Qatar, un evento histórico y controvertido: las dos caras del mundial de fútbol

de Dario Salvi

Del 20 de noviembre al 18 de diciembre tendrá lugar en el emirato el principal campeonato mundial de fútbol. Es la primera vez que habrá mujeres árbitros en un país islámico. Polémica por la explotación y muerte de trabajadores migrantes durante la construcción de las infraestructuras. Especial atención a los derechos civiles y las cuestiones ambientales. Mons. Hinder: un país que se ha desarrollado en “competencia” con otros de la región.

Milán (AsiaNews) - Qatar se prepara para acoger el principal campeonato de fútbol del mundo en un escenario que algunos consideran histórico, porque se juega por primera vez en un país de Oriente Medio y en una época del año atípica en relación con ediciones anteriores. Sin embargo, no faltan críticas por las denuncias que se han hecho con respecto a una adjudicación contra pago de coimas, reiteradas violaciones de derechos humanos en la construcción de las instalaciones donde se juegan los partidos y un saldo de sangre -en términos de accidentes laborales- digno de un boletín de guerra

Por último, pero no menos importante, el impacto medioambiental de un evento que solo en los papeles es "eco-amigable" y el temor fundado a los arrestos y represiones en caso de comportamientos que no se ajustan a la sharia, la ley islámica, como el consumo de alcohol (en público) o las reivindicaciones relacionadas con los derechos de los homosexuales. “Qatar es uno de los países del Golfo que se ha desarrollado en competencia con otros”, señala a AsiaNews Mons. Paul Hinder, administrador apostólico de la sede de Arabia del Norte (Kuwait, Arabia Saudita, Qatar y Bahrein) y experto en la región. “El tema de los derechos de los trabajadores, especialmente de los migrantes, es una cuestión que atañe a todos los países del Golfo -añade el prelado- y no sólo a Doha que, por otra parte, ha mejorado mucho la legislación, aunque todavía no sea perfecta. Y a esto hay que añadir también las enormes presiones a las que se han visto sometidos para tener terminadas todas las instalaciones y estructuras”.

Primicias absolutas

Aún en los casos en que el campeonato se ha disputado en países del hemisferio sur -como Sudáfrica-, tradicionalmente éste se juega entre mayo y julio. El riesgo de temperaturas demasiado altas en verano ha llevado a los organizadores a aplazar el inicio del mundial de Qatar: el partido inaugural se jugará el 20 de noviembre -con el debut de los anfitriones- mientras que la final está prevista para el 18 de diciembre, fiesta nacional en Qatar. Para el continente asiático esta es la segunda edición después de Corea del Sur y Japón en 2002. Y para seguir con el tema de los números, será la última con 32 equipos, porque en 2026, en Estados Unidos, Canadá y México, habrá 48 selecciones.

Otra de las primicias absolutas del evento, con un valor añadido por el hecho de que se juega en un país islámico donde persisten las desigualdades de género -aunque menos evidentes en Doha que en el resto de la región- será la presencia de árbitros y jueces de línea femeninos. Se trata de la francesa Stephanie Frappart, la ruandesa Salima Mukansanga y la japonesa Yoshimi Yamashita. “Es una señal fuerte -afirma la francesa- que también haya mujeres” en el campo de juego. “No soy vocera del feminismo -añade-, pero si estos pasos pueden favorecer el cambio, bienvenidos sean”, sobre todo porque el deporte ya ha introducido cambios que se consideran impensables.

Por otra parte en Qatar las mujeres, aunque gozan de derechos en espacios que van desde la educación hasta el mercado laboral, están sujetas a la tutela masculina (padre, hermano o esposo) y a menudo necesitan autorización para tomar decisiones personales relacionadas con el matrimonio, el estudio o los viajes.

