Sergei Chapnin: La Iglesia rusa ortodoxa en el 2016. Las fallas económicas (Segunda Parte)
La Iglesia, al igual que toda la sociedad rusa, está atravesando un período de recesión. Pérdidas financieras y cierre de bancos. Problemas en los monasterios de la Trinidad de San Sergio y de Danilovsky. Poca transparencia en los balances. Parroquias reducidas a la pobreza. Desequilibrio entre el estilo de vida de los sacerdotes de ciudad y los sacerdotes rurales.
Moscú (AsiaNews) – Publicamos a continuación la segunda parte del estudio del ex director de la Revista del Patriarcado de Moscú. La primera parte fue publicada ayer (ver aquí)
2. Economía y administración de la Iglesia
Aparte de los graves problemas en las relaciones inter-ortodoxas, la Iglesia rusa ortodoxa afrontará, en el año 2016, serias dificultades económicas por el hecho de que Rusia se encuentra actualmente atravesando una profunda crisis. A juzgar por el hecho de que a fines de 2015 el Santo Sínodo ha llamado “una optimización” a la fusión de dos departamentos sinodales en sí no muy grandes (cuentan con una decena de empleados en total), la Iglesia ortodoxa por ahora no ve las verdaderas dimensiones de la crisis económica. La decisión de fundir los departamentos entre sí, sin lugar a dudas, fue exclusivamente de carácter político. Esta decisión no ofrece ventaja alguna en términos de ahorro económico o de utilización de nuevos modelos de administración. Por otro lado, ya en el año 2016 la crisis económica supo afectar de manera significativa las actividades de las organizaciones eclesiásticas. Y las primeras señales ya son evidentes. Se trata de pérdidas directas, derivadas del cierre de dos bancos que eran aquellos más estrechamente ligados a la Iglesia rusa ortodoxa: el Ergobank y el Vneshprombank. El cierre del Ergobank perjudicó a 61 organizaciones ortodoxas, incluyendo a importantes monasterios, como el de la Trinidad de San Sergio y el de Danilovsky. Sin embargo, evaluar las pérdidas financieras, incluso de manera aproximativa, es extremadamente difícil. En el caso del Vneshprombank, hay una estimación llevada a cabo, y es por una pérdida que asciende a un valor de cerca de 1,5 millardos de rublos por parte del aparato del Patriarcado de Moscú..
3. Una Iglesia pobre
La crisis ha afectado no sólo la gestión eclesiástica. La profunda recesión económica implicará a todos los niveles de la vida de la Iglesia. No se excluye que en un futuro próximo oiremos hablar de comunidades parroquiales en bancarrota, que ya no podrán mantener a sus iglesias
Durante el “renacimiento de la Iglesia” la inauguración de iglesias supo tener un carácter espontáneo y caótico. Los obispos y sacerdotes no siempre han reflexionado sobre el hecho de que las comunidades podrían pagar o al menos sostener el templo propio. En el hecho de que es a partir de los medios de la comunidad que es pagado el estipendio al párroco se han pensado incluso muy raramente.
Como consecuencia, la mayoría de las iglesias fue inaugurada en el campo, y se encuentran en pueblos que en otro tiempo supieron ser muy poblados y grandes. Hoy, en cambio, los parroquianos son 5-10 jubilados que de ninguna manera logran sostener la iglesia. Todo se base en las buenas relaciones del abad (el párroco) con las autoridades locales y con sus sponsors personales. En condiciones de un creciente déficit de dinero, el patrocinio de los sponsors es retirado y el abad se queda con los problemas del mantenimiento de la iglesia y del pago de las facturas.
Casos puntuales de iglesias obligadas a cerrar sus puertas ya se han dado a conocer, pero es posible que en el futuro próximo estos casos se tornen cada vez más difundidos. Naturalmente que todos evitarán (pronunciar) la palabra “bancarrota” a la hora de describir los problemas que están naciendo, pero lo sustancial no cambia.
En condiciones de crisis, resonarán cada vez más a menudo las voces reclamando que se vuelvan transparentes los balances de las iglesias, monasterios, diócesis y del aparato central del Patriarcado de Moscú. Hoy día, prácticamente nadie sabe cuánto cuesta mantener una iglesia, cuál es el presupuesto de una diócesis o cuánto es necesario gastar para la manutención de decenas de residencias patriarcales a las cuales el Patriarca mismo se dirige tan sólo una o dos veces al año. Estas preguntas han de surgir en quienes hacen donaciones a la Iglesia, y querrían entender si sus ofrendas han sido gastadas de acuerdo al objetivo previsto o no.
Por ahora, dicha “transparencia” parece, como mucho, una excepción. Ésta existe sólo en las comunidades parroquiales, donde el clero y los laicos han decidido que el mantenimiento de la iglesia y del clero es un deber directo de los mismos parroquiano. Pero lo repito una vez más, estas comunidades son extremadamente raras y sus balances son destinados sólo a los miembros de la comunidad, y éstos no son publicados en ninguna parte.
Hasta hace poco tiempo, cualquier discurso sobre la oportunidad de dar transparencia al Budget de la Iglesia era percibido como un ataque a algo sagrado. ¿Cómo es posible no confiar en aquellos que gestionan las finanzas de la Iglesia? ¿Quién y cómo puede dudar de que las cosas estén totalmente en orden? Tales cuestionamientos sólo pueden ser formulados por personas que están distantes de la Iglesia, (es decir por) impías.
La capacidad de no hacer preguntas acerca de cómo se gasta el dinero, y al mismo tiempo, de hacer donaciones de manera continua, es un signo seguro de un cristiano ortodoxo recto. Pero es importante recordar que la historia de la persecución de la Iglesia es una historia reciente. Y el recuerdo de cómo los comunistas hubieron de cerrar las iglesias sigue vivo aún. Cualquier retorno al cierre de las parroquias –no obstante sea por otros motivos, como los factores económicos- representará para muchos un grave problema psicológico. La asociación con el período de las persecuciones surgirá de manera espontánea, y sin embargo deberá atravesarse esta prueba. La situación general es agravada por la estratificación económica (la disparidad económica) de la Iglesia, que se ha vuelto más pronunciada luego de que el patriarca Kirill emprendiera el proceso de división de las eparquías. Los discursos genéricos sobre el hecho de que un obispo ha de estar más cerca del pueblo y de su clero son tan sólo un aspecto del problema. De hecho, siempre se ha puesto el acento sobre esto, cuando se comentaba el procesa de la separación de las diócesis (reforma territorial de las eparquías, ndr), pero la conversión de áreas pobres en eparquías autónomas ha de crear problemas en los cuales nadie ha pensado. ¿Cómo harán para mantenerse? ¿Cuánto dinero es necesario para mantener a cientos de nuevas oficinas diocesanas? ¿Cuánto aumentará la responsabilidad financiera para los sacerdotes? Son estos cuestionamientos los que recién ahora comienzan a imponerse.
El tenor de vida del clero en las grandes ciudades y en los monasterios de gran tamaño e decenas de veces superior al del clero rural. El episcopado y la cumbre eclesiástica todavía no ha prestado atención a este problema, pero pronto la situación cambiará.
El hecho es que no sólo una parte del clero, sino también una del joven episcopado, se encuentran en al borde de la pobreza. Y éste tiene poca experiencia de lo que es la gestión de una diócesis, pero es claro que en la mayor parte de los casos, las expectativas de los jóvenes obispos no están satisfechas. ¿Seguirán ellos en silencio? No excluyo que muy pronto ellos plantearán sus preguntas al patriarca Kirill.