Sus jóvenes mueren en Ucrania; muchos tártaros quieren separarse de Moscú
El tema no se debate en el Congreso Mundial de Tártaros, controlado por el régimen de Moscú. Sigue viva la figura de Mirsaid Sultan-Galiev, uno de los padres fundadores del Tartaristán moderno, víctima de la represión estalinista. La mayoría de los tártaros se oponen a la idelología neoimperial de Putin.
Moscú (AsiaNews) - La guerra de Putin en Ucrania afecta a muchos jóvenes tártaros: son enviados a combatir y un número impresionante de bajas vuelven a casa casi en secreto. Todo ello está provocando un fuerte resurgimiento del separatismo, y muchos tártaros desearían romper relaciones con la Federación Rusa.
En estos días celebra su 30º aniversario el Congreso Mundial de los Tártaros, una institución creada tras el fin del régimen soviético en la república rusa de Tartaristán. Y el encuentro se produce en el momento más crítico de los últimos tiempos.
Como observa el politólogo Ruslan Ajsin, que reside en Kazán, "hoy, la nación tártara está muy dividida: una parte, la más vinculada a las estructuras de poder, apoya la agresión de Moscú contra Kiev, pero la mayoría se opone al actual régimen". El Congreso que se celebra actualmente se ciñe a las consignas de los partidos putinistas, como Rusia Unida o los comunistas del KPRF, y avala las consignas de guerra. No escuchan las voces de los siete millones de tártaros de Rusia y el mundo.
El mundo tártaro es asimilado oficialmente al "mundo ruso", siendo también la evocación histórica del resurgimiento de la Santa Rusia contra los invasores asiáticos medievales. La intelectualidad local, y en general la parte de la población más sensible a las reivindicaciones autonomistas, ha emigrado hace tiempo al extranjero -la mayor parte huyó en los últimos meses- y el Congreso Mundial está controlado de facto por Moscú. En sus orígenes, el Congreso fue concebido como un organismo transnacional, para organizar la diáspora tártara y cultivar lazos con su tierra originaria.
Los organizadores excluyeron de la agenda del encuentro las cuestiones sensibles como el uso y la enseñanza de la lengua tártara, así como cualquier otra dimensión del desarrollo social y cultural del pueblo tártaro. El último congreso se había celebrado hace cinco años, cuando todavía se esperaba lograr un "punto de inflexión epocal" tras 25 años de relativa autonomía en la historia reciente de Rusia. Sin embargo, como puede verse hoy, sólo produjo programas de fachada, frustrando las expectativas del pueblo tártaro.
En ese momento se produjo un resurgimiento del Consejo de la "Milli shura", la organización de los tártaros musulmanes fundada 100 años antes en Petrogrado, en mayo de 1917, poco después de la revolución de febrero y luego suprimida por los bolcheviques. Esta organización tiene por objetivo consolidar la idea de una unión mundial del pueblo tártaro. Hoy volvemos a esos días, y conmemoramos a uno de los padres fundadores del Tartaristán moderno: Mirsaid Sultan-Galiev, nacido hace 130 años, pero víctima de la represión estalinista.
Galiev era un político y líder muy querido por el pueblo y había respaldado el proyecto de una nación tártara en todos los sentidos, incluso con su apoyo en las luchas de poder de las primeras décadas de la Unión Soviética. Había logrado que el Partido Comunista respetara en cierta manera el islamismo urálico, aunque debía sintetizarlo con los ideales del socialismo y el bolchevismo y luchar contra el colonialismo y el "chauvinismo gran-ruso". Lenin también apoyó esta postura en la década de 1920, pero una vez que Stalin tomó el poder, se procedió a "normalizar" la situación.
Galiev contribuyó a la fundación de la Universidad de los Pueblos de Oriente, de la que fue el profesor más popular. Su legado político y cultural se extendió más allá de la región de los Urales, hasta el punto de que un retrato suyo colgaba en la pared del líder de la revolución egipcia Hamal Abdel Nasser, y también de la argelina Ahmed Ben Ali. Aunque fue marginado en su patria, en varios países árabes y en Turquía se cultiva su memoria e incluso se publican regularmente nuevos libros sobre él.
Los ecos del pasado se sienten hoy entre los tártaros de Kazán, Ufa y varias partes del mundo, con la defensa de la religión musulmana y la identidad nacional. Y esto trasciende los congresos formales, narcotizados por la ideología neoimperial de Moscú. Es más, los mismos forzamientos que provocaron la tragedia ucraniana están dando lugar a otras interpretaciones nuevas de la historia -tanto en Kiev como en Tartaristán- y sus efectos prometen prolongarse por mucho tiempo.
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