Port Moresby, refugiados de Papúa Occidental: 'Lo único que queremos es un hogar y ciudadanía'
Es todo lo que piden los refugiados que huyeron de la provincia de Indonesia. Las nuevas generaciones no quieren la independencia, sino el reconocimiento de Papúa Nueva Guinea que les permita acceder a los servicios de salud y educación. Pero las políticas migratorias cambian todos los años y solo la Cáritas local ofrece un apoyo concreto.
Port Moresby (AsiaNews) - "Todo lo que queremos ahora es un pedazo de tierra que sea nuestro hogar. Es lo único que necesitamos para empezar de nuevo", explican los refugiados que huyeron de Papúa Occidental a los operadores de Cáritas cuando los visitan. Un pedazo de tierra y "un documento de identidad nacional". Para abrir una cuenta bancaria se requiere un documento de identidad, para viajar al exterior se requiere un pasaporte. La mayoría de nosotros no tiene una identidad formal y, por lo tanto, todavía no tenemos acceso a servicios como atención de salud y educación".
Cuando los operadores llegaron al distrito de Honola en Port Moresby, las madres y los niños salieron de sus refugios a recibirlos con una sonrisa. Por todas partes hay familias durmiendo en el suelo, en heladeras viejas, dentro de carros y en cualquier espacio donde se pueden acomodar. Cuando llueve, toda la zona se inunda. La mayoría de los refugiados llevan más de 30 años viviendo en chozas improvisadas después que los enfrentamientos entre el ejército indonesio y los nacionalistas melanesios obligaron a la población de Papúa Occidental (Indonesia) a refugiarse en Papúa Nueva Guinea.
Sonny Karubaba nació y creció en uno de estos campos de refugiados. Es uno de los pocos afortunados que encontró trabajo y al mismo tiempo es el vocero y coordinador del campamento: “Venimos de diferentes zonas de Papúa Occidental, pero hoy vivimos como una sola familia. Compartimos todo, tenemos que hacerlo para sobrevivir”.
El campamento de Hohola es uno de los tres campamentos principales, junto con los de Rainbow y Waigani, que se encuentra en Port Moresby, la capital de Papúa Nueva Guinea.
"Aquí la mayoría de los niños no van a la escuela y la posibilidad de un trabajo y una vida mejor para superar la situación es muy difícil. Dependemos de la venta en las calles para sobrevivir", sigue diciendo Sonny.
La única esperanza de los refugiados es comprar las tierras de las que fueron desalojados en 2016. “Solo podemos esperar que las cosas se resuelvan a nuestro favor, de lo contrario podríamos ser desalojados nuevamente incluso de este lugar, que al menos por ahora consideramos nuestro hogar. No sabemos dónde iremos después".
A lo largo de los años, muchas organizaciones de derechos humanos han visitado a los refugiados: "Escuchan nuestras historias y toman fotografías de nuestras condiciones de vida, pero ¿hay algo que nos puedan ofrecer?", pregunta Donatius Karuri, uno de los refugiados más ancianos. “Cáritas nos ayuda con las cuotas de la escuela para nuestros hijos y con oportunidades de capacitación para nuestras mujeres, a las que ofrecen cursos de costura. El resto podemos hacerlo nosotros. Solo necesitamos ser reconocidos como ciudadanos”.
Los prófugos de Papúa Occidental ya no piden la independencia -la generación actual piensa de otra manera- sino el reconocimiento de Port Moresby. Según la Autoridad de Inmigración y Ciudadanía de Papua Nueva Guinea, la falta de un estatus formal "ha impedido que la mayoría de los refugiados puedan alcanzar sus objetivos". La demora en los trámites para obtener los documentos también se debe al crecimiento de la población de refugiados, por los nacimientos y los prófugos que siguen llegando.
Pero, al mismo tiempo, las políticas con respecto a los refugiados cambiaron cuando la atención de los medios se desplazó al centro de detención de Manus, una de las islas de Papúa Nueva Guinea donde se recluía a los inmigrantes que querían ingresar a Australia. Después de reubicar a casi todos los refugiados en otros lugares, el año pasado Australia dejó la responsabilidad del centro a las autoridades de Port Moresby. Ante la repentina necesidad de procesar un gran número de solicitudes, Papúa Nueva Guinea abolió la tasa para solicitar la ciudadanía, que era de 10 mil kine (casi 3 mil euros) y que ninguno de los refugiados podía permitirse porque no tenían trabajo. Sonny comentó que "la política diaria es la que decide qué ocurrirá mañana con nosotros".