Poligamia en Tayikistán
La ley prohíbe oficialmente y castiga penalmente la bigamia y la poligamia. Pero la falta de reconocimiento civil de los matrimonios islámicos y una vaga definición del estado civil crean ambigüedades que permiten que el fenómeno persista. Las mujeres recurren a la policía cuando el hombre deja de cumplir su obligación religiosa de mantener a todas sus esposas.
Dusambé (AsiaNews) - Según la legislación de Tayikistán, la bigamia y la poligamia están prohibidas y deben ser castigadas penalmente. Periódicamente aparecen en la red noticias sobre detenciones policiales de hombres que viven con varias mujeres, incluidas las sirvientas de la secta, como ocurrió hace algún tiempo, cuando se descubrió que un imán estaba casado con 13 esposas. En aquel caso, se multiplicaron las discusiones en las redes sociales, que continúan en varias oleadas hasta hoy.
Según muchos comentaristas, en realidad la cuestión de la poligamia no está bien definida en la legislación tayika, ya que los matrimonios celebrados en el marco de la sharia islámica no se consideran válidos a nivel civil y, en general, no existe una definición de matrimonio "civil" o "religioso", limitándose al registro en las oficinas municipales. El artículo 170 del Código Penal establece multas por bigamia o poligamia de entre mil y dos mil somoni o más, o hasta dos años de servicio comunitario obligatorio, y en los casos más graves, hasta cinco años de privación de libertad.
La directora de la asociación tayika Pro Bono de Jure, la abogada Dilafruz Samadova, comentó esta situación en un informe de Asia Plus, señalando que en Tayikistán existen diferentes definiciones sobre el estado civil de la mujer. Obviamente, "todos los adultos mayores de edad tienen derecho a mantener relaciones libres, ya sea con amantes, amigos, colegas o simples conocidos, siempre con el consentimiento de ambos". El art. 170, sin embargo, habla de "cohabitación con la conducción común de la economía", y aquí empiezan los problemas, ya que tanto la "cohabitación" como la "economía común" no están definidas en el Código Civil, donde a lo sumo se habla de "propiedad en común" o "de común acuerdo", con los derechos correspondientes a esa condición.
En general, por paradójico que parezca, las normas relativas a la familia no ofrecen una definición de "familia", y las relaciones entre un hombre y una mujer con bienes en común pueden ser de tipo muy variado, sin contradecir la ley. Se puede tener un hijo en común sin vivir juntos, y en este caso es el padre quien está obligado a reconocer al hijo y determinar su lugar de residencia, asegurando la pensión alimentaria, las provisiones y la educación. Se habla de visitas pactadas, compra de víveres y otras cosas, cenas conjuntas de los padres con el hijo y otras formas de presencia y cuidado, sin tocar la cuestión de la convivencia con la madre, que podría implicar la posibilidad de bigamia.
Samadova señala que, incluso sin cohabitación ni hijos en común, se permiten las relaciones afectivas y amistosas, con tiempo compartido incluso en el domicilio del otro, para disfrutar de una "relación de tipo familiar" sin que ello deba considerarse un comportamiento polígamo, aunque se compartan bienes o medios económicos. La abogada recuerda que "tanto la Constitución de Tayikistán como el Código Civil afirman el derecho de cada persona a la vida privada, y a mantener formas privadas de comunicación por escrito, por teléfono o telégrafo, o por cualquier otro medio".
Sin embargo, al iniciar una relación conyugal por motivos religiosos, el hombre que toma una segunda esposa se compromete con la comunidad y acepta garantizar su manutención. Si al cabo de cierto tiempo deja de cumplir este compromiso, o tiene un comportamiento irrespetuoso y violento hacia su esposa, las mujeres suelen empezar a llamar a la policía, quejándose de la existencia de esposas competidoras. Sin embargo, el ritual de la nikah no queda registrado en ninguna parte, lo que impide a los investigadores proceder de forma explícita: las denuncias presentadas por las mujeres se comprueban interrogando a familiares, vecinos y conocidos, buscando pruebas fotográficas y dirigiéndose a quienes celebraron el matrimonio, pero no siempre es posible definir una violación explícita o un delito. Las denuncias suelen proceder de desconocidos, lo que complica aún más la situación y da lugar a demandas por difamación. Ciertamente, el matrimonio tayiko, dejado inestable por el legado soviético, sigue siendo una institución muy frágil e indefinida, con muchas consecuencias en la vida social.
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