Putin y Lukashenko se preparan para lanzar una nueva unión ruso-bielorrusa
Con esta iniciativa, Moscú pretende poner fin a la crisis política y social que sacude a Minsk desde hace un año. El objetivo es la creación de un mercado común del gas y la armonización fiscal. Los bielorrusos se endeudarán aún más con el Kremlin. Crisis migratoria: el líder ruso toma distancia de Lukashenko.
Moscú (AsiaNews) - El presidente bielorruso, Aleksandr Lukashenko, y su "hermano mayor", Vladimir Putin, se preparan para lanzar la tan esperada unión entre Rusia y Bielorrusia. El Kremlin exige al líder bielorruso esta medida para tratar de poner fin a la crisis política y social que sacude a Minsk desde hace un año. En el verano de 2020, estallaron protestas callejeras en Bielorrusia contra la reelección "amañada" de Lukashenko.
Situado entre Rusia y Europa Occidental y próximo a los países bálticos, Bielorrusia se ha convertido en uno de los más odiosos "Estados canallas", dirigido por un anciano dictador que ha perseguido ferozmente a todos sus opositores. Hace pocos días, fue condenada a 11 años de prisión una de las figuras más populares de la escena bielorrusa: la flautista María Kolesnikova, que prefirió el arresto antes que el exilio.
Tras la reunión del 9 de septiembre entre Putin y Lukashenko, se anunció la firma del acuerdo sobre los "29 programas de unión". Como dijo el batka (padre-amo) bielorruso, "empezamos este proceso hace tres años, cuando todos nos criticaban. Creo que cerraremos todo el 4 de noviembre, el Día de la Unidad Nacional en Moscú".
Lukashenko cree que esto supondrá un verdadero salto adelante para su país. Las conversaciones anteriores fueron en 2019, antes de la pandemia y las protestas, y concluyeron en un punto muerto. En aquel entonces se hablaba de "unión", una clara evocación soviética, mientras que hoy, los términos oficiales son "profundización de la integración". Como ya había hecho en años anteriores Lukashenko se echó atrás a último momento, impidiendo la proclamación de la unión prevista para diciembre de ese año.
Los acuerdos afectan dos temas cruciales: la formación de un mercado único de gas y combustibles, y la armonización de la legislación en materia fiscal. Bielorrusia siempre ha comprado petróleo y combustibles rusos a bajo precio, sin tasas a la exportación, importando unos 23 millones de toneladas de combustible al año. Sin embargo, sólo se destinaron 6 millones para cubrir la demanda interna, y el resto fue volcado al mercado internacional. Desde 2019 la situación cambió: en su manejo del petróleo, el gobierno ruso procura favorecer a los productores nacionales, y ha eliminado los privilegios para Bielorrusia.
Con ello, Minsk perdió entre 10.000 y 11.000 millones de dólares de ingresos, y acabó en el abismo de la pandemia y las sanciones occidentales. Ahora se espera aprobar un sistema fiscal único con Rusia, lo que favorecería la compra de petróleo y gas, adoptando las mismas tarifas que las regiones occidentales rusas de Smolensk y Pskov.
Sin embargo, Putin no ha colmado del todo las expectativas bielorrusas: para el año 2021, fijó el precio del gas en 128.500 dólares por mil metros cúbicos, el doble que en la región de Smolensk (para los usuarios europeos, el precio estipulado es de 600.000 dólares). En las negociaciones, ambas partes intentaron llegar a un acuerdo, que será decisivo para la firma de los "29 puntos de integración", de los cuales el energético es el único que realmente cuenta.
Como explicó Putin, a finales de 2022 la deuda de Minsk con Moscú ascenderá a 630 millones de dólares. Lukashenko explicó: "Saldaremos la deuda invirtiendo bien el dinero, por ejemplo en centrales nucleares". Sin embargo, las negociaciones conducirán a cambios importantes, uno de los cuales podría ser la salida del propio Lukashenko, pero sin llegar a la plena unión de los dos Estados, ya que esto no contaría con el apoyo de la opinión pública rusa y bielorrusa.
Posteriormente, Putin trasladó toda la responsabilidad de la crisis migratoria a su "hermano menor", que está expulsando a los refugiados afganos, iraquíes y de otras nacionalidades de Bielorrusia, haciendo que se desplacen a los países europeos vecinos. Como comentó el líder ruso: "Todos quieren dialogar con los talibanes, así que vayan y hablen con ellos". En lo que respecta a las fronteras polacas y lituanas, “tienen que hablar con Lukashenko, no es nuestro problema", dijo el líder del Kremlin. Una actitud que no es precisamente un ejemplo de solidaridad fraternal entre grandes rusos y rusos blancos.
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