Sínodo: "el deseo de familia" sigue vivo, pero necesitamos "nuevos programas pastorales"
Ciudad del Vaticano (AsiaNews) - A pesar de los muchos signos de crisis,
causadas por factores que van desde las dificultades económicas al
"creciente peligro planteado por un individualismo exagerado", el
"deseo de familia" sigue vivo, especialmente entre los jóvenes. De
ahí que "la necesidad de los anuncios sin descanso de la Iglesia y con
profunda convicción de que 'el evangelio de la familia', que se le ha confiado
con la revelación del amor de Dios en Jesucristo" y " la urgencia de nuevos caminos pastorales", que participan "en
su vida de modo incompleto e imperfecto, apreciando más los valores positivos
que custodian, en vez de los límites y las faltas".
Se ejecuta a lo largo de estas líneas de la "Relatio post disceptationem", la relación después de la
discusión, celebrada esta mañana por el ponente general, cardenal Peter Erdo a la
11 ª Congregación General del Sínodo Extraordinario de la familia. Una asamblea,
recordó el cardenal, que recopila "las reflexiones principales que los
Padres Sinodales han emitido durante estos días y que constituye la base para
los documentos finales del Sínodo. Asimismo se anunció el tema del 14º Sínodo
general ordinario, que se celebrará del 4 al 25 de octubre de 2015, sobre el
tema: "La vocación y la misión de la familia de la Iglesia en el mundo
contemporáneo".
Las perspectivas de fondo son sin embargo aquellas de "aprovechar las
realidades positivas" también del individualismo y "de los
matrimonios civiles y, hacer debidas diferencias de la convivencia", la
mayor participación de las familias cristianas en la obra de evangelización,
"un compromiso mayor de toda la comunidad cristiana en la preparación de
los novios para el matrimonio "y" acompañamiento pastoral que va más
allá de la celebración del Sacramento", con la consiguiente necesidad de
la formación de los agentes pastorales.
El punto de partida es que "
grandes valores del matrimonio y de la familia
cristiana corresponden a la búsqueda que atraviesa la existencia humana también
en un tiempo marcado por el individualismo y el hedonismo. Es necesario aceptar
a las personas con su existencia concreta, saber sostener la búsqueda, alentar
el deseo de Dios y la voluntad de sentirse plenamente parte de la Iglesia,
incluso de quien ha experimentado el fracaso o se encuentra en las situaciones
más desesperadas. Esto exige que la doctrina de la fe, que siempre se debe
hacer conocer en sus contenidos fundamentales, vaya propuesta junto a la
misericordia".
Y si " La prueba más grande para las familias de nuestro
tiempo a menudo es la soledad", "la crisis de la pareja
desestabiliza la familia y se puede llegar a través de la separación y el
divorcio a tener consecuencias graves en adultos, los hijos y la sociedad, lo
que debilita los lazos individuales y sociales".
Frente a la crisis de la familia y para la nueva realidad, la Relazione afirma
que ". En razón de la ley de la
gradualidad (cf. Familiaris Consortio, 34), propia de la pedagogía divina, se
trata de leer en términos de continuidad y novedad la alianza nupcial, en el
orden de la creación y en el de la redención. Jesús
mismo, refiriéndose al plan original sobre la pareja humana, reafirma la unión
indisoluble entre el hombre y la mujer, mientras comprende que «por la dureza
de sus corazones Moisés les ha permitido repudiar a sus esposas, pero desde el
principio no fue así» (Mt 19,8). De tal modo, Él muestra cómo la
condescendencia divina acompaña siempre el camino humano, orientándolo hacia su
principio, no sin antes pasar a través de la cruz".
"Podemos distinguir tres etapas
fundamentales en el plan divino sobre la familia: la familia de los orígenes,
cuando Dios creador instituyó el matrimonio primordial entre Adán y Eva, como
fundamento sólido de la familia: hombre y mujer los creó (cf. Gn 1,24-31;
2,4b); la familia histórica, herida por el pecado (cf. Gn 3) y la familia
redimida por Cristo (cf. Ef 5,21-32), a imagen de la Santísima Trinidad,
misterio del cual brota todo amor verdadero. La alianza nupcial, inaugurada con
la creación y revelada en la historia entre Dios e Israel, llega a su plenitud
con Cristo en la Iglesia".
"En consideración del principio de gradualidad en el plan salvífico
divino, nos preguntamos ¿Qué posibilidades tienen los cónyuges que viven el
fracaso de su matrimonio? o ¿Cómo es posible ofrecerles a ellos la ayuda de
Cristo por medio del ministerio de la Iglesia? "
Algunos se preguntan si es posible que la plenitud sacramental del
matrimonio no excluya la posibilidad de reconocer elementos positivos también
en las formas imperfectas que se encuentran fuera de tal realidad nupcial, a
ella de todos modos ordenada. La doctrina de los grados de comunión, formulada
por el Concilio Vaticano II, confirma la visión de un modo articulado de
participar en el Mysterium Ecclesiae por parte de los bautizados".
Es por lo tanto, " un discernimiento espiritual, acerca de las
convivencias y de los matrimonios civiles y los divorciados vueltos a casar,
compete a la Iglesia reconocer estas semillas del Verbo dispersas más allá de
sus confines visibles y sacramentales". " una nueva dimensión de la pastoral familiar actual, consiste en captar
la realidad de los matrimonios civiles y, hechas las debidas diferencias,
también de las convivencias. De hecho, cuando la unión alcanza una notable
estabilidad a través de un vínculo público, está marcada por un afecto
profundo, por una responsabilidad en relación a los hijos, con la capacidad de
resistir a las pruebas, pueden ser vistos como un germen para acompañar el
desarrollo hacia el sacramento del matrimonio".
