Qatar 2022: Irán contra EEUU, el desafío simbólico de un mundial 'politizado'
La víspera del partido se caracterizó por la polémica que desató la Federación estadounidense a causa de la bandera iraní. Las "amenazas" de los Pasdaran a los jugadores de su selección para que se "porten bien". El único antecedente fue en Francia '98, cuando los iraníes festejaron el triunfo. Un partido ensombrecido por las protestas por Mahsa Amini. La competencia ha reforzado el rol de Doha como mediador regional.
Milán (AsiaNews) - Petróleo, energía nuclear, sanciones, guerras de poder, geopolítica y visiones del mundo contrapuestas, régimen teocrático y democracia exportada a todo el mundo con resultados no siempre brillantes (léase Irak y Siria, sólo para dar dos ejemplos). Y un partido de fútbol que, en caso de victoria en los 90 minutos de juego, permitirá pasar a la etapa eliminatoria del Mundial de Qatar, en la que muchos analistas consideran la edición más "politizada y controvertida" de la máxima cita del fútbol internacional. Además de ser la primera vez en la historia que se realiza en un país de Oriente Medio.
El Ayatolá y el Gran Satanás
El partido que enfrenta esta noche a las 22.00 hora local a Irán y Estados Unidos va más allá del deporte, por su enorme carga de trascendencia diplomática, social y económica. Este partido también es espejo y símbolo de un Mundial del que se habla -quizás por primera vez- más por cuestiones no futbolísticas que por las habilidades de los jugadores en el campo de juego. Es un partido en el que las tensiones y rivalidades van más allá de la cancha, "politizando" una competencia deportiva como quizás no ocurría desde los Juegos Olímpicos de 1980 en Moscú y 1984 en Los Ángeles, con los respectivos boicots de Estados Unidos y la Unión Soviética.
Hoy la República Islámica está sacudida por las manifestaciones, que ya llevan tres meses, que desató la muerte de la joven kurda Mahsa Amini, de 22 años, a manos de la policía moral, cuando fue arrestada porque no llevaba el velo correctamente colocado. Hoy Mahsa Amini se ha convertido en el símbolo de la lucha por la libertad y los derechos -con las mujeres en primera fila-, reprimida en forma sangrienta por las fuerzas de seguridad a las órdenes de los ayatolás. Y en las últimas horas la CNN ha publicado la noticia sobre las "amenazas de detención y tortura" a familiares y allegados de los futbolistas si "no se comportan adecuadamente" antes del partido contra Estados Unidos. La advertencia está relacionada con la negativa a cantar el himno nacional en el primer partido contra Inglaterra -que se interpretó como un silencioso gesto de solidaridad con los manifestantes- y volvió a plantearse hace pocos días durante la reunión con una delegación de los Pasdaran (los Guardianes de la Revolución). Cabe aclarar que en el segundo partido, ante Gales, los jugadores cantaron el himno, provocando más de un descontento entre los iraníes en su país y en la diáspora, que se sintieron de alguna manera traicionados.
Además, el régimen de Teherán habría decidido "aumentar significativamente" el número de "hinchas" enviados desde Irán y leales al gobierno teocrático, para crear dentro del estadio una atmósfera de apoyo y calidez alrededor del equipo. Esto ya se habría hecho en el encuentro con Gales, pero debería adquirir proporciones mucho más significativas esta noche. Por otra parte el clima previo al partido ya se había caldeado en la víspera debido a la polémica que estalló en relación con la bandera: la provocación comenzó en la cuenta oficial de la selección de EE.UU. que deformó la bandera de Irán ocultando el símbolo de la República Islámica. La respuesta inmediata de los ayatolás fue pedir la exclusión de Estados Unidos y Washington intervino tomando distancia de su propia federación de fútbol. Pero eso fue suficiente para encender una rivalidad que solo tiene un antecedente en la Copa del Mundo.
La madre de todos los partidos
Nos estamos refiriendo al partido que se jugó en el Mundial de Francia 1998, que en el imaginario colectivo ha sido bautizado como “la madre de todos los partidos”. El desafío "con la mayor carga de significado político de la historia" terminó 2 a 1 a favor de la República Islámica con el gol casi al final (minuto 84) de Mehdi Mahdavikia, festejado en su país con una algarabía de coros, banderas y fiestas en las plazas. Un clima muy diferente al que caracteriza la situación actual, con las protestas en favor de la libertad y los derechos, reprimidas con sangre por los ayatolás.