Las sombras sobre los derechos

Sin embargo, el tema central que ha acompañado los años de preparación del mundial son los derechos humanos, en particular de los trabajadores migrantes involucrados en la construcción de las instalaciones deportivas y las infraestructuras relacionadas con estas. Según una encuesta publicada por The Guardian, cerca de 6.500 trabajadores habrían muerto en las obras destinadas al Mundial de Fútbol de 2022 y la gran mayoría de ellos eran inmigrantes -sobre un total de dos millones, reclutados en la India, Pakistán, Nepal, Bangladés y Filipinas- obligados a trabajar en condiciones de explotación.

Los expertos de Amnesty International también han elaborado un informe según el cual los migrantes han sido víctimas de “trabajos forzados” en condiciones ambientales y laborales que se califican como “muy malas”. Además de tener que pagar una especie de soborno para ser contratados, se les ha negado comida y agua, se les confiscó el pasaporte, no recibieron la remuneración pactada por su trabajo e incluso en algunos casos terminaron en una verdadera condición de "esclavos modernos". Por último, la ONG pide que la Federación Internacional de Fútbol asigne 450 millones de euros para compensar al menos en parte a los cientos de miles de víctimas de explotación que hubo desde 2010, año en que se adjudicó el evento.

Entre las protestas más o menos manifiestas en materia de derechos se encuentra la del patrocinador técnico de Dinamarca, Hummel, que ha decidido retirar su logo de los uniformes oficiales y que la tercera camiseta será negra, en "señal de luto". Por último, muchas ciudades de Francia -entre ellas la capital, París- han anunciado que no transmitirán los partidos del Mundial en pantallas gigantes. También en este caso el boicot se debe a la protesta por las violaciones de los derechos humanos. Sin embargo, si por un lado es justo denunciar las quejas legítimas, también hay que recordar que en los últimos años -y más que otras naciones de la región- Doha ha adoptado reformas en el mercado laboral para mejorar las condiciones de los trabajadores, incluso los migrantes, incrementando el salario mínimo y eliminando lo que se denomina sistema “Kafala”, que garantizaba amplios márgenes de discrecionalidad sobre la vida del trabajador.

Beneficios y medio ambiente

Para fomentar la afluencia de turistas, las autoridades han flexibilizado las normas sanitarias por el Covid y las estrictas disposiciones de la ley islámica. Durante los partidos -tres horas antes y una hora después de los partidos- se podrá consumir cerveza (una famosa marca es patrocinadora del torneo) cerca de los estadios. Y no se exigirá la vacunación al ingreso y la posterior cuarentena, sino solo una prueba negativa y la descarga de una aplicación de seguimiento del gobierno. Las mascarillas serán obligatorias en el transporte público y en los hospitales, pero no habrá restricciones en los estadios.

Los organizadores esperan obtener nueve mil millones de euros de ganancias, como señaló el director ejecutivo de la Qatar World Cup, Nasser Al-Khater. En entrevista con al-Jazeera explicó que el costo del evento -inferior a las estimaciones iniciales- es de unos ocho mil millones de euros, menos de lo que se gastó en Brasil 2014 o Rusia 2018. Agregó que el rendimiento esperado en términos financieros es de unos 17.000 millones de euros.

Alrededor de 80 millones de hinchas ya han reservado una de las 3,1 millones de entradas disponibles; de estas, solo queda por vender el 35%, sobre todo las que corresponden a la segunda fase del torneo.

Detrás de esta avalancha de dinero también hay un problema medioambiental, una cuestión delicada en un momento histórico que se caracteriza por el cambio climático y el calentamiento global también en Oriente Medio. En el centro de las críticas está la decisión de promover un servicio de "lanzadera" entre Doha y Dubai, con más de 60 conexiones diarias a cargo de la aerolínea de bandera Qatar Airways. El emirato no dispone de las instalaciones suficientes para alojar a todos los visitantes previstos, por lo que debe enviar una parte de ellos a Emiratos Árabes Unidos o Arabia Saudita, al tiempo que garantiza el transporte -caro y contaminante- para asistir a los partidos. Un elemento que parece desmentir, una vez más, las promesas iniciales de un evento “carbono neutral”.

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