Provincial jesuita: de la guerra al terremoto, Alepo una ciudad 'traumatizada
Más de 10 días después del sismo principal, otras tres personas fueron rescatadas de entre los escombros. Las víctimas confirmadas superan las 41 mil. Del 17 al 21 de febrero el prefecto del Dicasterio para las Iglesias Orientales visitará las zonas afectadas por el terremoto para llevar el apoyo del Papa. El provincial de los jesuitas relata el miedo que la gente vive "cotidianamente".
Alepo (AsiaNews) - Una adolescente de 17 años fue rescatada ayer de entre los escombros en Kahramanmaras, en el sur de Turquía, 11 días después del devastador terremoto que sacudió el país y la vecina Siria, cobrándose hasta el momento más de 41.000 víctimas confirmadas. En el momento del rescate la joven estaba consciente y podía cerrar y abrir los ojos siguiendo las indicaciones de los equipos médicos. También en Turquía, 261 horas después del terremoto principal, otros dos hombres de 26 y 34 años fueron rescatados con vida de los escombros de un hospital privado en Hatay. Esta noche se espera la llegada del prefecto del Dicasterio para las Iglesias Orientales, monseñor Claudio Gugerotti, quien visitará oficialmente ambos países del 17 al 21 de febrero, para expresar la cercanía del Papa Francisco a la población y a los operadores de Cáritas y otras agencias que trabajan en primera línea en las labores de socorro. Esa actividad es fundamental para aliviar el sufrimiento -cuenta el p. Michael después de visitar los lugares afectados por el terremoto- y "el miedo que la gente experimenta cotidianamente".
Ofrecemos a continuación un extracto del testimonio del jesuita:
Llegué a Alepo el 11 de febrero junto con el p. Mourad Abou Seif, el p. Tony Homsy y el p. Nawras Sammour. El p. Tony O'Riordan, director nacional para Siria, nos había precedido unos días y ya estaba trabajando para coordinar la respuesta jesuita en plena emergencia.
Esperaba encontrar en la ciudad las mismas imágenes que había visto en Turquía: barrios enteros arrasados. Pero en Alepo no es lo mismo. Algunos edificios se han derrumbado, me dijeron que cerca de 80, pero junto a ellos hay otros que se mantuvieron en pie. Sin embargo, un gran número ha quedado inutilizado porque son peligrosos y las personas no pueden entrar. Más de 100 equipos de ingenieros civiles trabajan intensamente para comprobar la estabilidad en cada caso y se calcula que más de 8.000 serán declarados inseguros y tendrán que ser demolidos.
Lo que más me impresiona es el miedo que siguen sintiendo los habitantes de la ciudad. La gente está traumatizada. Están asustados y temen volver a su casa. La vida en Alepo ha sido muy dura en estos 12 años, debido a la guerra, la enorme devastación y la falta de electricidad y combustible para calentar los hogares en una ciudad donde hace mucho frío en invierno. Hay pocos empleos disponibles. En los últimos dos años la inflación ha sido tan fuerte que la gente no puede comprar artículos de primera necesidad. Muchas familias no comen carnes rojas ni aves durante varias semanas. Sin embargo, conseguían sobrevivir y esperaban días mejores. Ahora este terremoto, o más bien estos terremotos, les han robado esa mísera esperanza. Es terrible.
Cuando se produjo el primer sismo, alrededor de las 5 de la mañana, la gente huyó de su casa y se reunió bajo la lluvia helada en las plazas públicas. Las iglesias y las mezquitas abrieron sus puertas para acoger a miles de personas que habían quedado a la intemperie. Desde el 6 de febrero, la Iglesia Ortodoxa Griega de San Elías ha acogido a varios cientos de personas. Los salones tienen calefacción y los generadores proporcionan electricidad. La iglesia ofrece tres comidas diarias a todas las personas que alojan, ya sean cristianos o musulmanes. La madre de uno de nuestros jesuitas, que pasó seis días allí, me contó que era muy reconfortante estar con otras personas, en un lugar donde había luz y calor. Muchas asociaciones locales están brindando ayuda de emergencia y reciben donaciones incluso de otras partes de Siria. Visité a Mons. Antoine Audo, obispo caldeo, el domingo 12 de febrero después de la misa en su catedral. El edificio solo sufrió daños menores y fácilmente reparables.
A primera vista, la respuesta de emergencia parece adecuada. Sin embargo, esta es una crisis de mediano plazo en la que es necesario encontrar refugio para miles de personas, y en una ciudad que ya está sobrellevando la carga de una crisis de largo plazo. El Jesuit Refugees Service (JRS) está preparando una respuesta sobre la base de este enfoque. En muchos lugares donde está presente ya está trabajando a pleno rendimiento: en Hullok, Sahour y Midan (st Wartan) se ofrece asistencia sanitaria básica gratuita, y en Zakhour se reanudarán en breve las actividades orientadas a los niños. Estas iniciativas también ayudarán a los niños a recuperarse del terrible impacto del terremoto. En coordinación con la Media Luna Roja Siria se está estudiando la posibilidad de potenciar el servicio médico para incluir a un número cada vez mayor de personas. El JRS también tiene en mente un programa de evaluación de las necesidades y la vulnerabilidad de ocho centros de acogida de emergencia que hay en los barrios donde ya operan los activistas, para organizar mejor los servicios que se prestarán en un futuro próximo.
Me fui de Alepo verdaderamente impresionado por el coraje de mis hermanos jesuitas y por el trabajo realizado por los JRS en una situación extremadamente difícil. Con una fuerza de trabajo de alrededor de 140 operadores en Alepo, tienen capacidad suficiente para llevar adelante semejante trabajo. En Homs los jesuitas ya habían comenzado a ayudar a muchas personas que habían huido de Alepo y buscaban refugio, muchas de ellas en casa de amigos o parientes. Los operadores organizaron la distribución de mantas y una comida caliente. El primer día cocinaron y distribuyeron 70 raciones. En los últimos días el número aumentó a 350. En Homs organizamos también actividades con los jóvenes; en este momento participan cerca de mil jóvenes de hasta 18 años en escuelas de catequesis, a los que hay que añadir 400 estudiantes universitarios que vienen a recibir formación religiosa una vez por semana, y cerca de 170 que enseñan catecismo.
Muchos jóvenes están ordenando ropa y frazadas, otros se ocupan de hacer las compras o preparan la comida en nuestra cocina, bajo la supervisión del cocinero de la comunidad. Todos están felices de poder colaborar de alguna manera. Es maravilloso ver como, después de esta calamidad, comunidades enteras se han unido para apoyarse, unos ofreciendo mantas, otros ropa, otros trayendo comida para compartir. Personas que tienen poco o nada, y que dan a otros que tienen aún menos.
* provincial de los jesuitas de Oriente Próximo y el Magreb
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