La nueva realidad de la vida de las familias y las personas en general empuja
la Relazione a reclamar la responsabilidad de evangelizar, "compartida por
todo el pueblo de Dios, cada uno según su ministerio y carisma". " Para esto se requiere una conversión misionera: es necesario no detenerse
en un anuncio meramente teórico y desconectado de los problemas reales de las
personas. Nunca hay que olvidar que la crisis de la fe ha comportado una crisis
del matrimonio y de la familia, y como consecuencia, se ha interrumpido
frecuentemente la transmisión de la fe de los padres a los hijos. Frente a una
fe fuerte, la imposición de algunas perspectivas culturales que debilitan a la
familia y al matrimonio no tiene ninguna incidencia".
En el debate se destacó "
La indispensable profundización bíblica-teológica",
que acompaña "el diálogo, a todos los niveles", y " reclamo de la necesidad de una conversión de toda la praxis pastoral en
perspectiva familiar, superando las ópticas individualistas que todavía la
caracterizan".
Dirigiéndose a las difíciles situaciones específicas, la Relatio parte de la
afirmación que la Iglesia está llamada a ser "siempre la casa abierta del
Padre" y "para venir al encuentro de quienes sienten la necesidad de
retomar su camino de fe, incluso si no se puede celebrar el matrimonio canónico".
"No es prudente pensar en soluciones únicas o inspiradas en la por la
lógica del 'todo o nada'.
"Un tal discernimiento es
indispensable para los separados y divorciados. Debe ser respetado sobretodo el
sufrimiento de aquellos que han sufrido injustamente la separación y el
divorcio. El perdón por la injusticia sufrida no es fácil, pero es un camino
que la gracia hace posible. Del mismo modo, va siempre subrayado que es
indispensable hacerse cargo de manera leal y constructiva de las consecuencias
de la separación o del divorcio, en los hijos: ellos no pueden convertirse en
un "objeto" de contienda y se deben buscar las formas mejores para que puedan
superar el trauma de la división familiar y crecer en el modo más posible
sereno".
". Con respecto a la posibilidad de
acceder a los sacramentos de la Penitencia y de la Eucarística, algunos han
argumentado a favor de la disciplina actual en virtud de su fundamento
teológico, otros se han expresado por una mayor apertura a las condiciones bien
precisas cuando se trata de situaciones que no pueden ser disueltas sin
determinar nuevas injusticias y sufrimientos. Para algunos, el eventual acceso
a los sacramentos debe ir precedido de un camino penitencial -bajo la
responsabilidad del obispo diocesano-, y con un compromiso claro a favor de los
hijos. Se trataría de una posibilidad no generalizada, fruto de un
discernimiento actuado caso por caso, según una ley de la gradualidad, que
tenga presente la distinción entre el estado de pecado, estado de gracia y
circunstancias atenuantes".
"Sugerir de limitarse a la sola
"comunión espiritual" para no pocos Padres sinodales plantea algunas preguntas:
¿si es posible la comunión espiritual, por qué no es posible acceder a la
sacramental? Por eso ha sido solicitada una mayor profundización teológica a
partir de los vínculos entre el sacramento del matrimonio y Eucaristía en
relación a la Iglesia-sacramento. Del mismo modo, debe ser profundizada la
dimensión moral de la problemática, escuchando e iluminando la consciencia de
los cónyuges".
Incluso la cuestión homosexual " interpela a una reflexión seria
sobre cómo elaborar caminos realísticos de crecimiento afectivo y de madurez
humana y evangélica integrando la dimensión sexual: por lo tanto se presenta
como un importante desafío educativo. La Iglesia, por otra parte, afirma que
las uniones entre personas del mismo sexo no pueden ser equiparadas al
matrimonio entre un hombre y una mujer. Tampoco es aceptable que se quieran
ejercitar presiones sobre la actitud de los pastores o que organismos
internacionales condicionen ayudas financieras a la introducción de normas
inspiradas a la ideología gender". Pero " Sin negar las problemáticas morales relacionadas con las uniones
homosexuales, se toma en consideración que hay casos en que el apoyo mutuo,
hasta el sacrificio, constituye un valioso soporte para la vida de las parejas.
Además, la Iglesia tiene atención especial hacia los niños que viven con parejas
del mismo sexo, reiterando que en primer lugar se deben poner siempre las
exigencias y derechos de los pequeños".
En última instancia, la Relatio subraya que "el desafío fundamental que encuentran las familias hoy es seguramente
aquel educativo, que se convierte en más difícil y complejo por la realidad
cultura de hoy. Se requiere tener en cuenta las exigencias y las expectativas
de las familias capaces de testimoniar en la vida cotidiana, lugares de
crecimiento, de transmisión concreta y esencial de las virtudes que dan forma a
la existencia".
"La Iglesia puede desarrollar un papel importante de apoyo a las familias,
comenzando por la iniciación cristiana, a través de comunidades acogedoras. A
esta pide, hoy más que ayer, en las situaciones complejas como en las
ordinarias, de sostener a los padres en su compromiso educativo, acompañando a
los niños, adolescentes y jóvenes en su crecimiento a través de caminos
personalizados capaces de introducir al sentido pleno de la vida y de suscitar
elecciones y responsabilidad, vividas a la luz del Evangelio".
(FP)