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RUSIA-CHINA
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Pekín pide cuentas a Moscú por su nueva relación con Trump

de Vladimir Rozanskij

Según algunos observadores rusos, el giro de Washington está provocando que China pierda la oportunidad de sacar provecho del conflicto en Ucrania simplemente permaneciendo en el lado del escenario.

El antagonisMoscú (AsiaNews) - La inquietante postura de la nueva administración estadounidense plantea la cuestión del nuevo equilibrio entre Estados Unidos, China y Rusia, un tema también muy discutido en los medios rusos dentro y fuera del país. El 27 de febrero, el representante del Ministerio de Asuntos Exteriores en Pekín, Lin Jian, señaló que «las relaciones entre China y Rusia seguirán desarrollándose con firmeza, a pesar de los cambios en la situación internacional». Estas declaraciones se produjeron un día después que el secretario de Estado estadounidense, Marco Rubio, declarara en una entrevista con Fox News que Donald Trump tenía la intención de cambiar las relaciones con China para «evitar cualquier forma de dependencia» de ella.

El 28 de febrero, el secretario del Consejo de Seguridad de Rusia, Sergei Šojgu, viajó inmediatamente a Pekín para reunirse con el presidente Xi Jinping y con altos cargos de la política exterior china para garantizar que Moscú se adhiere a las posiciones de China en todas las cuestiones regionales e internacionales. Él mismo subrayó que «la reunión se acordó en muy poco tiempo», admitiendo en la práctica que había sido «convocado para informar» por los dirigentes chinos.

Merkhat Šaripžanov, columnista de Radio Svoboda, se pregunta si los dirigentes chinos creen que «Washington está intentando provocar un cisma en las relaciones ruso-chinas», y hasta qué punto la improvisada cumbre se debió a la irritación de Xi Jinping y el ministro de Asuntos Exteriores, Wan Yi. Otra señal preocupante para Pekín fue la votación del 26 de febrero en la ONU, cuando Estados Unidos se negó a aprobar la resolución de condena de la agresión rusa, asignando a Europa la responsabilidad de la seguridad en Ucrania, lo que llevó a varios líderes europeos a declarar la necesidad de independizarse de Estados Unidos por el bien de la UE en su conjunto.

Este repentino «caos en el campo del enemigo», según Šaripžanov, «debería ser visto por China como un factor positivo», con los éxitos diplomáticos de Moscú en la regulación del conflicto en Ucrania, tan deseados por los dirigentes de Pekín desde el principio de la invasión rusa. De hecho, de este modo, «China pierde la oportunidad de observar en silencio la escalada del conflicto, manteniéndose al margen», considerando la guerra en Ucrania una «prueba de la resistencia de Occidente».

Muchos observadores opinaron que el enfrentamiento entre Rusia y Occidente sobre el terreno en Ucrania convierte a China en el único beneficiario real de toda la situación, y que Pekín sólo apoya a Moscú de boquilla, al tiempo que ofrece cierto apoyo (muy prudente) para eludir las sanciones y la producción de armas. La guerra debilita a Rusia y permite a China expandir su influencia sobre Siberia, Extremo Oriente y toda Asia Central, y hace que los occidentales sean menos capaces de defender a Taiwán de los objetivos de Pekín.

Ahora, el volantazo de la administración Trump cambia radicalmente el juego, permitiendo a Moscú salir del aislamiento internacional, gracias al apoyo de Washington. Con el posible fin del conflicto ucraniano, comenta Šaripžanov, «los descendientes del gran Confucio pierden la oportunidad de sentarse en la rama, como el mono sabio que espera el final de la lucha de los dos tigres, en la que uno de ellos destruye al otro en el abrazo mortal, pero quedando tan debilitado que el mono solo tiene que abalanzarse sobre él para lograr la victoria total».

China no olvida otra circunstancia de acercamiento entre enemigos ideológicos, cuando en 1971 Henry Kissinger acudió a Pekín para preparar la visita de Richard Nixon al año siguiente, que permitió a China salir a los mercados internacionales e iniciar la fase de su grandioso desarrollo económico, circunstancia también recordada en estos días por Marco Rubio. El propio Kissinger admitió más tarde que el giro hacia China desempeñó un papel importante en el debilitamiento de la URSS, y muchos se preguntan si no se produciría hoy el efecto contrario, revigorizando a Moscú para golpear a China.

 

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