20/04/2025, 15.00
TIERRA SANTA
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Pascua en Jerusalén: 'No estamos encerrados en el sepulcro, ni tampoco en Gaza'

La homilía del cardenal Pizzaballa ante la tumba vacía de Jesús. "El mundo tiene una idea de paz muy pobre, incluso ofensiva: demasiados anuncios han sido traicionados y deshonrados. A las lógicas humanas de poder, a las dinámicas de violencia y de guerra, nuestra Iglesia debe oponer dinámicas de vida, de justicia y de perdón”. Ayer se produjeron tensiones entre los fieles ortodoxos y la policía israelí debido a las restricciones impuestas para acceder a la basílica del Santo Sepulcro.

 

Jerusalén (AsiaNews) – “Seguir a Jesús, incluso dentro de nuestras durísimas pruebas, es lo más apasionante que puede existir. Aunque son muchos los problemas y las dificultades que nos afligen, nada nos puede impedir que salgamos de nuestros sepulcros. No hay nada más hermoso que vivir con Cristo Resucitado, incluso hoy, en todas partes y a pesar de todo: en Jerusalén, en Belén, en Nazaret, en Amán, en Nicosia, e incluso en Gaza”.

Es otra Pascua marcada por la guerra en Tierra Santa, con toda su carga de muerte. Pero para los cristianos tampoco en este lugar la muerte puede tener la última palabra, dijo esta mañana a su comunidad el cardenal Pierbattista Pizzaballa, patriarca latino de Jerusalén, en la homilía de la Misa pascual que presidió ante la “tumba vacía”, en la basílica del Santo Sepulcro. Este año la fecha de la Pascua coincidió con la del mundo ortodoxo, que es la comunidad mayoritaria de los cristianos de Tierra Santa. Pero ayer también se produjeron nuevas tensiones con las autoridades israelíes, porque en nombre de “medidas de seguridad” aplicadas con extrema rigidez, la policía del ministro Ben Gvir impidió a centenares de fieles acceder a la basílica para la tan sentida ceremonia del Fuego Santo.

Sin embargo, el mensaje de liberación de la Pascua irrumpe igualmente más allá de todas las heridas de la guerra para llevar el anuncio de una paz “no como la da el mundo”, según dice el evangelista Juan. “Hemos visto cómo razona el mundo, cómo piensa, cómo evalúa. Y cuán pobre es la idea de paz del mundo, incluso ofensiva, me atrevería a decir - reflexionó el patriarca Pizzaballa en su homilía -. Hemos asistido ya demasiadas veces a anuncios de paz traicionados y deshonrados. La Iglesia deberá construir la paz que es fruto del Espíritu, que una y otra vez dona vida y confianza, sin cansarse jamás. Y que a las lógicas humanas de poder, a las dinámicas de violencia y de guerra, opone dinámicas de vida, de justicia y de perdón”. 

“Somos la Iglesia del Calvario, es cierto – continuó el cardenal -. Pero Cristo crucificado no sólo es símbolo de sufrimiento, sino ante todo de amor y perdón. Entonces somos también la Iglesia del amor que no duerme nunca, que vela continuamente, que sabe perdonar y dar vida, siempre, sin condiciones. Somos la Iglesia que custodia el Cenáculo, pero no el de las puertas cerradas y con los discípulos paralizados por el miedo. El Evangelio habla de Pedro y Juan que salen corriendo a buscar al Resucitado. El cenáculo es el lugar del Cristo Resucitado que atraviesa las puertas cerradas y dona el Espíritu, y que lo primero que dice es ‘¡La paz esté con ustedes!’. Y por lo tanto nos pide que seamos una Iglesia que atraviesa muros y puertas cerradas, barreras físicas y humanas. Que cree, anuncia y construye la paz”.

El patriarca de Jerusalén explicó que anunciar la resurrección de Jesús “no es una opción”. “Y es nuestra responsabilidad – advirtió - no solo hacerlo también cuando la muerte nos rodea, sino sobre todo cuando la muerte nos rodea. Es aquí y ahora, en este contexto específico en el que nos encontramos donde estamos llamados a decir quiénes somos y a quién pertenecemos. A decir con fuerza y decisión que no tenemos miedo, que seguiremos siendo el pequeño resto, pero que hace la diferencia, que seguiremos construyendo relaciones, que seguiremos abriendo de par en par puertas cerradas y derribando muros de división”.

Eso no quiere decir aislarse o cerrar los ojos frente a la despiadada realidad de la Tierra Santa de hoy. “No somos ilusos – explica el cardenal Pizzaballa -. Sabemos lo que está pasando entre nosotros y en el mundo, y no tenemos muchas esperanzas sobre la capacidad de los gobernantes para encontrar soluciones, que por desgracia parecen cada vez más lejanas. Y no podemos dejar de expresar nuestra preocupación por la posibilidad de que la situación política se siga deteriorándo y que se siga agravando el desastre humanitario que se está produciendo, sobre todo en Gaza. Pienso sobre todo en nuestra pequeña comunidad que desde muchos meses se ha convertido en signo y símbolo de solidaridad y esperanza, una pequeña barca anclada a la vida en un mar de dolor y sufrimiento”.

Pero en este “Camino del Calvario que no termina nunca”, “las madres, las Verónicas, los Cirineos” son los que ofrecen “gestos de dignidad y de cuidado, que es la manera que nosotros tenemos de anunciar la vida y la resurrección”. “No se trata de ser inconscientes y visionarios – concluyó el patriarca de Jerusalén -. Se trata de tener fe, de creer firmemente que Dios conduce la historia. A pesar de la pequeñez de los hombres, Dios no permitirá que el mundo se pierda. 'No he venido para condenar al mundo, sino para salvarlo' (Jn 12,47). Aunque parezca que todavía estamos en el Camino del Calvario, sabemos que la conclusión está aquí, en el encuentro con la Tumba vacía de Cristo. Y esta certeza nos acompaña siempre”.

 

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