Uno de los momentos más significativos es el saludo inicial entre los equipos, y el reglamento de la Fifa -el organismo que rige el fútbol mundial- establece que el equipo B (en este caso Irán) se dirija hacia el equipo A para darle la mano. En vísperas del desafío, el guía supremo, el ayatolá Ali Khamenei, había impuesto en el '98 la orden absoluta de “no ir hacia los rivales estadounidenses”. Uno de los funcionarios de la FIFA de aquel momento, Mehrdad Masoudi, que estaba a cargo de supervisar el partido, negoció con el equipo estadounidense para que fueran ellos los que se dirigieran hacia sus rivales iraníes. No obstante, el partido se desarrolló en un ambiente muy diferente, caracterizado por un clima sumamente correcto y deportivo; además, en la ceremonia previa al partido -prevista hasta en los más mínimos detalles- los jugadores del Team Melli (como se identifica a la selección iraní) entregaron rosas blancas a sus adversarios americanos como símbolo de paz.
Según lo que refirió el propio Masoudi, después de la histórica victoria el pueblo iraní salió a las calles de Teherán "a bailar y cantar". Tiempo después el estadounidense de origen iraní Afshin Ghotbi, inspirado por el partido, aceptó el cargo de entrenador de la selección nacional de Irán en el bienio 2009-11, el primer ciudadano estadounidense que asumía una función destacada desde el nacimiento de la República Islámica. El partido también quedó grabado en la mente de los jugadores estadounidenses, hasta el punto de que el exdefensor Jeff Agoos comentó después: "Hicimos más en 90 minutos que los políticos en 20 años". Prueba de ello es que 18 meses más tarde los dos equipos disputaron un partido amistoso que terminó en empate (1-1) en Pasadena, California, donde vive una de las comunidades más importantes de la diáspora iraní.
Vidriera de las tensiones regionales
En el mundial de las contradicciones y politizaciones, una burla del destino ha enfrentado a dos enemigos históricos por un lugar en los octavos de final. Pero hay muchos otros temas extra futbolísticos en esta primera fase del evento, como lo confirma la invasión del campo de juego que ocurrió ayer por la noche en el partido entre Portugal y Uruguay en el estadio de Lusail, donde se disputará la final el 18 de diciembre. Un espectador -antes de ser detenido por la seguridad y censurado por los directivos internacionales- caminó por la cancha con una bandera del arco iris y una camiseta que decía "Save Ukraine" y "Respect for Iranian woman".
Otro de los temas de este evento "histórico y controvertido" son los derechos de los homosexuales, junto con la explotación de los trabajadores en Qatar, que ha dejado un saldo de al menos 6.500 muertos en los 10 años que llevaron las obras para el Mundial. Antes del torneo, la FIFA había escrito a los 32 equipos para decirles que se concentraran en el fútbol y dejaran de lado las protestas. La amenaza de amonestaciones y suspensiones llevó a varios jugadores, entre ellos los capitanes de Alemania, Inglaterra y Gales a no usar, como se había anunciado, el brazalete con los colores tradicionales del arco iris. Anteriormente, el embajador de la Copa del Mundo en Qatar, Khalid Salman, afirmó que la homosexualidad era una "enfermedad mental"; palabras que fueron consieradas "dañinas e inaceptables" y que desencadenaron las protestas de grupos activistas.
Junto con los partidos de Irán, que fueron los de mayor connotación extra deportiva, y el intento de exhibir camisetas de "Mahsa Amini" y "Mujer, Vida, Libertad", los partidos se utilizaron para exhibir banderas que simbolizan violaciones, explotación y marginación. Desde la bandera palestina que se hizo flamear en las gradas y como brazalete de los jugadores locales, hasta las banderas asirio-caldeas que lanzaron grupos cristianos en las redes sociales. El propio emir de Qatar, el jeque Tamim bin Hamad al-Thani, tuvo un gesto muy significativo al llevar una bandera saudita sobre sus hombros durante el partido entre el reino wahabita y Argentina, que ganaron los sauditas contra todo pronóstico. El gesto no es intrascendente, considerando que desde hace años Doha y Riad protagonizan una batalla política y diplomática ("la crisis del Golfo"), y el pequeño emirato ha sido marginado por una parte importante de los países de la región. Se considera que otro gesto conciliador fue el apretón de manos entre el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, y su homólogo egipcio, Abdel Fattah al-Sisi, en la ceremonia inaugural del 20 de noviembre. Ambos países rompieron relaciones diplomáticas a raíz de los hechos relacionados con la Primavera Árabe y los vínculos con los Hermanos Musulmanes. Por último, Kristian Coates Ulrichsen, del Baker Institute, considera que un torneo "complicado por décadas de rivalidades geopolíticas" ha puesto de manifiesto una vez más el rol de mediador y las dotes de "equilibrismo" de Doha en el escenario diplomático regional.
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