su propia religión y si los "elementos de violencia" del Corán son intrínsecos o no a la propia fe, y cómo los son.
17/12/2016 13:14
16/02/2015
05/08/2016 14:22