13/02/2023, 15.44
TURQUÍA - SIRIA
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Sacerdote en Iskenderun: desde el terremoto, unidad entre Iglesias, la oración de cristianos y musulmanes

de Dario Salvi

P. Antuan Ilgıt, jesuita, relata la situación una semana después del devastador terremoto. El derrumbe de la catedral y la máquina de socorro de Cáritas, con mil comidas diarias para los desplazados y el envío de ayuda a una Antioquía devastada. El pensamiento puesto en los refugiados sirios "a los que no podemos abandonar", porque "hay que llegar donde nadie puede o quiere llegar".

Milán (AsiaNews) - El compartir una "experiencia dramática"; un ecumenismo de hecho que lleva a cristianos de distintas confesiones "a la ayuda recíproca"; un diálogo interreligioso que se convierte en una experiencia viva de "acogida" y de momentos de "oración común, como la participación de algunos musulmanes en la misa". Así cuenta a AsiaNews el padre Antuan Ilgıt, jesuita y obispo canciller del vicariato apostólico de Anatolia, la realidad cotidiana en Iskenderun, y en Turquía, una semana después del devastador terremoto que sacudió el país y la vecina Siria.

Estamos compartiendo un acontecimiento dramático", subraya el sacerdote, que ha estado en primera línea desde el principio ayudando a los desplazados, ya sean ciudadanos o refugiados extranjeros. “A nivel personal, he intentado utilizar a mis conocidos de Mersin, mi ciudad natal, y las relaciones de amistad que cultivé a lo largo de los años, como la que mantengo con el subprefecto, para recaudar ayuda y cubrir necesidades básicas como la electricidad"

También en cuanto a las relaciones", explica, "comparto a diario las dificultades de todo el mundo. Llevamos una semana sin poder bañarnos porque no hay agua, sólo usamos toallitas para un mínimo de higiene personal. Realmente me siento como el pastor en un rebaño de ovejas, y no sólo metafóricamente. La gente, cuando me conoce, expresa sus sentimientos con más facilidad, llora desesperada, pero una palabra de consuelo consigue surtir efecto de inmediato". Y en el drama, prosigue, “aquí en Iskenderun estamos bien en comparación con Antioquía. Esta mañana hablé con el párroco local, el padre Francis [Dondu, párroco de la iglesia de los Santos Pedro y Pablo, ndr], que habla de una situación gravísima. En cambio, a nosotros se nos derrumbó la catedral, pero la parroquia se mantuvo en pie a pesar de que alrededor se derrumbaron muchas casas, y por eso nos hemos convertido en un punto de referencia para el socorro y la acogida". 

El padre Antuan, como él mismo recuerda, es "el único jesuita turco y el único sacerdote católico de origen turco" en la zona "al servicio de la Iglesia de Turquía". Allí vive de forma permanente desde hace un año, después de haber pasado mucho tiempo en el extranjero con motivo de estudios y misión. "Considero una gracia el hecho de haber vuelto y compartido esta experiencia", subraya, "porque es un momento doloroso de nuestra historia" y hay muchas necesidades. “Aquí en Iskenderun estamos recibiendo mucha ayuda que, en cuanto llega, enviamos también a otras zonas. Hemos conseguido enviar tres cargas a Antioquía y estamos utilizando la parroquia de Mersin, que se salvó en parte, para acoger a los desplazados, católicos y ortodoxos sin distinción. Es lo que yo llamo el ecumenismo de la tragedia, que reúne a latinos, armenios, ortodoxos y otros más. Hay musulmanes -dice- que piden participar en misa, que necesitan rezar y sentir a Dios cerca, porque esto se convierte en una fuente de consuelo. El terremoto nos unió, una enorme devastación pudo generar también el bien y nos enseña que ‘si los grandes eligen la guerra’, los pueblos y las personas ‘pueden, en cambio, comprometerse con la paz’... ¡lo experimentamos en nuestra piel!

El religioso nació en Alemania en 1972 y procede de una familia de emigrantes musulmanes. Regresó muy joven a Turquía, donde estudió y se licenció en Economía en la Universidad Gazi de Ankara. A esos años, vividos en la capital se remonta su conversión al catolicismo y su bautismo en 1997 en la iglesia de Santa Teresa del Niño Jesús; después, sus estudios y noviciado que concluyeron con su ordenación sacerdotal y la celebración de su primera misa, de la que en su momento informamos en este artículo de AsiaNews.

"En el momento del terremoto [eran las 4.17 horas del 6 de febrero] no salí inmediatamente de la habitación", recuerda. "El terremoto duró dos minutos, salí con unas monjas y dos voluntarios italianos que habían venido a llamar a mi puerta. La catedral había desaparecido, derrumbada, sólo se salvaron el ábside, el tabernáculo y las estatuas de Nuestra Señora y San Antonio. Caminé sobre los escombros para recoger el Santísimo Sacramento... era increíble ver aquella destrucción donde, unas horas antes, había celebrado la misa". "Vinieron enseguida la cocinera con su marido", recuerda, "luego los feligreses con una manta puesta y descalzos, llorando por haber perdido la catedral, su casa. He experimentado mucho dolor en mi vida, pero esta es la primera experiencia de una tragedia, y es importante el consuelo y la colaboración con el vicario, monseñor Paolo Bizzeti [hoy mismo, en Facebook, el sacerdote cuenta cómo alertó al prelado del terremoto y de las primeras respuestas a la emergencia], y con el responsable de la Cáritas local, John Farhad Sadredin". 

Después de una semana sigue siendo una emergencia: las tuberías de agua están destruidas, el sistema de alcantarillado hecho jirones, los edificios montones de escombros, la cocinera de unas pocas decenas de comidas hoy cocina 1.000 al día, para todos. “Ahora el agua del mar se ha retirado", explica, "pero de todos los edificios altos de varias plantas, incluso en los barrios ricos, no queda nada. La gente está excavando entre los escombros, y desde hace un par de días surgió el fenómeno de los saqueos, grupos que vienen de fuera a robar en tiendas y casas". "La nuestra es una situación surrealista, pero vivimos día a día, ocupándonos de las necesidades cotidianas y sin pensar en el futuro. Después, cuando hayamos superado esta etapa, necesitaremos proyectos de reconstrucción a largo plazo, empezando por la catedral, que es la casa de todos. Por último, -concluye- debemos seguir atendiendo a los numerosos refugiados [de Siria, Irán, Irak, Afganistán] que se habían confiado a nosotros: como Cáritas Anatolia no podemos abandonarlos, y como dice el lema de San Ignacio, debemos llegar donde nadie puede o quiere llegar'. 

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