Simposio de AsiaNews 2018, p. Marcelo: Jóvenes inquietos, en búsqueda de respuestas de ‘testimonios creíbles'
Habla un misionero del PIME, que a partir de su vocación, explica a los jóvenes de hoy, que van más allá de los discursos y buscan relaciones humanos construidos sobre la confianza. “Lo que me convenció en hacerme misionero no fueron los muchos bellos discursos, sino hombres creíbles, hombres cuyas vidas hablan del Evangelio”.
Roma (AsiaNews) – Los jóvenes de hoy “son personas inquietas, que no les bastan las respuestas fáciles o de una fe prefabricada”; ponen preguntas pertinentes y pretenden respuestas precisas o por lo menos alguno dispuesto a escucharlos. Es cuanto nos cuenta el p. Marcelo Darías do Santos, misionero del PIME destinado a Japón, interviniendo hoy en el Simposio de AsiaNews: “Jóvenes que resisten”. Entre los pasajes más interesantes de su mensaje, está aquel en el cual evidencia un modo “nuevo” y “fascinante” de evangelizar por parte de los padres del PIME, “que están en medio de las cosas”. esto lo llevó, en edad adulta, a hacer lo mismo con los jóvenes: porque lo que ellos quieren, afirma, son “testigos creíbles, interlocutores que como primera cosa vivan lo que dicen demostrándolo con la propia vida”. Son jóvenes que a los bellos discursos prefieren las “relaciones humanas”, construidos sobre la confianza. A continuación su discurso integral.
Buenos días a todos ustedes, queridos amigos de AsiaNews.
Me llamo p. Marcelo, soy brasileño y misionero del PIME, también yo soy un amigo de AsiaNews y es con gran alegría que estoy hoy aquí para compartir con ustedes un poco de mi historia. En particular, sobre mi vocación: cómo hice esta elección de dedicar mi vida al Señor a través del PIME, el Instituto al cual pertenezco. Lo hago a través de la invitación del querido amigo el p. Bernardo en ocasión del Sínodo de los jóvenes.
Tengo 34 años y desde hace 8 soy padre del PIME. Soy originario de la diócesis de Macapá, en Brasil, que se encuentra en Amazonas. Este (particular) es muy importante porque nuestra diócesis, justamente este año, festeja los 70 años de presencia del PIME, el cual donó a nuestra diócesis, además de diversos misioneros, también los primeros obispos.
En práctica nuestra diócesis fue fundada por los misioneros del PIME; nuestro primer obispo, Mons. Arístides Pirovano, misionero del PIME, fue como el patriarca que leugo llevó a muchos misioneros consigo.
En un cierto sentido, me considero fruto del trabajo, de los sacrificios, de las vidas de tantos misioneros del PIME en nuestra diócesis. Por esto me gusta pensar en mi vocación como a algo muy natural, una consecuencia natural de un sacrificio de amor hecho por los misioneros del PIME por Dios en nuestra tierra, en nuestra diócesis.
Ya desde joven crecí (sumergido en este espíritu), frecuentaba la iglesia, fui monaguillo, ayudé en la catequesis. Mis padres siempre fieron muy activos, vengo de una familia muy católica y practicante.
Habiendo crecido en medio de los misioneros del PIME, al inicio no creía hubiese una distinción entre diocesanos, religiosos, misioneros, también por la gran mayoría de los padres eran padres del Instituto. Para mí ellos eran simplemente nuestros curas.
Los primeros ejemplos humanos que tuve vinieron justamente de parte de ellos, cuando pensaba que quizás Dios me estaba llamando a consagrar mi vida a Él. Algunos se convirtieron en mis grandes amigos, grandes ejemplos de vida. Cuando comencé a madurar esta elección alrededor de los 12-14 años, decía dentro de mí: “Si realmente el Señor me llama a ser cura, yo tendría que ser así, como ellos. Porque ellos son buenos, porque ellos están en medio de nosotros, porque ellos no se encierran en una oficina, en una sacristía, sino que se ponen en medio de la gente, a jugar con los jóvenes, a tomar un café en las casas, compartiendo las alegrías y las fatigas de cada día de las personas”. Esto me hacía admirar a los misioneros del PIME y esto me fascinó a tal punto que decidí iniciar el camino del discernimiento.
A los 16 años inicié este camino que duró 2 años, en la diócesis con el p. Dante Bertolazzi, un gran amigo, probablemente el que incidió en mi elección. Normalmente digo que él es el verdadero “culpable” de mi vocación, mi modelo de misionero. Él me acompañó por 2 años hasta que en el año 2002, con el permiso del consejo regional del PIME de la época, presenté el pedido de entrar al seminario y comencé el camino formativo: estuve 4 años en Brasil y otros 4 en Italia, en nuestro seminario de Monza.
En 2010 fui ordenado sacerdote y por los primeros 4 años de mi ministerio mis superiores me pidieron dedicarme a los jóvenes. Esta es una de las razones por la cual en este momento les estoy hablando: imagino que el p. Bernardo me haya invitado a dirigirles alguna palabra en particular por esta mi pequeña experienci, dado que estuve 4 años en la animación juvenil y vocacional del PIME en Italia, sobre todo en la región del Triveneto.
Durante este período pude conocer a muchos jóvenes. Pude ayudar a algunos de ellos a madurar una elección de vida. Puedo decir que fue no sólo un período en el cual ayudé a muchos otros, pero durante el cual yo mismo fui ayudado, maduré y aprendí mucho. Aprendí tanto de ellos, porque a veces nosotros del clero nos sentimos que somos maestros, nos sentimos tan responsables y nos olvidamos que en realidad es la gente la que nos enseñan, nos ayudan, nos fortifican, nos confirman en nuestra elección. Estos jóvenes, aquellos jóvenes, me ayudaron tanto.
