Pompeo: los Uigures son víctimas del genocidio de Beijing. Su sucesor concuerda

El Secretario de Estado saliente ataca a los chinos por su represión contra la población musulmana en Xinjiang. Sus acusaciones fueron confirmadas por la ONU, por investigaciones independientes y por varios medios de comunicación. Los chinos responden con ironía. Para Antony Blinken, es correcta la política "férrea" de Trump hacia China.

Washington (AsiaNews) – La represión de los uigures y de otras minorías islámicas que viven en Xinjiang "es un genocidio". Son declaraciones de ayer, del Secretario de Estado de los EE.UU. Mike Pompeo, durante su último acto antes del traspaso de la administración Trump y la toma de posesión de Biden, que tendrá lugar hoy.

Según Pompeo, el mundo "es testigo de un intento sistemático del Partido Comunista Chino de destruir a los uigures". Sin embargo, tras su declaración no hubo nuevas sanciones contra Beijing.

Desde varios frentes se acusa a China de establecer un sistema de campos de internamiento para mantener bajo control a la población uigur y kazaja. Según datos de expertos confirmados por las Naciones Unidas, más de un millón de uigures y otras minorías de habla turca y credo islámico se encuentran detenidos arbitrariamente en la región de Xinjiang, el "Turquestán Oriental", como la llama la población local.

Recientes revelaciones de la prensa también han puesto de relieve la existencia de campos de trabajo forzado en Xinjiang, donde cientos de miles de musulmanes se dedicarían principalmente a la recolección de algodón. China produce el 20% del algodón del mundo, y la mayor parte se cultiva en esta región del noroeste.

Según el investigador alemán Adrian Zenz, el gobierno chino también está llevando a cabo una campaña de esterilizaciones forzadas para controlar el crecimiento de la población de origen uigur. Su trabajo se basa en datos oficiales, documentos del gobierno y testimonios directos.

AsiaNews también ha recogido testimonios sobre el trato que reciben los musulmanes en Xinjiang. El pasado mes de marzo, el intelectual y disidente uigur Abdürreşit Celil Karluk dijo que el gobierno chino había internado en un campo a varios miembros de su familia para silenciarlo: uno de sus hermanos quedó paralítico como consecuencia de las torturas sufridas mientras estuvo recluido.

Los chinos desmienten todas las acusaciones, y sostienen que los centros de Xinjiang tienen como finalidad la formación profesional de la población y la implementación de proyectos para aliviar la pobreza. Los medios de comunicación estatales respondieron a las acusaciones de Pompeo afirmando que el gobierno de Trump es responsable del genocidio contra la población de los Estados Unidos, por haber gestionado la pandemia de forma desastrosa.

Las declaraciones de Pompeo también recibieron los ataques de los "wolf warriors", la nueva generación de diplomáticos chinos, mucho más agresiva. Li Yang, el cónsul general de Beijing en Brasil, recurrió al sarcasmo. Llamó a Pompeo “el mejor secretario de Estado de la historia”, ya que fue capaz de "destruir la imagen" de los Estados Unidos y hacer de China una nación "aún más grandiosa".

El gigante asiático pronto se dará cuenta de que el cambio de guardia en Washington no implica un cambio de actitud hacia China. Para los analistas, la salida de Pompeo es un factor de presión para Joe Biden, quien tendrá que articular una posición política concreta sobre la cuestión de Xinjiang. Antony Blinken, el nuevo jefe de la diplomacia estadounidense, dijo estar de acuerdo con la declaración de Pompeo. Durante la sesión en el Senado para la confirmación en el cargo, declaró que consideraba “correcto” el carácter “férreo” adoptado por Trump en la relación con China”. Subrayó que en lo esencial se mantendrá esa misma línea, y lo que cambiará será la forma de manejarse en las relaciones con Beijing.