Durante estos 4 años pude madurar algunas reflexiones respecto a nuestros jóvenes hoy, también porque pude hacer una confrontación entre los jóvenes italianos y la juventus en Brasil, con la cual yo compartí tanto. Fueron dos experiencias completamente diversas, no sólo culturalmente respecto a los dos países, pero también de una parte, era un joven crecido en una realidad eclesial precisa; por la otra era un adulto, un cura, llamado a acompañar a los jóvenes, a ayudar a los jóvenes en el propio camino de fe. Mi rol en estas 2 experiencias fue completamente diverso. Pero,e n todo caso, creo haber podido aprender o al menos intuir algunas cosas sobre la juventud.
La primera se refiere a la fe de nuestros jóvenes: hoy es fácil decir que nuestros jóvenes no creen más. Sobre todo los más ancianos, muy fácilmente critican a nuestros jóvenes diciendo que ellos no creen. Desde mi punto de vista, esto no es absolutamente verdadero y no lo es ni siquiera por aquellos jóvenes que efectivamente no van a la iglesia.
¿Qué entiendo decir? En base a mi experiencia, cuando un joven no va más a la iglesia, no significa de hecho que aquel joven no tenga fe. Conocí a muchos jóvenes que, si bien no frecuentasen más la iglesia ni la misa dominical o la iglesia en general, por diversos motivos siempre tuvieron una fe personal. Sobre todo una fe que se interroga respecto a Dios, respecto a la existencia del hombre y a la finalidad de la existencia humana. Nuestros jóvenes son personas inquietas, que no les bastan respuestas fáciles, que no les basta una fe prefabricada, una fe que simplemente uno dice: “Aquí está, tú acéptala y basta”.
Entonces, es esto lo que ellos no pueden aceptar es realmente difícil concebir una fe de este tipo, ellos tienen interrogativos, preguntas pertinentes, precisas y exigen respuestas. esta es la primer cosa. tantas veces nuestros jóvenes quieren solamente alguien que se siente con ellos, los escuche y les dé o al menos pruebe darles respuestas de fe.
Pero desde aquí llegamos a un segundo punto que yo maduré en aquel período: ellos no aceptan estas respuestas de cualquiera, porque una característica de nuestros jóvenes de hoy es que ellos exigen testigos creíbles. Ellos quieren que su interlocutor, por primero viva lo que está diciendo y lo demuestre con su propia vida.
Entonces, yo noté que no importa cuánto justos, buenos, convencedores, sean tus argumentos: si tu vida es una contradicción, ello no te escucharán, te darán vuelta la espalda y te dirán: “Vuelve otro día”, como los atenienses a Pablo “Te escucharemos otro día”.
¿Por qué? Porque para nuestros jóvenes es muy importante no sólo el contenido del discurso, pero también la relación humana. Esta relación humana se construye sobre la confianza: y esta confianza es posible obtenerla solamente cuando ellos ven en el interlocutor una transparencia, una coherencia, que son las bases de una relación de evidenciar: respuestas profundas y exhaustivas a preguntas difíciles que ellos se ponen; y respuestas dadas por testigos creíbles.
Por lo tanto, según yo, este es uno de los motivos por los cuales nuestros jóvenes van poco a la iglesia y no logran aceptar una vida de comunidad, una participación a la comunidad más activa. Porque no encuentran ninguno de estos dos puntos que he apenas buscado
es esta una de las razones por las cuales hoy es difícil para nuestros jóvenes hacer elecciones definitivas en la propia vida a nivel vocacional. ¿Qué entiendo decir? Yo fui un animador vocacional por 4 años y noté que nuestros jóvenes no logran hacer una elección de fe y por lo tanto una elección vocacional, porque una cosa está relacionada con la otra.
Trato de ser más simple: ¿Cómo puedo yo, tan solo pensar, de dedicar toda mi vida al Señor, si no logro ni siquiera comprender quién es este Señor? ¿Si no logro definir un espacio para Él en mi vida? ¿Cómo puedo pensar en ser sacerdote, consagrado, consagrada y sacerdotes creíbles, modelos de vida, evangelizadores que me convenzan con su vida, con su existencia, que vale la pena hacer esta elección?”.
Y aquí vuelvo a los orígenes de mi vocación. Yo comprendo a los jóvenes que he conocido, los jóvenes de hoy, porque para mí fue la misma cosa: lo que me ha convencido no fueron los bellos discursos, aquello que me convenció fue que eran hombres creíbles, hombres cuyas vidas hablaban del Evangelio, hombres en cuyos rostros se veía la alegría de gastar la propia vida aún en situaciones difíciles, que creían profundamente en lo que hacían. Y que creen, porque muchos de ellos está aún ahí.
es esto que me llevó a hacer esta elección y estoy feliz y orgulloso de la elección que hice.
No veo la hora de poder hacer también yo mi parte en este proceso de evangelización a través del PIME, justamente para sentirme un poco más como, ellos.
Pienso que sea esta la razón por la cual hoy nuestro jóvenes fatigan en hacer una elección definitiva, al menos en lo que se refiere a la vocación a la vida consagrada. Cierto, se podría hacer un discurso de todo otro tipo respecto a la vocación matrimonial, pero no estoy aquí para hablar demasiado.
Estas son solamente algunas de las reflexiones que he hecho, esta es mi pequeña experiencia. Espero haya sido de alguna manera de ayuda. Les pido una oración por mí para este momento que estoy viviendo, que es el inicio de misión en Japón. Gracias a todos.
17/12/2016 13:14